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Jorge Barbó
Viernes, 17 de marzo 2017, 18:12
Qué repámpanos hace un músico de salsa en un festival de jazz de relumbrón como el de Vitoria. Qué tendrán que ver esas canciones simplonas que bailan los jubilados en esas desopilantes clases de aeróbic con artrosis con el virtuosismo sobrecogedor de Miles Davis. A qué altura queda esa orgía de trompetas desatadas, de chicas de faldas cortísimas bailando, como poseídas, del brazo de negros zumbones descamisados sudando ron, si se la compara con las veladas sobrias con música de Coltrane. Pero es que él es mucho más que un músico de salsa. Rubén Blades (Ciudad de Panamá, 1948) le quitó el celofán de los prejuicios y los tópicos al género y lo elevó a las alturas del latin jazz, que queda como más fino. Poeta, político, abogado, actor y claro, músico, el cabeza de cartel de la 41 edición del Festival de Jazz vitoriano es una suerte de hombre del Renacimiento con fuego en las venas. Un erudito de la maraca.
Esa deliciosa película de gángsters, de chulos y putas hecha canción que es Pedro Navaja, alumbrada en su época con Willie Colón, ya le merece todos los elogios del mundo a un hombre que sorpresas te da la vida, ¡ay Dios! se despide de los escenarios en una gira con parada en el Jazz de Vitoria. El señor licenciado en derecho en Harvard, el actor que ha compartido secuencia con Jeremy Irons, Anthony Hopkins, Micky Rourke o Harrison Ford, el político con más ritmo del Cono Sur (con permiso de Maduro) se apea de una carrera que comenzó con la grabación From Panama to New York junto a Pete Rodríguez en 1969 y que ha dejado un rosario de éxitos populares como Plástico, Decisiones, Camaleón o Buscando América,
Fue en un festival de la canción de Barranquilla el año pasado cuando anunció al público, entre ritmo y ritmo, su intención de dejar los escenarios para dedicarse a preparar su candidatura a las presidenciales de su país en 2019. Será su segundo intento de asaltar los cielos de la política panameña. El músico ya se presentó a las elecciones del país en 1994. Y ya entonces no le fue del todo mal. Resultó ser el tercer candidato más votado, con casi el 18% de los votos. Años más tarde, en 2004, su tirón popular en el país hizo que fuera nombrado ministro de Turismo, un cargo que ocupó hasta 2009. Ahora encara una carrera presidencial en la que tratará de hacer bailar al personal al ritmo de sus maracas.
Villano de tebeo
Al profano, la personalidad de Blades se le antoja como una especie de raro juego de muñecas rusas. Cada rasgo va escondiendo infinitas facetas cada vez más diminutas, cada vez más sorprendentes. Si la grande es la de músico, que guarda a la del político, que a su vez encierra a la del abogado y a la de actor, una de las siguientes tendría que ser la de profundo enamorado de la cultura pop. El panameño puede presumir y de hecho, lo hace de acumular en sus estanterías una vastísima colección de cómics, con más de 15.000 ejemplares. Entre ellos, nada de finas novelas gráficas de autor: lo suyo son los títulos de superhéroes, con bien de onomatopéyicos porrazos, lycra y abdominales a paladas.
Resulta que el hombre que ha grabado con popes de la industria musical como Dudamel, Sting o Dylan, se pirra por las historietas de Batman, de las que es considerado un sesudísimo experto y un fan que ni ese rarito inadaptado de Sheldon Cooper en Big Bang Theory. Hasta tal punto llega su veneración por el enmascarado que Neal Adams, padre del hombre murciélago, le incorporó como personaje en la nómina de villanos para el álbum La Odisea de Batman.
Además del cameo en viñetas de Batman, la leyenda salsera, habitual de la feria Comic-Con, converge con el universo freak de una forma algo más sutil al haber interpretado hace un par de años a un personaje de la secuela de la serie de zombies Fear The Walking Dead. Pero él no es ningún muerto viviente. Ya se puede alejar de los escenarios todo lo que quiera, que su leyenda seguirá siempre viva.
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