Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Las adopciones internacionales han pasado en Álava de tocar techo a acariciar el fondo en sólo un par de décadas. En el año 2000, con las solicitudes disparadas desde finales de los noventa, los hogares adoptantes daban la bienvenida a una cifra récord de 73 ... menores extranjeros que iniciaban una nueva vida en el territorio. En 2020 llegó uno. Solamente uno. El desplome coincidió con la pandemia, y el cierre de fronteras, pero el virus no explica en esta ocasión el descenso, que viene de atrás. Hace tiempo que esta vía para ampliar la familia soporta una tendencia a la baja por motivos que se hallan en los países de origen, que han mejorado sus sistemas de atención infantil y endurecido las normativas para la adopción, y también en los lugares de acogida, donde existe ahora una mayor conciencia sobre el proceso y lo «difícil» de la crianza de estos pequeños. Incluso el avance en la reproducción asistida y la polémica alternativa de la gestación subrogada han influido en esta caída a mínimos.
Hace más de un lustro que Álava cierra cada año con menos de diez adopciones internacionales hechas realidad. En 2019 se contabilizaron dos, en 2017 fueron tres, en 2015 ocho... frente a las decenas que salían antes adelante. Y tampoco hay que mirar muy lejos en el tiempo para multiplicar esas cifras porque en 2010 hubo 31. «Quiero pensar que han bajado porque se ha aprendido de la experiencia», comenta Susan Warner, presidenta de Ume Alaia Araba, la asociación alavesa de familias adoptantes. Ella abrazó hace una década a sus hijos, dos hermanos nacidos en Rusia que hoy atraviesan la adolescencia, y reconoce que la marcha de un menor a otro país debe ser «la última opción». «Por mucho que la familia de aquí quiera darles protección, no dejamos de desarraigar a alguien de su lugar», retrata. Y ese «dilema» cree que ha dado la vuelta al «punto de vista» sobre la adopción, que aún arrastra «el complejo del salvador blanco».
Susan Warner, Presidenta de Ume Alaia Araba
En muchos países de origen abogan ahora por evitar la separación de la familia biológica o buscar otro hogar dentro de sus fronteras antes de mirar hacia fuera y en China, por ejemplo, se ha hecho más exigente el proceso para los adoptantes extranjeros, a quienes desde 2007 reclama un mayor nivel de formación o de renta. El gigante asiático fue durante años la principal referencia para la adopción internacional, muy marcada en los noventa por las crueles imágenes de sus orfanatos, que dispararon las solicitudes de acogida. Sólo en 2004 salieron de allí una treintena de menores para emprender un nuevo futuro en Álava, pero «ha bajado mucho». En otros rincones, en cambio, se han abierto en los últimos años a esta salida, como Vietnam.
Entre los más de 600 niños y niñas que los alaveses han adoptado en el extranjero desde los noventa hay nacidos en Bulgaria, Panamá, Etiopía, Bolivia, India, Mali, Polonia, Kazajistán, Ucrania, Colombia, Burkina Faso... y su integración no siempre ha resultado sencilla. «Quien piense que el abandono que han sufrido de pequeños no tiene consecuencias en su futuro es que no está preparado para adoptar», advierte la presidenta de Ume Alaia Araba, que suma unas sesenta familias en sus filas. En ese sentido, sostiene, las personas que se plantean tener hijos a través de esta vía poseen actualmente «una mayor información» sobre la realidad, sobre los problemas que pueden presentar los niños. Desde carencias emocionales a faltas de memoria o un desarrollo más tardío de ciertas habilidades. «No es una crianza fácil», recalca. Y saber eso puede haber frenado asimismo las adopciones.
Warner devuelve también a la realidad a quienes viven con la «fantasía» de traer un recién nacido de otro país a Álava. «Es muy difícil adoptar un bebé. En China, en su momento, sí era posible», recuerda. Los trámites, además, se eternizan –en algunos casos cerca de una década– y «es una incertidumbre, te come la paciencia». «Pero sirve para prepararte», matiza. Ella afirma que en las personas «con un deseo fuerte de tener familia» no importan los tiempos, ni los sacrificios económicos, aunque la crisis de 2008 «afectó bastante», asume. Desde entonces, de hecho, el número de menores adoptados en el territorio se ha reducido año tras año –salvo el repunte de 2013, con siete más que en 2012– y la pandemia no parece que vaya a reflotar las cifras.
625 menores han llegado a Álava a través de las adopciones internacionales desde países como China, Rusia, India, Ucrania, Colombia, Filipinas, Etiopía...
Del 'boom' de los 90 a la crisis de 2008. A finales de los noventa se multiplicaron los extranjeros adoptados (decenas cada año) hasta la debacle económica. El máximo del último lustro fueron ocho, en 2015.
9 menores con nacionalidad española encontraron una familia adoptante en Álava a lo largo de 2020. Es la cifra más alta en quince años.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.