Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Apenas tiene tres metros de escaparate y, diez minutos después de encender las luces, una decena de clientes ya esperan para recoger encargos, comprar un paraguas o elegir una cartera para un regalo especial. Pero los clientes no podrán disfrutar de los consejos de Elena ... al otro lado del mostrador a partir de febrero. La perfumería Echevarría, en el 13 de la calle Dato, se despide tras más de 60 años empujada por la falta de actividad en el centro.
«A mi hermana no le hubiera importado retirarse aquí, pero con el abandono que está sufriendo esta zona no hemos podido rechazar la oferta de alquiler que hemos recibido», señala Cristina Pérez del Palomar, que ayuda en el local de forma ocasional. Elena, quien trabaja ahí desde los 16 años, se resigna a prejubilarse a los 59. «Tenemos hijas y han mamado el oficio, pero en estas circunstancias es mejor que se dediquen a otras cosas», valoran las hermanas.
Echevarría, puesta en marcha por las tías de su madre, fue una de las tres perfumerías y droguerías que había en Vitoria hace algo más de 60 años. Después el negocio evolucionó hacia la venta de artículos más lujosos y regalos para hombre y mujer, y una reforma llevada a cabo en los años 80 le otorgó su aspecto actual. «Si se llevan esta puerta me encadeno, pedid que os respeten algunas cosas», lamentaba ayer un cliente mientras se despedía de las comerciantes.
Aunque no pueden desvelar quién ocupará su local a partir del próximo mes de febrero, las hermanas Pérez del Palomar se preparan para despedirse de su escaparate y su decoración coqueta. El nuevo inquilino, que nada tiene que ver con la operación comercial que Urteim desarrolla en lonjas cercanas, lo reformará para adaptarlo a sus necesidades. «Echevarría tiene este aspecto desde los ochenta y nos gustan los carteles con las marcas junto a las vitrinas», confiesan las hermanas.
Cristina fue la responsable de implantar el hilo musical que anima su pequeño escaparate las 24 horas del día. «Lo vi en algún otro sitio y pensé en ponerlo, antaño había quienes nos conocían por la música», sonríe. Los clientes se fían del criterio deElena, que encarga las joyas, prendas y los perfumes que le gustan para la tienda. «Hay quien nos dice que somos un Corte Inglés en miniatura», resume.
Las hermanas aseguran que algunos de sus compradores visitan la tienda desde sus barrios. «Faltan cafeterías, luz y vida social en el centro, y así no es fácil que los comercios sobrevivan», lamenta Cristina. Ambas han visto cerrar varios negocios de la zona. «Es una situación de la que nunca puedes alegrarte», asegura Elena. Antes que ellas, las tías de su madre y sus tías abuelas despacharon tras el mostrador.
A pesar de echar el cierre «para mejor», Elena confía en que negocios como el suyo sigan adelante. «La gente valora el trato personalizado, la atención y las recomendaciones. Ahora trabajo con un horario más relajado, pero mi hermana y yo hemos llegado a pasar semanas completas en la tienda», recuerda con cariño. En las próximas semanas Elena tratará de liquidar el género de esta tienda de 27 metros cuadrados y emprender una nueva vida como prejubilada. «Esperamos que, al menos, nuestro cierre sirva para alertar sobre la situación del centro», reclaman.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.