1975
El derribo de la vieja plaza de abastos de Vitoria (hoy, plaza de Los Fueros) fue una obra de demolición poco rentable a decir de quien la acometió, el empresario Santos Bengoa, en febrero de 1975. El Ayuntamiento le pagó por la contrata 200.000 ... pesetas, menos de la mitad del medio millón que calculó a bote pronto el industrial tras la obra por la suma de permisos, peones, maquinaria y otros gastos. Piedra, hierro y cristal eran los elementos arquitectónicos que distinguían tan singular edificio público, la mayoría de los cuales acabaron en las escombreras municipales o en los arenales de Lasarte. De la chatarra sí sacó provecho Bengoa, que la cambió por otros materiales para posteriores trabajos de construcción.
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Los últimos tenderos de la plaza abandonaron sus puestos el 11 de enero de 1975 y seguidamente se instalaron con su género en la cercana plaza de Santa Bárbara. El popular mercado se echó abajo en veinte días, los primeros de febrero de aquel año. Intervinieron siete obreros, dos especializados en el corte de hierro, con dos grúas, una cargadora y cuatro camiones. Aunque se buscó durante el derribo, no apareció la primera piedra de la obra que proyectó Javier Aguirre a finales del siglo XIX.
1960
En distendida conversación, a la izquierda, el periodista Hilario Dorao, primer director de EL CORREO en Álava y antes fundador del Deportivo Alavés hace 101 años, entrevista a Aurelio González de Langarica con motivo de la retirada de este como árbitro de fútbol. El artículo, publicado bajo el seudónimo de 'Gomecha', habitual de Dorao, el 8 de diciembre de 1960, desvela algunas de las muchas vicisitudes por las que pasó el colegiado argentino criado en Vitoria desde que sopló el silbato por primera vez en un Alavés-Sestao (2-1) en 1943. González de Langarica había sido futbolista en sus años mozos, pero un balazo en su pierna izquierda durante la Guerra Civil le impidió seguir en activo y se decantó por el arbitraje. Entre tantos momentos vividos en el desempeño de su labor recordaba con emoción un Real Unión-Vergara en 1959 por la ovación del público antes, al descanso y al final de la contienda. El peor trago lo pasó en Haro, en un partido con el Ilintxa que hubo de suspender por espacio de veinte minutos por incidentes del público y que, a su conclusión, necesitó de la escolta de la Guardia Civil hasta Miranda de Ebro subido a un taxi y acompañado de un directivo y un jugador jarreros.
Langarica se retiró «agradecido» por los «afectos» recibidos, aunque el partido que debía homenajearle el 8 de diciembre de 1960 se pospuso por el mal estado de Mendizorroza. Quiso dejar atrás «la ingrata labor arbitral». Porque ya entonces, decía, «hay que aceptar cosas, a veces impertinentes», de jugadores y «algunos exaltados».
1960
El 13 de diciembre de 1960, día de santa Lucía, la patrona de los invidentes, cayó en martes. Como de costumbre cada año, esta jornada se conmemoró con una agradable velada, festiva para ellos y sus familiares, lazarillos y amigos. Se la tomaron libre, por lo que ni hubo venta del cupón prociegos ni lógicamente se realizó el sorteo local diario. Para honrar a su virgen escucharon misa en la capilla del convento de las Madres Reparadoras, en la calle San Antonio, donde está tomada la fotografía de Arqué (Fede Arocena y Goyo Querejazu). Después se reunieron en la delegación provincial de la ONCE, en Olaguíbel, donde su director, José Novo, se encargó de gratificar a cada vendedor con la cantidad que habían dejado de ingresar por tomarse el día de fiesta. Había por entonces dieciséis en Vitoria con puestos callejeros fijos en la zona centro mayormente. Por su cercanía y amabilidad con los vecinos y compradores eran personajes muy queridos y conocidos. En esos años el cupón se vendía a una peseta y el primer premio ascendía a 250.
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Cada 13 de diciembre Vitoria se transformaba con los trajes, paseos y fiestas en torno a las alegres modistillas que festejaban también a santa Lucía. Después de misa en San Cristóbal se dejaban ver y sentir elegantes por las calles. Sastres, empleados de comercios textiles y relojeros disfrutaban del día igualmente.
1968
El distinguido coro argentino de voces infantiles Los Niños Cantores de Mendoza despidió en Vitoria su gira europea el 26 de febrero de 1968. Había una razón de peso para que fuera aquí, en Álava, el escenario de su último concierto. La Diputación les preparó una cuidada excursión a la pequeña y bella localidad de Mendoza para mostrarles la torre medieval, del siglo XIII, con sus historias, intrigas y escudos heráldicos, sede que fue de las Juntas Generales. Los 35 pequeños con su director Víctor Volpe, creador seis años antes de una agrupación que todavía hoy sigue haciendo las delicias del público, fueron recibidos y agasajados en la Casa-Palacio de la Provincia a su llegada a la capital, donde interpretaron la canción 'Pueblo español'. Ya en Mendoza descubrieron todos los recovecos del torreón, visitaron a los niños en la escuela, con los que intercambiaron cánticos y pasearon por las calles del pueblo. De vuelta a Vitoria descubrieron el Museo Provincial, el Diocesano y Naipes Fournier y comieron en 'La Antonia'. Tanto ajetreo aconsejó la supresión de la salida vespertina a Labastida.
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Los Niños Cantores de Mendoza se despidieron con un concierto sublime en el Teatro Guridi, donde se les escuchó cantar piezas argentinas tan conocidas como 'Carnavalito', 'Buenos Aires' y 'Mendoza trabaja y canta'. Las críticas musicales distinguieron de ellos «el lirismo y la gracia» de sus delicadas voces.
1967
«Sin más protección ni prevención que unos maderos arrimados a las paredes, desprovista la obra de un vallado que resguarde del derribo y evite la posibilidad de que cualquier material pueda alcanzar a un transeúnte». Es tarea de la prensa escrita, entre otras muchas, la de denunciar a través de sus páginas aquello que entrañe peligro para los ciudadanos en su quehacer diario. En su edición del 30 de septiembre de 1967, EL CORREO se hacía eco mediante la publicación de una fotonoticia del riesgo que para los vecinos y viandantes se corría con los trabajos de desmantelamiento de un inmueble en la esquina de las calles La Esperanza y Calvo Sotelo (hoy Francia) en pleno centro de Vitoria, junto a la ya desaparecida estación de autobuses. Una brigada de operarios trabajaba en el desmontaje del tejado de madera de la vieja casa y a pie de calle, en las aceras repletas de cascotes caídos, únicamente unos tablones de pie sobre las paredes cerraban el paso y alertaban de la inseguridad de transitar por el lugar. Posteriormente, se tomaron medidas y se valló la zona.
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Un camino de ronda, como si fuera una circunvalación, rodeaba Vitoria en el siglo XIX. A la hoy calle Francia se la conocía como 'La Ronda' o Ronda de Oriente, que unía las carreteras de Bilbao y Navarra. En 1887 pasó a llamarse Francia; en 1937, Calvo Sotelo y a partir de 1979, de nuevo Francia.
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