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María José Pérez
Miércoles, 31 de mayo 2017, 01:00
Las personas que ejercen la mendicidad lo consideran «como un empleo» y ello les exige una organización y un sistema para llevarlo a cabo. Es una de las conclusiones del proyecto Gasteizko Es-kale-an efectuado por el Ayuntamiento de Vitoria para conocer la realidad ... de quienes piden en la calle y así poder afrontar el diseño de políticas y propuestas de actuación acordes con su situación para que dejen la calle. Los resultados del trabajo, efectuado en dos fases, durante 13 días entre diciembre y enero, y 14 días en febrero y marzo, fueron presentados ayer por el concejal de Políticas Sociales, Peio López de Munain, que destacó la intención de acercar a esas personas «a los servicios sociales que trabajan para erradicar la vulnerabilidad de estas personas».
Actualmente «existen servicios suficiente para atenderlos», advirtió el edil, pero la mayoría de ellos desconocen su existencia o no están interesados, a pesar de que los entrevistados para realizar este informe declaran que pedir no es una práctica agradable, tanto por la falta de empoderamiento que sienten al realizarla como por las condiciones en las que lo hacen. Por eso, el Ayuntamiento pretende dar visibilidad a esas personas.
El trabajo desarrollado por el Consistorio, en el que ha resultado fundamental la implicación de las educadoras de calle (Hurbil), ha obtenido la respuesta de 53 personas, lo que no significa que no haya más mendigos en la ciudad. Por ejemplo, sólo pudieron acceder a cinco que buscan en los contenedores y, además de que no quisieron responder a las preguntas. «Tenemos la sensación de que hay más», reconoció López de Munain. Pese a ser los más inaccesibles, el perfil es el de hombres de unos 35 años o mayores de 65. Unos buscan material (ropa, metal, electrodomésticos, etc.), que luego podrían vender, y otros elementos de primera necesidad como alimentos. E incluso los hay «con problemas de salud mental».
Residentes en Miranda
Menos complicado resultó establecer el perfil del grupo denominado personas que piden limosna en la calle. Se trata de un varón de entre 46 y 64 años, de nacionalidad española y procedencia rumana, no empadronados en Vitoria. Curiosamente la mayoría dijo que residía en Miranda de Ebro. El dinero que recaudan alcanza, en el 26% de los casos, los 600 euros al mes, dice el informe. Y esa es su principal fuente de ingresos. Cuatro de cada diez consultados señala que pide a diario y seis de cada diez lo considera un trabajo.
Otro grupo bien definido lo constituyen quienes piden en la puerta de las superficies comerciales. Todos son extranjeros, sobre todo de Nigeria (86%) y empadronados en Vitoria un 73%. Casi la mitad llevan entre 1 y 3 años en esta actividad, en muchos casos diaria, que también la consideran como un empleo. En este caso, el 53% admite que le sirve para socializar. Sólo un 5% dijo estar organizada con otras personas para realizar esta labor, «pero no hemos detectado que se trate de mafias», advirtió el concejal.
El otro grupo sobre el que ha resultado casi imposible realizar un perfil es el de aquellos que ejercen venta itinerante o actividades artísticas del tipo de ofrecer pañuelos en los semáforos o hacer malabares y pasar la gorra. Sólo respondieron tres, hombres de 23 a 30 años, dos de ellos extranjeros y ninguno empadronado en Vitoria y apenas desvelaron más datos.
Sobre las propuestas de actuación inmediatas, el departamento de Políticas Sociales se plantea grupos de diálogo donde participen los mendigos, ciudadanía y profesionales de servicios sociales, así como poner en marcha la campaña se sensibilización La otra cara de la moneda.
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