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¿Se imaginan que Foronda, Mendoza o Trespuentes desaparecieran del mapa pero a cambio Álava y Vitoria encabezarían la vanguardia tecnológica mundial con centenares ... de científicos residiendo en nuestras calles e inversiones multimillonarias de decenas de países? Pues eso habría ocurrido si el CERN, el Centro Europeo de la Energía Atómica hubiera elegido el territorio para instalar el acelerador de partículas en 1966. No era cualquier cosa, en el actual acelerador, en la frontera francosuiza, se han conseguido hitos de la ciencia como el Boson de Higgins o la primera página web de la historia.
El sueño se fraguó en los despachos gracias a una vieja amistad de juventud. La que tenían el entonces presidente de la Diputación foral, Manuel Aranegui, y el empresario y presidente de la Junta de Energía Nuclear, José María Oriol y Urquijo. El proyecto, las cartas entre ambos mandatarios, la participación de ministerios españoles y de agencias del Estado, los planos, todo se conserva en un expediente guardado en el Archivo Histórico Provincial. Papel mojado que muestra también cómo se podía haber cambiado la historia social y económica de una provincia a partir de un colosal plan que iba a traer miles de millones de las pesetas de la época.
En 1965, Europa quería dar un salto cualitativo en la carrera de la investigación por conocer que hay detrás de la materia del universo. Existían ya laboratorios con aceleradores de partículas en algunos países pero los avances eran muy lentos si no se hacían máquinas colosales capaces de mantener las exigencias de una investigación tan poderosa. Así que se pensó en un nuevo proyecto cuyas cifras mareaban. La máquina que se quería construir era diez veces más potente que el sincrotón de protones –este es uno de los nombres que se da a este tipo de superestructura- que ya existía en Ginebra (Suiza), sede del CERN desde los años 50. Cuando se empezó a hablar del proyecto se quería construir un túnel circular de 2,4 kilómetros de longitud y 300.000 electrovoltios de potencia. Se esperaba en el lugar elegido la presencia de unos 10.000 científicos de decenas de países. La primera inversión sería de unos 15.000 millones de las pesetas de entonces. «Un premio gordo» para cualquier país, como destacaba el presidente del Foro nuclear español.
La carrera por conseguir tan suculento premio fue brutal. Hubo hasta 111 ubicaciones iniciales de 9 países europeos, desde Francia a Alemania, Reino Unido o Italia. Luego pasaron a 29 posibles y Vitoria estuvo hasta el sprint final. En este caso, Aranegui y Oriol se vaciaron. Implicaron a los ministerios franquistas de Obras Públicas, Industria, Aire y Exteriores. Hasta el Ejército dio su visto bueno porque se incluían los terrenos de Araca y aún no había comenzado el desarrollo del CIR. Las numerosas cartas del expediente cuentan detalles muy sabrosos. Se invitó a expertos que dieron conferencias para preparar el terreno a lo que podía venir. La falta de aeropuerto –el del general Mola no servía para grandes aviones- debió pesar y entonces se proyectó uno entre la carretera de Villarreal y el ferrocarril Vasco-Navarro que corre paralelo hasta Urbina con una pista de 3 kilómetros.
Se consideraba que la Llanada reunía las condiciones geológicas, hidrológicas y sismológicas que se necesitaban. Pero hubo un aspecto siniestro que en la actualidad descartaría la obra desde el comienzo. El área de desembarco de la superestructura sería más o menos lo que ahora es el aeropuerto de Foronda. Se hablaba de terrenos entre Estarrona y Foronda, pero además implicaba la desaparición de cerca de veinte pueblos y el realojamiento en nuevas viviendas de sus 1.599 vecinos de entonces. Foronda, Guereña, Legarda, Lopidana, Mandojana, Mendiguren, Aranguiz, Otaza, Ullíbarri-Viña, Estarrona, Mendoza, Arriaga, Gobeo, Yurre, Asteguieta, Trespuentes y Martioda, desaparecerían para favorecer el desarrollo del proyecto.
Ese desplazamiento de decenas de vecinos preocupaba a Aranegui que mencionaba a Mendoza, como un lugar imprescindible en la Historia y cuna de una de las familias más poderosas de España. Las gestiones y el gran esfuerzo diplomático no sirvieron para nada. En marzo de 1966 el CERN descartó Vitoria como candidata. El diario Pensamiento Alavés titulaba ese día su primera así: «El Sincrotrón no vendrá Vitoria». Aún estuvo El Escorial (Madrid) luchando un tiempo. Finalmente, como es conocido, el acelerador de partículas se quedó en la frontera franco-suiza.
Su nombre actual es Gran Colisionador de Hadrones y fue construido entre 1998 y 2008. Es la máquina humana más grande construida. El túnel, mucho mayor que el previsto en Vitoria es de 27 kilómetros de circunferencia y hasta 175 metros de profundidad. Eso ha permitido que el paisaje de esa zona se mantenga inalterado y no ha sido necesario desalojar a nadie. Su presupuesto final fue de 4.600 millones de euros. Vitoria hubiera tenido arreglado su futuro durante decenas de años. El primer sincrotrón español fue inaugurado en 2010 en Cerdayola del Vallés (Barcelona) y su circuito es de 268 metros.
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