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Rosa Cancho
Sábado, 18 de marzo 2017, 01:08
Acostumbrado a premios y honores, asegura que los reconocimientos que llegan desde casa, como este de Alavés del mes o el ser elegido pregonero de La Blanca, le hacen «especial ilusión». Es imposible resumir el vasto currículo del catedrático en psiquiatría y jefe del HUA, ... Miguel Gutiérrez (Vitoria, 1948), pionero en mil formas de abordar los daños en la psique y cicerone desde hace ya un cuarto de siglo de miles de congresistas a los que ha llevado de la mano a patear Vitoria y a comer en sus txokos.
-¿Siempre ha tenido claro que quería explorar la mente?
-Lo de ser médico no lo he dudado nunca y lo de dedicarme a la psiquiatría creo que lo decidí antes de empezar la carrera. Mi padre, que también era psiquiatra y psicólogo, utilizaba el test de personalidad del árbol y yo se lo hacía a toda la cuadrilla y tenía mucho éxito, ja, ja. Me pareció siempre apasionante el estudio de la mente.
-En un artículo que dedicaba a José Guimón recordaba esos primeros años de su carrera en un antiguo depósito de cadáveres de Basurto. Lo que ha llovido, ¿no?
-Era el año 73-74. Todo ha cambiado extraordinariamente. En aquella época tuve la oportunidad de conocer hospitales psiquiátricos del País Vasco y de fuera. Eran establecimientos asilares, con una atención de lo básico. Hasta mediados de los 80 no se empieza a implantar una nueva psiquiatría. Fueron años de mucha ilusión y de una dedicación absoluta. Eso nos impulsaba a buscar siempre fórmulas y alternativas para tratar los problemas.
-¿Y ya por fin la psiquiatría tiene el puesto que se merece dentro de la medicina?
-No, es la hermana pobre. Creo que aún nos queda mucho para eliminar el estigma que afecta al enfermo psiquiátrico y que también nos afecta a quienes les tratamos. Es una lucha permanente por buscar nuestro sitio.
-¿Los psiquiatras son raros?
-No sé si somos raros o no, lo que sí sé es que somos distintos de otros especialistas en el abordaje, en la aproximación, en el trato, en todo. Creo firmemente que tenemos menos prejuicios que los demás, que esa frase de ponerse el mundo por montera a nosotros nos va muy bien.
-Lo que tienen es menos reparo a reconocer errores.
-Ninguno, ni a eso ni a mostrarnos con nuestras debilidades.
-O sea, menos ego.
-Creo que sí. Todos los días confrontamos lo grande que es el desconocimiento que tenemos de cómo funciona la mente y eso no deja de ser una cura de humildad y un desafío.
-Usted ha sido uno de los artífices de que la red de salud mental alavesa sea un referente...
-El esfuerzo ha sido grupal. Estoy orgulloso de haber impulsado el desarrollo de la psiquiatría de hospital general o de la atención a toxicómanos, y ahí he tenido un papel más personal, pero en el conjunto de la reforma psiquiátrica, en el desarrollo del modelo alavés, comunitario, pluridimensional, de trabajo en equipo, soy uno más. Las flores hay que compartirlas.
-¿Qué retos les plantea a los profesionales esta sociedad?
-Estamos en una sociedad compleja. Por una parte la prolongación de la esperanza de vida hace que veamos a más enfermos psiquiátricos, porque cuanto más vives, más posibilidades tienes de tener problemas relacionados con la desintegración de las funciones mentales. Nos ha pillado un poco a contrapié y habrá que desarrollar servicios de gerontopsiquiatría o psicogeriatría. Pero en paralelo también observamos que los periodos que llamábamos de adolescencia son más precoces. Vemos a niños de 10 años con ordenadores, teléfonos móviles y eso hace unos años no era frecuente. Estaban con una pelota en el patio de casa; ahora ya no y eso genera unos problemas.
-¿Cúanto se ha adelantado?
-Cuatro o cinco años. Pero de manera paralela se ha prolongado. Es decir, que nos encontramos con gente de 19 o 20 años que funciona como si tuviera 12 y no sé si es porque la sociedad les protege demasiado o no les entrena para generar recursos para confrontar el estrés, la frustración...
-¿Qué problemas derivan de eso?
-Depresiones y a partir de una edad los consumos de tóxicos son un problema que está en primer plano y que tiene repercusiones psiquiátricas extraordinarias. Va a haber un grupo de personas que no va a madurar nunca y eso es socialmente problemático.
«Lamentable» no por el no
-¿Nos atormentan a los alaveses cosas diferentes que al resto?
-No. Vivimos muy bien. Creo que era el exsíndico el que decía el otro día que tenemos problemas muy pequeños en relación a como está el mundo. La calidad de vida aquí es extraordinaria y lo tenemos que reconocer. No se entiende bien que a veces seamos tan protestones.
-Hace unos años decía que apreciaba cierto complejo de inferioridad en el alavés. ¿Ahí seguimos?
-Sí, miramos siempre demasiado a otros pero no para aprender sino para comparar.
-¿Qué se puede esperar de una clase política instalada en el no por el no?
-Es lamentable, eso desanima a la gente. Tienen que aprender a pactar y negociar y a no confundir las políticas. ¿Qué tiene que ver la guerra de Kosovo con que pongamos el tranvía por una calle u otra?
-Se cumplen 25 años del curso y 30 de que le tocara inaugurar el Europa. ¿Vitoria mantiene el tipo a la hora de organizar congresos?
-Sí. Ahora, tiene un problema grave que es el de las comunicaciones. Es lo primero que se valora. Si es difícil llegar, perjudica a la ciudad. Para congresos de 500-1.000 personas es ideal, es muy cómoda, se disfruta a pie. Y aeropuerto y un tren de alta velocidad que te ponga en Madrid en 3 horas sería ya...
-20 años llevamos con la burra del AVE a cuestas.
-Sí, sí. Son ideas antiguas y seguimos igual.
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