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Abetxuko, Arana, Casco Viejo y Zaramaga son los cuatro barrios más pobres de Vitoria y son reconocidos por su espíritu ... combativo. Sus batallas contra el tranvía, las protestas por las inundaciones, su espíritu obrero, la defensa de su idiosincracia y las solicitudes de mejoras para no quedarse atrás respecto a otros puntos de la ciudad les han servido para ganarse esa fama de inconformista. Pero esa actitud reivindicativa se rebaja a la hora de acudir a su colegio electoral. El 45,75% de los votantes de Abetxuko se abstuvo en las municipales de 2015 y dos de cada cinco vecinos se quedaron en casa en Arana, la 'almendra' medieval y Zaramaga. Y eso que la bronca política en la ciudad provocó que entonces se disparase la participación en aquella cita.
Por el contrario, en los cuatro distritos más ricos (Ensanche, Mendizorroza, San Martín y Aretxabaleta-Gardelegi) siete de cada diez vecinos acuden a las urnas. Es decir, la diferencia ronda los diez puntos respecto a las zonas menos pudientes.
Esta brecha entre ricos y pobres no es una mera anécdota o una circunstancia particular de la capital alavesa. Según estudios realizados por Braulio Gómez, investigador en Ciencia Política en la Universidad de Deusto, esta situación se repite en los barrios más humildes de ciudades españolas, así como de EE UU y Reino Unido. «En el referéndum por la independencia de Escocia, a pesar de la alta participación registrada en su ciudad más poblada, Glasgow, la mayoría de los habitantes de los distritos más pobres no había tomado parte en una decisión tan relevante», expone. A este fenómeno lo llama «agujeros negros de la democracia».
Tampoco es que en Vitoria exista una simetría exacta entre el nivel de renta y la tasa de participación. Hay excepciones como la Zona Rural Noroeste (donde se incluye Aránguiz, Astegieta, Gamarra Mayor y, entre otros concejos, Mendoza), que goza de 47.629 euros de renta media -la novena más alta- y, sin embargo, es la segunda circunscripción con mayor tasa de abstención, con un 42,25%. Tal vez, por la complejidad para acudir a los centros de votación.
Braulio Gómez subraya que, quizás, ese espíritu reivindicativo o esa indignación colectiva que se atribuye a barrios como Abetxuko, Arana, Casco Viejo o Zaramaga sea la razón fundamental de la baja participación electoral. «Esas actitudes se basan en que están descontentos con el sistema y reclaman mejoras. Pero no se nos debe escapar que quienes protestan son una minoría ruidosa que no logra socializar el acto de votar», sostiene el investigador.
«En general, los barrios donde menos se vota son zonas donde se concentran los problemas económicos, de salud, de vivienda, de empleo, de relaciones sociales y que, además, sufren una severa exclusión política», recalca Gómez. Por eso, la brecha es más pronunciada en las grandes ciudades, donde el grado de exclusión social llega a ser extremo. De esta manera, en la Cañada Real de Madrid, Virgen del Camino de Alicante o San Cosme de El Prat de Llobregat, tan sólo uno de cada cuatro participa en los comicios.
Otra de las variables que, según los estudios de Gómez, puede influir a la hora de votar es el número de inmigrantes de la zona. «La participación es contagiosa, por lo tanto, la concentración de personas sin derecho a voto estaría potenciando un entorno abstencionista perjudicial para la inclusión política de los más desfavorecidos», matiza. «Da igual el tipo de elección y el año que se mire, pero la diferencia de participación entre barrios se ha incrementando y, sobre todo, después del estallido de la crisis económica», concluye Braulio Gómez, que el miércoles a las siete de la tarde explicará este fenómeno en el centro cívico de El Pilar junto al doctor en Ciencia Política Óscar Rodríguez Vaz.
El doctor en Ciencia Política Óscar Rodríguez Vaz sostiene que una de las razones que espanta a los ciudadanos de las urnas es la desafección que tienen respecto a la política. Una sensación que él ya percibía -según confiesa- durante los ocho años que ocupó un escaño del Parlamento vasco con el PSE y que le acarreó más de una discusión con compañeros y contrincantes políticos, que lo achacaban de forma exclusiva a la indignación por la crisis. «Me preocupa la democracia, su funcionamiento y la necesidad de que el mayor número posible de ciudadanos tenga la opción de formar parte influyente en la toma de decisiones», justifica Rodríguez Vaz.
En su investigación concluye que existe una falta de «permeabilidad» en las agrupaciones políticas que provoca que no escuchen lo que pasa en la calle. «Con el 8-M ha sucedido lo mismo que con el 15-M. Los ciudadanos impulsan ciertos movimientos y, después, los partidos tratan de subirse al tren en marcha», indica el politólogo.
«Lo preocupante no es la abstención, sino que esta situación facilite la emergencia de partidos que intentan destruir el sistema. Ya no basta con líderes preparados o carismáticos, sino que se necesitan equipos que engrasen su relación con la sociedad», afirma. «Los partidos tienen que asumir medidas en transparencia y participación para recuperar la confianza de los ciudadanos. Pero ya no sé si estamos a tiempo de frenar esta situación», lamenta Óscar Rodríguez Vaz.
Para quien fue representante socialista en las instituciones, «los tiempos pasados no fueron mejores pero hay asuntos que se deben de recuperar». Entre ellos incluye la necesidad de gobernar con mayorías y no dejar al albur del día a día los proyectos, que por esa razón se han visto afectados y reducidos. «Se ven acuerdos de reparto de áreas y poder sin necesidad de compartir un proyecto general común. Lo que nos hace falta son acuerdos mayoritarios con un proyecto común», insiste el doctor en Ciencia Política de acuerdo al estudio que realizó tras entrevistarse con las bases y las cúpulas de los partidos.
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