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N. A. / E. S.
Miércoles, 7 de junio 2017, 01:30
«No me lo esperaba», aseguraba Ainhoa Santamaría al recoger su Max a la mejor actriz de reparto. Y la vitoriana se mostraba agradecida a sus compañeros de la compañía Feelgood equipo técnico incluido y al texto La estupidez, donde interpretaba a cinco personajes «que no voy a poder olvidar nunca» con tal excelencia que le ha llevado al premio de la profesión teatral. Daba las gracias «a los que crean para que podamos contar lo que queremos» y apuntaba que «a mí como dramaturga no me van a dar el premio».
En cambio, apostó por «una mejor gestión cultural del teatro, tenemos los espacios y los medios para seguir creciendo». Ella ha crecido muchos metros en la profesión desde aquellas La dama boba de Lope y Bodas de sangre de Lorca con las que se estrenó sobre las tablas, hace ya dos décadas. Después de decidir que la Historia del Arte no era lo suyo y de verse abocada a la escena y estudiar en la Resad.
En este tiempo, su pasión ha sido el teatro, donde ha participado en obras como aquella Presas, la reciente Feelgood o en Todos eran mis hijos con Claudio Tolcachir. No se ha prodigado mucho en el cine, pero en la pequeña pantalla ha dado vida a personajes de Águila Roja, El comisario, Amar en tiempos revueltos Cita a ciegas o Isabel, en cuyas tres temporadas encarnó a Beatriz de Bobadilla, que fue la mejor amiga de la princesa interpretada por Michelle Jenner antes de que se convirtiera en Isabel la Católica.
La propuesta que ha llevado el galardón de teatro familiar a tierras vizcaínas parte de dos niñas que están acostumbradas a jugar juntas. Se quieren. Y luego se enfadan... y el enfado les dura un montón de años, hasta 60. Cuando se reencuentran, pasado tantísimo tiempo y ya muy viejitas, se dan cuenta de que se siguen queriendo. «Es una historia de amor entre dos mujeres, pero no solo: el tema principal es la tolerancia, que en estos tiempos que corren, en los que parece que todos estamos enfadados con todos, falta nos hace», explica Jokin Oregi, autor y director de Amour, el espectáculo para público infantil mejor dicho, para toda la familia que el lunes por la noche se hacía con el Max en su categoría. La ternura, la llamada al entendimiento, la confianza en que el amor siempre encuentra su sitio, y una gran técnica gestual, todo eso es lo que el público y la crítica han visto en Amour, una producción de la compañía vizcaína Marie de Jongh (Tartean Teatroa) y el Arriaga, con la coproducción de Basauri Sozial Antzokia y la colaboración del Teatro Victoria Eugenia.
Obra de gira
La obra, que aun está de gira y seguirá viva al menos hasta finales de año, cuando Marie de Jongh estrene su próximo montaje (de nuevo en el Teatro Arriaga, como ocurría en los últimos días de 2015 con Amour), prueba también que algo está cambiando en la manera de ver las producciones destinadas al público más joven: Oregi estaba nominado como mejor director a los mismos premios por esta pieza. No lo ha ganado, pero está igualmente satisfecho. «Se hacen mejores trabajos y se está empezando a reconocer. Es un gran paso. Lo que importa es que hay que exigirse al máximo siempre».
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