El affaire Veleia
martín almagro-gorbea
Lunes, 3 de febrero 2020, 09:26
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martín almagro-gorbea
Lunes, 3 de febrero 2020, 09:26
Uno de los yacimientos arqueológicos más interesantes del País Vasco es Veleia. Es la ciudad romana más importante del País Vasco, como también fue el principal oppidum o núcleo urbano fortificado de los Carietes o Karistoi, un pueblo celta como el nombre de Veleia y ... de los ríos que formaban los límites de su territorio, el Deova o Deva y el Nerva o Nervión. Es una de tantas ciudades romanas de Hispania, pero tiene un alto significado para el País Vasco y da nombre a la revista científica más importante sobre Prehistoria, Historia Antigua, Arqueología y Filología Clásica de nuestras tierras. Su solar es propiedad de la Diputación de Álava. A inicios de este siglo XXI se organizó un gran proyecto para impulsar el yacimiento. Se concedió una importante subvención, que, según mis noticias, alcanzó los 3 millones a cargo de una empresa pública de transportes. Saltó a la fama en 2005, cuando empezaron a correr noticias y aparecer fotografías sobre el hallazgo de un conjunto sorprendente de grafitos con inscripciones en los siglos III-IV después de Cristo, sorpresa que todavía fue mayor al darse a conocer que entre ellos había textos en euskera. La noticia llamó la atención de los especialistas, pues suponía la llegada del euskera a Álava mucho antes de la Antigüedad Tardía y obligaba a rechazar de forma definitiva la vasconización tardía del País Vasco. Esta contradicción con los datos conocidos nos hizo dudar a algunos desde el principio.
El número de los grafitos que aparecían en Veleia fue en aumento hasta alcanzar 300 o más, lo que resultaba sorprendente –anormal– para esa ciudad romana provincial. La evidencia de que se trataba de una burda superchería pronto se hizo patente. Las sorpresas no paraban. Al famoso calvario se añadían otras invenciones imposibles de aceptar por pura lógica, como un conjunto de jeroglíficos egipcios sin sentido. Los datos sobre esa superchería empezaron a correr 'a tapadillas' entre los especialistas, incluidos los llamados a informar en una comisión científica de expertos creada al efecto por las autoridades administrativas, cuya labor debía ser secreta sin que se comprenda la razón y cuyos resultados tardaron años en finalizar. Pronto aparecieron las denuncias del affaire en internet, aunque la falta de reacción oficial de las personas e instituciones implicadas estaba más cerca de la 'omertà' que caracteriza un sistema clientelar cuasi mafioso que del ambiente científico en una sociedad interesada por su pasado en la Europa del siglo XXI. Se siguió gastando dinero público en comisiones y en costosos análisis arqueométricos que buscaban demostrar lo indemostrable y se retrasaron las conclusiones hasta el 2008, en vez de dar por finalizado de manera inmediata uno de los episodios más vergonzosos de la historia de la arqueología española. Era un espectáculo indigno de un país desarrollado.
Este affaire Veleia ofrece distintos aspectos que merece la pena comentar, más tras el tiempo pasado. La falsificación era bastante burda y sería divertida si no fuera por lo que implica en nuestro contexto social. Estas falsificaciones de 'ostraca' en Veleia están relacionadas con el interés de la sociedad vasca por conocer nuestros orígenes y recuperar nuestra memoria colectiva, pues se pretendía engañarnos y hacernos creer la antigüedad del vasco en esa ciudad romana. Llama la atención la idea de hallar grafitos en euskera en un lugar y con una cronología en contradicción con los datos conocidos, por lo que suponía una intención malévola de engañar a la ciencia y a la sociedad, como indica su rápida divulgación y como confirma la negativa pertinaz de sus autores a reconocer la falsificación, a pesar de las evidencias. Este tema produce vergüenza ajena, más si se pretende asociar al sentimiento de 'vasco'. Quien actúa así está obligado a pedir perdón y a retirarse.
No conozco nada parecido en la Europa actual. Esta falsificación curiosamente recuerda la inscripción inventada en el siglo XVIII por el jesuita Manuel de Larramendi, autor del famoso 'Diccionario trilingüe castellano, bascuence y latín', considerado inicio de los estudios de la lengua vasca. En su prefacio se inventó una inscripción, un recurso a veces usado en aquella época, pero que han repetido en pleno siglo XXI los 'ostraca' de Veleia. La de Larramendi estaba escrita en euskera y él mismo la tradujo: «A nuestro gran hacedor, los Escaldunes, de su mano y sujeción le erigimos esta tabla sólida de metal, al tiempo que se nos han entrado la primera vez los extranjeros de diferente lengua; (lo hacemos) para dar a entender a nuestros venideros que adoramos y muy de veras a uno solo, y no como estos huéspedes, a tantos mentirosos y ridículos dioses». No vale la pena criticar este texto, ya lo hicieron figuras de la talla de Gregorio Mayans. Pero intentar de una u otra forma mantener hoy esas teorías recuerda la postura de quienes en tiempos de Galileo se negaban a mirar por el telescopio para pretender seguir ignorando que la tierra giraba alrededor del sol… No es posible en nuestros días.
Aún quedan hoy cuestiones abiertas sobre el origen de las poblaciones del País Vasco, tema de gran interés, pero intentar mantener la visión simplista tradicional de que estaba ocupado desde fecha inmemorial por éuscaros no resulta sostenible. Y esta contumacia debe llevar a reflexionar por qué se pretenden mantener errores del siglo XVI en el XXI, hecho que sólo se explica por intereses económicos y políticos no confesables, que quizás permitirían explicar la concesión de subvenciones millonarias.
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