Una nueva visión sobre el emprendimiento femenino
Hay que superar las barreras de todo tipo que muchas mujeres encuentran a la hora de iniciar un proyecto empresarial
Nerea Melgosa
Jueves, 9 de marzo 2017, 00:51
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Nerea Melgosa
Jueves, 9 de marzo 2017, 00:51
La crisis, esa crisis de la que tanto nos está costando salir, ha generado un cambio radical de perspectiva sobre muchas realidades que dábamos por sentadas. También nos ha aportado una nueva visión sobre conceptos como el emprendimiento, el cambio de modelo o la economía ... social, fundamentales para salir de la actual situación con mayor fortaleza. En este contexto, cobra relevancia también el término de la economía femenina. ¿Existe realmente la economía femenina? ¿Hay que tenerla en cuenta para hacer posible un nuevo modelo que evite errores del pasado?
Hay datos que invitan a pensar sobre la realidad y la potencialidad de la economía femenina. Diferentes estudios demuestran que proyectos empresariales planteados por mujeres tienen menor índice de supervivencia que los encabezados por hombres. La estadística dice que se enfrentan a más dificultades en un ámbito muchas veces duro y competitivo como el del emprendimiento.
¿Por qué los proyectos liderados por mujeres encuentran más obstáculos en el mercado? Hay diferentes motivos y entre ellos destacan las dificultades para encontrar financiación, la falta de redes de apoyo o la escasez de modelos de referencia de emprendizaje femenino con casos de éxito. Hacen falta más experiencias que inspiren y animen a iniciar su propia aventura.
Además, las mujeres tienden en su mayoría a plantear ideas con grandes dosis de economía social, con unos objetivos y un esquema de funcionamiento diferentes a los de la economía convencional. Los últimos datos constatan que del total de emprendedores sociales en el mundo, el 55% son hombres y el 45% son mujeres, frente al ratio de que por cada mujer emprendedora hay dos hombres.
El ecosistema femenino es totalmente diferente al masculino. Los hombres inician un proyecto empresarial por factores de oportunidad, mientras que las mujeres emprenden por necesidad. Hay motivaciones para poner en marcha una empresa con rostro de mujer que no aparecen en el caso de los hombres: la necesidad de encontrar un equilibrio entre la vida familiar y profesional, la búsqueda de jornadas de trabajo más reducidas o flexibles, la necesidad de poder reintegrarse en el mercado laboral tras periodos de crianza o cuidado, las dificultades para lograr proyección en la carrera profesional dentro de una empresa convencional
Respecto al sector de la actividad, mientras los hombres se decantan por el sector tecnológico o por el ramo industrial con más perspectivas de internacionalización, las mujeres suelen emprender en sectores como el ocio, la educación, los servicios y el turismo. Según un estudio de la Comisión Europea, el 22 % de las mujeres emprendedoras trabaja menos de 40 horas a la semana en los países de la OCDE, mientras que esta tasa se sitúa en el 10% en el caso de los hombres, por lo que muchos de estos proyectos de emprendizaje son de autoempleo, para adaptar el trabajo a las circunstancias familiares y no como negocios pensados para crecer.
Desequilibrios
Las responsabilidades familiares y el trabajo relacionado con el cuidado siguen recayendo fundamentalmente en las mujeres. Este es un factor determinante para explicar la menor tasa de emprendizaje femenino. Es el llamado techo de cristal, que impide avanzar en la carrera profesional al tener que elegir entre la vida privada y pública. Un techo que muchas mujeres suelen alcanzar a la edad en que sus carreras profesionales pueden crecer.
En este contexto, el apoyo familiar es un factor fundamental para el éxito y la continuación de los proyectos. El modelo empresarial que impera refleja en su mayoría valores masculinos con los que la mujer emprendedora no se siente identificada: reuniones a ultimas horas del día, viajes de empresa, primar las horas presenciales Un modo de trabajar y vivir cada vez más en tela de juicio.
Es muy importante proporcionar oportunidades para que las mujeres emprendedoras no estén solas. Y para ello es imprescindible un nuevo modo de entender este ámbito económico, tejiendo redes más allá de las del propio mercado, dando facilidades allí donde surgen las barreras propias de un concepto monolítico de la economía, abriendo mentes que siguen instaladas en viejos prejuicios. Porque un mayor protagonismo de la mujer en el emprendimiento es el camino hacia un modelo económico más justo, más equilibrado y, en definitiva, más humano.
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