Elvis vive

Elvis ha vuelto. Me refiero al Elvis de los Zapatos de gamuza azul y del Rock de la prisión. El problema es que lo ha hecho en el cuerpo de una médium ya entrada en años a la que no le gusta nada el rock ... and roll; tampoco baila muy bien debido a su sobrepeso y ni siquiera habla inglés. Pero Elvis está aquí y se deja notar en la voz de la médium cuando enarca la rodilla hacia dentro, y con el ritmo de un bamboleo de cadera entona: 'I just can't help believing' con una claridad tal que si cerrásemos los ojos, nos parecería estar en el salón de Graceland en un show privado con El Rey. La médium se deja hacer, pero a veces interrumpe la canción con un tirititran-tran-tran. Intenta imprimir su toque personal al clásico, pero al final se impone Elvis y sus mmm mmm y sus yeah-yeahs. Han invitado a la médium a un programa de televisión y se dice que lo verán millones de personas. Como era de suponer, el presentador exige una prueba contundente de la presencia de Elvis en su cuerpo: le invita a cantar 'Love me tender' en vivo y en directo. La médium sale al escenario como un manojo de nervios, no nota la presencia de Elvis en su interior, no siente la caricia del mínimo mechón de pelo desprendido del tupé. Elvis no ha venido. No tiene más remedio que improvisar y sustituye la consabida letra por un 'Lofmitendá, lofmisuit', pero se queda ahí, la música sigue y Elvis no quiere salir a cantar. Se suceden los minutos y la canción se convierte en una música de sala de espera. Todo el país asiste a esa lamentable representación que al día siguiente se convertirá en las risas y muecas de humoristas de cafetería; se ríen, se burlan y lo hacen porque ignoran que Elvis se ha enamorado profundamente de nuestra médium; de su fragilidad; de su arrebatadora vulnerabilidad en el escenario, y se ha jurado a sí mismo cantar solo para ella, en la intimidad.