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Lo de comentar el tiempo en el ascensor, con la panadera o en la cola para la farmacia no fue sólo una forma de rellenar el silencio en 2022. La meteorología dio el pasado año, que apunta a «excepcional», a falta de los informes definitivos, ... motivos de sobra de conversación en Álava. Hubo fenómenos nada habituales, como ese polvo finísimo del Sáhara llamado calima que cubrió en marzo el territorio, cayó la nevada más tardía en una década, la primera ola achicharrante se presentó en primavera... y, casi en noviembre, la provincia aún soportaba noches tropicales. Una cadena de acontecimientos fuera de lo común –unas veces de época, otras de lugar– donde destacan sobre todo los episodios relacionados con el calor. «Ha habido una línea muy constante de temperaturas por encima de lo normal y también un déficit de precipitaciones», corrobora Miguel Ángel Manjón desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en el País Vasco.
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Es verdad que en verano hace calor y frío en invierno, y «que tiene que nevar aunque sea un año cálido», pero el tiempo se descontroló de tal forma en 2022 que Álava permaneció más de cien días en aviso meteorológico. Del amarillo a la alerta roja, que se activó en un par de ocasiones –algo extraordinario– en julio, con el termómetro disparado y el riesgo de incendios forestales en el nivel más alto. En ese momento se registró la temperatura máxima del año en el territorio que, según los valores que maneja Aemet, llegó a los 43 grados en Amurrio. Los 40,2º alcanzados justo una jornada antes en el aeropuerto de Foronda supusieron récord histórico para esta estación. Y la tendencia a que el mercurio suba «es constante», asume Manjón.
El pasado verano, y parte del otoño, ya hizo sudar la gota gorda, especialmente en Laguardia, que acumuló 65 días con máximas por encima de los 30 grados. Pero si de sol, y no sólo de calor, se trata, el experto de Aemet destaca lo ocurrido en enero, con 156 horas de insolación que rompieron todas las estadísticas para la época. La temperatura mínima récord se dio también ese mes, con -7,4º en el aeródromo vitoriano aunque Euskalmet baja ese registro a los -8,4º que helaron a Iturrieta en abril, justo cuando se deshacía la nevada que los alaveses ya no se esperaban. Hacía una década que no pisaban sobre blanco tan tarde y aunque «no es raro» que precipite en forma de copos en primavera, sí resulta «poco frecuente». «Y hasta en mayo ha habido algún año», recuerda Manjón.
Los contrastes, los giros inesperados del tiempo, salpicaron al territorio a lo largo del pasado ejercicio desde la primera hoja del calendario. Ya al inicio de enero, en apenas diez días, Álava pasó de disfrutar de un ambiente primaveral a tener que abrir el pantano de Ullibarri –a más del 88% de su capacidad entonces, por debajo del 60% hoy– para desembalsar después de que las precipitaciones desbordaran ríos y cortaran carreteras. Nada que ver con la sequía que arrastraron los meses posteriores –salvo enero y abril todos fueron calificados como secos o muy secos– en un 2022 que contabilizó 135 días de lluvia en Foronda. En julio, por ejemplo, el pluviómetro de este aeropuerto acumuló sólo 1,9 litros de agua por metro cuadrado. En ese periodo llegó la peor ola de calor del año, con varias jornadas a más de 40 grados, noches tropicales por encima de los 20º y decenas de hectáreas calcinadas.
Lo de meterse en la cama con el termómetro asfixiado, admite el experto de Aemet en Euskadi, «llama la atención» y más cuando se trata de «mínimas tan elevadas a final de año», en referencia a las noches tropicales que sufrió el territorio casi en noviembre. En Etura, por ejemplo, el mercurio marcó el 27 de octubre hasta 22,8 grados de madrugada. También resultó «curiosa» la presencia de calima en Álava a mediados de marzo que, aunque se ha visto en otras ocasiones, y mucho más en zonas como las islas Canarias, dejó esta vez «bastantes depósitos de arena» en esta provincia. Sobre los automóviles, el mobiliario urbano, las terrazas, el asfalto... o las eras del Valle Salado, que cambiaron el blanco por el naranja en una instantánea única. Un vendaval como el que barrió el territorio en octubre no hubiera dejado rastro de este polvo africano. En su lugar, y a base de rachas que superaron los 100 kilómetros por hora (108, según Aemet;124 midió Euskalmet), el viento huracanado movió contenedores, provocó daños en vehículos, arrancó árboles de cuajo y dejó un reguero de ramas y hojas por la capital durante días,
El impacto fue menor pero también sorprendió en Vitoria la tormenta que apareció en forma de lluvia, granizo y truenos solo dos días después de que terminara La Blanca. Decenas de sillas de las terrazas de los bares acabaron entonces amontonadas en la plaza de Los Fueros tras el aguacero, tan intenso como exprés, que rompió el calor acumulado.
Desde los ochenta, cuenta Manjón sobre este y otros fenómenos que marcaron 2022, «estamos en un periodo cálido». «¿Cómo va a continuar? No lo sé, pero por ahora la línea sigue siendo ascendente». Y efectivamente el primer día de 2023 ha sido extrañamente cálido, con máximas que rondaron los 20 grados en todo el territorio. Las estaciones meteorológicas de Aement en Vitoria alcanzaron, en torno a las 14.00 horas, los 19,7. La cifra supone un nuevo récord histórico ya que el termómetro nunca antes había llegado subido tanto. El dato llama la atención, aunque no tanto como el registrado en la misma jornada en Bizkaia: 25,1 grados, la máxima del día en toda Europa.
Las previsiones apuntan a que en los próximos días las temperaturas serán más frescas en Álava y a que volverán las heladas. Con todo, las máximas no bajarán de los 10 grados, sino que oscilarán entre los 12 y los 16. Al menos hasta el fin de semana que pone fin definitivamente al periodo navideño.
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