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1961
Además de estudiar Filosofía, Liturgia, Teología y otras materias propias de su formación y de leer las Sagradas Escrituras, los alumnos del Seminario Diocesano de Vitoria ampliaban sus conocimientos y habilidades con cursillos de aprendizaje artístico-manual. Como el que se desarrolló en el centro ... de Ali en 1961. Los futuros sacerdotes alaveses, por entonces adolescentes, se iniciaron así en la pintura con el pincel de Enrique Suárez-Alba, en la escultura de la mano de Eusebio Viribay y en la marquetería a partir de los consejos de José Moreno. Las clases de aeromodelismo impartidas por este último y la posterior puesta en práctica entusiasmaron a los estudiantes del curso medio elemental del Seminario, como se aprecia en la foto. La iniciativa reproducía en Vitoria los llamados Talleres de Nazareth que impulsó un ingeniero barcelonés para formar a los aprendices a cura en labores manuales de ayuda a la comunidad. Había que preparar al párroco de pueblo por si debía echar una mano con cualquier chapuza.
Jamás olvidará Araya la tragedia que se llevó la vida de ocho de sus vecinos, trabajadores de la fundición Ajuria y Urigoitia, el 17 de agosto de 1961 cuando explotó un horno que iba a ser sustituido por otro nuevo. El duelo sobrecogió al pueblo en los funerales por las víctimas..
1959
Con la sana pretensión de facilitar a los vitorianos el acceso a leche pasteurizada -tratada para eliminar bacterias-, el Ayuntamiento abrió el llamado Despacho de Productos Lácteos en la calle Marqués de Estella el 1 de abril de 1959. Muchos vieron en la apertura de la lechería municipal competencia desleal para los ganaderos locales que proveían al vecindario en sus vaquerías. El alcalde, Luis Ibarra, se apresuró a zanjar la polémica. «No es nuestra intención perjudicar los intereses legítimos de nadie. Los industriales lecheros podrán seguir sirviendo a domicilio, al precio autorizado, leche a granel y pasteurizada». Incluso se les ofreció que se sirvieran de ella en el puesto para la posterior distribución entre su clientela. El local ubicado en los bajos de la sede de la caja municipal, provisto de una enorme cámara frigorífica, recibió una primera entrega de 12.000 litros de leche alavesa esterilizada en Bilbao pues aquí aún no se había construido la central de Zaramaga. La campaña láctea fue todo un éxito y se prolongó en el tiempo. La botella de litro valía 5,95 pesetas y su entrega a domicilio salía por 6,15. En la inauguración el último día de marzo, las autoridades mojaron los dulces con un vaso de leche.
Los Juegos Nacionales Escolares distinguieron al colegio Santa María de Vitoria como vencedor absoluto en 1959. Los 'Marias' ganaron en atletismo y el Instituto Ramiro de Maeztu, en pelota. Corazonistas, por su parte, quedó quinto en la tabla de centros educativos. Y por ciudades, Vitoria, con estos tres equipos estudiantiles, se proclamó campeona, con Madrid, segunda.
1958
Como el galán que era, José María Palacios, Ogueta, (1935-2002) seduce a la cámara fotográfica con su mirada hollywoodiana alzando al cielo de la plaza de España vitoriana la copa de campeón del Manomanista de pelota de 1958 desde el balcón del Ayuntamiento. Detrás, con el trofeo de perdedor de aquella final, el guipuzcoano Arriarán II, que en un gesto honroso participó en el multitudinario recibimiento y homenaje que tributaron la ciudad y sus autoridades al deportista local, ídolo, genio y figura. El día anterior, domingo 4 de mayo, en un Beotibar de Tolosa abarrotado y asfixiante, a quien llamaron 'El Ciclón' por su fiereza en la cancha, su pegada, sus ganchos había conquistado la primera de las dos txapelas que se caló en el torneo por excelencia de la mano profesional. Ogueta le endosó un 22-7 a Arriarán II con solo 174 pelotazos cruzados entre ambos en 48 minutos de partido. Al año siguiente, en Bergara, el as vitoriano revalidó el título ante García Ariño I. «El chico goza de grandes y merecidas simpatías», escribió del más grande de la pelota alavesa de todos los tiempos el cronista 'Aitona' en las páginas de EL CORREO del 6 de mayo. El músico Maximino Lizarralde dedicó un pasacalles a Ogueta.
En vista del incumplimiento del Código de Circulación por parte de ciclistas y otros conductores, el Ayuntamiento de Vitoria reguló mediante un bando de alcaldía -27 de mayo de 1958- el uso obligatorio de luces o dispositivos reflexivos en bicicletas, carros y vehículos similares en horario nocturno. La Policía Municipal sancionaría al infractor con hasta cien pesetas de multa.
1969
La salmantina vecina de Vitoria Francisca Mangas, de 33 años, ingresó en el desaparecido Hospital Militar, en la calle Comandante Izarduy, convencida de que daría a luz a mellizos. Pero, sorpresa, lo que vino al mundo fueron tres niños, Santiago, Antonio y Juan. Casada con Juan Barbero, de 40 años, también natural de un pueblo de Salamanca, la parturienta llegó al centro asistencial a las cuatro de la madrugada del 17 de enero de 1969 y dos horas más tarde nacía el primero de sus tres bebés, a quien siguieron sus hermanos al cuarto de hora y a los treinta minutos.
«Dos, sí, porque el embarazo no ha sido como los otros y el médico también esperaba que fuera doble». Pues resultó ser triple. Un chaval de dos años y una cría de quince meses ya formaban parte de la familia que de pronto se hizo numerosa. A Francisca le asistió en la sala de partos el doctor Regalado y la matrona Mari Carmen Foronda y además de ser una mujer feliz también lo fue afortunada. Las autoridades la colmaron de regalos en metálico, también facilitaron al matrimonio una vivienda más amplia en Zaramaga y la caja provincial, por su 110 aniversario, le entregó un juego de ropa de punto y una libreta de ahorro con 1.000 pesetas para cada criatura.
1965
No debía estar muy aseada que digamos Vitoria allá por 1965 cuando su Ayuntamiento acordó la urgente y necesaria adquisición de una barredera para el debido adecentamiento de las calles. El crecimiento de la ciudad y al parecer también «los insuficientes servicios y elementos» y «otros factores», en este caso de falta de civismo, habían incidido negativamente en la limpieza de la vía pública, que no era del agrado de los vecinos. La compra de una máquina-escoba de última generación, de fabricación norteamericana, debía contribuir a solucionar el problema, esto es, a embellecer el callejero. El novedoso artilugio, capaz de alcanzar los 30 km./h., se puso en marcha el 7 de julio de 1965 con el fin de evaluar sus prestaciones. Dispuesto de un barredero central y dos laterales y de un depósito en su parte delantera que almacenaba la porquería para después ser volcada a un camión, hizo su trabajo de comprobación en las cuestas de San Vicente y San Francisco y en los alrededores de la Catedral Nueva bajo la curiosidad de la chiquillería y paseantes. Convenció su faena succionadora, sobre todo por su fácil adaptación a los bordillos, y el 19 del mismo mes ya se puso manos a la obra. En sus primeros cuatro días recogió 36 toneladas de residuos y tierra dejando la sensación de su gran eficacia en las zonas del extrarradio, las más sucias.
La explosión de una bombona de cloro para el tratamiento del agua de las piscinas alteró notablemente la plácida tarde de verano que disfrutaban unos pocos miles de vitorianos en el parque de Gamarra el 28 de julio de 1965. Más de medio centenar de bañistas necesitó de atención médica por mostrar síntomas de intoxicación y una decena fue ingresada. Todos se repusieron al cabo de unos días.
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