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Natxo Artundo
Sábado, 3 de junio 2017, 00:50
«Quien lee o escucha poesía tiene conciencia, y le van a engañar menos. La lectura de una novela no es lo mismo, en cuanto a las maneras en que hace trabajar al cerebro. Y, de hecho, ahora están estudiándolo en relación con problemas o ... enfermedades mentales». Elisa Rueda, distinguida por EL CORREO como Alavesa de mayo, se expresa con voz suave, sin estridencias, dejando que las palabras sean portadoras de ideas. Y que quien las reciba, las escuche. Maestra de formación, lleva enseñando euskera desde 1999 en el instituto Ekialde. Y mucho más tiempo envuelta en el lenguaje: los libros la atraparon ya de niña. «Descubrías la literatura y los autores a través de lo que te mandaban leer. Iba al colegio Samaniego y tendría 7 años, teníamos todas las tardes de lectura y me metía en Julio Verne, Machado... Y, según lo que leía, luego escribía», recuerda Rueda, vitoriana desde el lustro de edad.
Nacida en Markina (Bizkaia) «en la calle Okerra, una calle torcida, de ahí el nombre», asocia la localidad a un aroma especial, «no sé si por el mármol. Recuerdo los sonidos de los pasos, que sonaban de una manera determinada». Luego, vivió un tiempo en Eibar y llegó a la capital alavesa en una serie de movimientos obligados por los cambios en la ubicación de la fábrica donde trabajaba su padre.
En el colegio, «no me creía lo que decía el profesor que había detrás de los textos literarios, como que Lorca hablaba de la Guerra Civil cuando citaba un amanecer. Pero, claro, lo tenía en cuenta para el examen. Después lo he descubierto por mí misma. Es lo que queda, cuando lo descubres tú», distingue.
Su vocación artística no sólo se reflejó en la literatura. Como actriz, Rueda ha trabajado en la serie Goenkale y ha hecho papeles diversos en teatro y cine. Entre ellos, en los cortos El Cuco o De Chilena, del alavés Yago Mateo, o en Jugando con la muerte del también vitoriano Paul Urkijo. Fue el ámbito de la interpretación donde conoció a Txaro Martínez, a quien sustituyó en la narración de La Piztia de Domaikia o en visitas guiadas teatralizadas. «Ella me invitó al Club de los Poetas Rojos cuando supo que yo escribía», recuerda.
Salir del libro
Los recitales siempre contenían versos «de denuncia social, transmitir algo que nos anime a cambiar el mundo o quitar la venda de os ojos para ver la realidad. Para mí fue muy importante, porque yo escribía pero no lo enseñaba. Además, para recitar tienes que entender y fagocitar la poesía, ver qué pones de ti misma, qué te llega», describe y subraya cómo en el grupo se debaten los poemas y lo que transmiten. Y confiesa que cuando propuso unos versos propios -«Bien plegadita, para un recital sobre la mujer»- no tuvo buena respuesta. Parecía que no veían contenido en ellos. Lo que sucedió es que mandó un email -sin citar la autoría- «pero no incluí el texto, ja, ja, ja».
Ahora es «un clásico» en sus recitales. Y Rueda ha «salido del cuaderno» con tres poemarios y varios premios. Y hasta con un cuento infantil que le regaló la Green Capital a la Reina en Fitur. Y eso que ella se confiesa republicana.
Hace ocho años que descubrió los caños de Vitoria como escenario poético. A raíz de ahí, creó Poetas en Mayo, una cita consolidada y construida con mucha voluntad de poetas y poco apoyo económico. Y que encarna de forma única y abierta los muchos rostros de la poesía en el mestizaje contemporáneo. Y que, pese al tópico de lo minoritario, llega a miles de personas. Y mucho más allá de Álava.
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«Para mí, recitar fue muy importante porque antes escribía poesía pero no salía del cuaderno»
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