«Un acusado me ofreció dinero para que no contara la verdad, pero me negué»

Pasadas las 11.30 horas, después de los testimonios del exdirector del Hogar foral Sansoheta y de dos ertzainas, la principal víctima accedió a la sala de vistas de la Audiencia Provincial de Álava. Este órgano juzga un escándalo que afectó a siete menores tutelados por la administración foral y que se ofrecieron en una página de contactos desde primeros de 2016 hasta enero de 2017.

Este joven, que hoy ya es mayor de edad, ingresó en la rueda de los centros de menores por problemas familiares, como tantos otros. A partir de ahí detalló cómo se inició, cuántos servicios sexuales encadenó, cómo negociaba sus tarifas o que «nunca» reveló su edad real a sus clientes. «Yo decía que tenía 18. Ninguno me pidió el dni. Se fiaban». Las fotografías de aquella época muestran sin embargo a un adolescente «imberbe, regordete, inmaduro y pequeño», proclamó una ertzaina participante en la investigación policial. Con todos sus clientes se presentó «a cara descubierta».

Quizá su revelación más sorprendente se refirió al acusado que en la primera jornada admitió un «contacto puntual» y casual hace unos meses. En cambio, la versión de la víctima apuntó en otra dirección. «Me ofreció dinero para que no contara la verdad, pero me negué». La Fiscalía de Álava anunció que investigará la veracidad de este anuncio.

«No colaboré por vergüenza»

Este chico se abrió en 2016 un perfil en la web de contactos para adultos, supuestamente restringida a mayores de edad. «Decido que necesito dinero, me meto en la página y viendo lo que pone la gente, pongo mi propio anuncio. Contestaba bastante gente, más de lo esperado», puntualizó. Tenía 14 años en aquellas fechas.

Poco a poco se le unieron otros menores de Sansoheta. Se coordinaba con al menos dos de sus compañeros de centro foral. «Les avisaba que si en una hora no volvía 'actuaran'». Sus tarifas iban desde los 10 a los 400 euros, detalla el sumario de esta causa.

Cuando en octubre de 2016 se produjo la denuncia definitiva, seis meses después de que su familia diera la primera voz de alarma, la Ertzaintza y el Juzgado de Instrucción 2 se toparon con su rechazo frontal. «No colaboré al principio más que nada por vergüenza», se justificó ayer. A preguntas de la fiscal Cotelo admitió no obstante que, sin gratificaciones económicas de por medio, «no» hubiera mantenido encuentro alguno con los procesados. Uno de ellos le cuadruplicaba en edad. «La motivación era el dinero (...). Era muy joven y tenía un pensamiento distinto al de ahora», argumentó este antiguo menor tutelado.

Las citas sexuales -aseveró- se desarrollaron en habitaciones alquiladas, pisos particulares, descampados y coches. Eso sí, limitó a «tres» el tope de encuentros con los procesados. Durante algunos trayectos «iba hablando con más personas» a través de su móvil. De hecho se investigó a más de una veintena de sospechosos que quedaron fuera del sumario por falta de evidencias.

Sin saber identidades reales

Los dos ertzainas que lideraron la ardua labor de destapar la magnitud del 'caso Sansoheta' corroboraron ayer la negativa inicial de los menores. No se sentían víctimas, cuando empezaron a tirar del hilo. Hicieron falta «varias» entrevistas para que los chicos en situación de exclusión se abrieran a contar la verdad.

Pero ahí se les presentó un problema. Los entonces menores desconocían las identidades reales de sus clientes. En este sentido, el análisis del teléfono móvil intervenido a la principal víctima contribuyó a aclarar varios interrogantes. Entonces se produjo la cascada de arrestos a principios de noviembre de 2016, como destapó EL CORREO.

Uno de los primeros detenidos fue un expsicólogo contratado por el Ayuntamiento para tratar a familias desestructuradas y a menores en situación de desprotección. La principal víctima fue uno de sus pacientes años atrás.

Ayer, este facultativo abrió la segunda sesión para ratificar su responsabilidad penal. Leyó una carta dirigida a sus dos víctimas, el chico que hablaría más tarde y una joven que tenía 16 años en 2016. «Pido sinceramente perdón a las personas que he perjudicado y a sus familias. Lamento profundamente cualquier perjuicio que les haya podido causar».