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Rosa Cancho
Domingo, 26 de marzo 2017, 01:32
Cuando a Juan Cadiñanos (Vitoria, 1976) los profesores de Corazonistas le preguntaron eso de qué quería estudiar, tenía ya claro que lo suyo era la ingeniería genética, pero por la rama biosanitaria. Una serie de circunstancias de la vida han hecho que este vitoriano haya ... desarrollado su brillantísima carrera en Oviedo. Una larga huelga de la Facultad de Bioquímica de Leioa (UPV), la oportunidad de trabajar con el prestigioso investigador Carlos López Otín, sus tesis sobre el envejecimiento acelerado por alteraciones genéticas, sus estancias en Harvard y Cambridge, la oferta para dirigir un recién creado laboratorio de Medicina Molecular en Instituto de Medicina Oncológica de Asturias, el amor... Un cóctel de oportunidades que este joven investigador ha sabido aprovechar para profundizar en sus estudios sobre el ADN. Tras once años de trabajo ha recibido, junto a Otín y Jorge de la Rosa, el reconocimiento internacional a un descubrimiento que abre una nueva vía en la lucha contra el cáncer. Han indentificado nuevos genes que cooperan para frenar el avance de los tumores.
Cadiñanos, que ya tiene acento asturiano, trata de explicar a EL CORREO de manera sencilla en qué consiste su hallazgo, publicado ya por la revista 'Nature Genetics', algo así como 'la biblia' de su especialidad. El genoma humano, detalla, tiene más de 21.000 genes «y no los conocemos todos, pero cuanto más sepamos de cada uno y de cómo funcionan más opciones tendremos para atacar al cáncer».
El proyecto que ha hecho que su equipo esté en los últimos días en las páginas de numerosos periódicos y revistas nació en Inglaterra, donde ya desarrolló junto a Jorge de la Rosa modelos animales para el estudio del cáncer y para la identificación de nuevos genes implicados en los procesos tumorales. Luego modificaron genéticamente a una serie de ratones de manera que en cada una de sus células llevaban un ADN capaz de saltar de una zona a otra de su genoma creando mutaciones al azar.
Ese fragmento de ADN «saltarín» se denomina transposón. El utilizado por el vitoriano y su equipo se alojó dentro de un gen denominado Pten, ya identificado desde hace tiempo por los científicos. Se trata de un supresor de tumores cuya función es evitar el crecimiento descontrolado de las células. Más de la mitad de los tumores malignos de próstata -uno los más prevalentes en hombres- tiene mutaciones que inactivan el 'Pten'. Pero este preciado gen también está fuera de juego en la mitad de los cánceres de endometrio, hasta en el 40% de los tumores cerebrales, en el 20% de los melanomas y aproximadamente en un 10% de los de mama o tiroides.
Volvamos a los ratones. Todas las células a las que el transposón saltaba y se reinsertaba tenían dos mutaciones. «Una de ellas es siempre la misma y es la inactivación de Pten y la otra es un alteración en cualquier otro lugar del genoma».
Aplicación terapéutica
A causa de estas mutaciones, los roedores desarrollaron tumores de próstata, piel, mama, endometrio, glándula suprarrenal e intestino. Los investigadores analizaron en concreto 278 muestras de los tres primeros. El transposón se había insertado en más de cien genes. «Y esos en concreto eran los candidatos a ser supresores tumorales que cooperan con 'Pten' para luchar contra el cáncer».
Como había que acotar un poco el estudio. Los científicos se centraron el caracterizar cinco genes alterados en los tres tipos de tumores analizados, pero sobre todo en los de próstata. Ahí es donde utilizaron células humanas benignas de próstata y vieron que si se inactivaban los cinco y el Pten, se convertían en malignas, capaces de invadir los tejidos de alrededor.
Y como en los biobancos hay ya tumores de todo tipo analizados hasta el extremo, cotejaron muestras y muestras. Y vieron que en los tumores de próstata humanos, cuanto más avanzada está la enfermedad, menos niveles hay de los cinco supresores tumorales encontrados. Y lo contrario, a mayor presencia de estos genes, mejor supervivencia.
Un hallazgo inesperado
Y de manera inesperada encontraron con algo que puede tener aplicaciones terapéuticas inmediatas para el cáncer de próstata, explica Cadiñanos. Uno de esos genes nuevos se llama 'Wac' y como todos tiene doble presencia en el ADN, «una heredada del padre y otra de la madre». Bien, cuando falta una de las dos copias el avance del tumor se acelera y cuando faltan las dos, se detiene. «En principio, la inactivación completa de Wac en los tumores de próstata que tienen ya inactivado también Pten, y que son la mayoría, podría frenar el desarrollos del tumor».
Hay más supresores tumorales conocidos que tienen sus propios colaboradores. Identificarlos será clave para encontrar nuevas formas de impedir que un cáncer avance. El equipo del vitoriano seguirá adelante con sus estudios -tiene en marcha otras tres líneas de investigación- y ofrece su investigación al resto de colegas para avanzar entre todos ya poder por fin vencer al cáncer.
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