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JORGE BARBÓ
Jueves, 2 de febrero 2017, 01:37
Como esa visita eterna, que viene a tomar café y no para de anunciar una despedida que nunca llega. «Qué horas, qué tarde se ha hecho, me voy a tener que ir marchando», resopla el invitado sin llegar a despegar el culo del sofá. Algo ... así les pasa a los celebérrimos reyes de la rumba poligonera, trovadores de esa España vestida con pantalones acampanados y camisas con chorreras que galopaba por los descampados a lomos de un caballo con cuchara y papel de plata. Los Chichos llevan más tres años diciendo que se largan, que lo dejan, que están cansados y que «hay que dejar paso a los nuevos». Y así, hasta ahora. Esta noche (21.30 horas) hacen parada y fonda en Vitoria para traer sus greatest hits agitanados a la sala Jimmy Jazz. Será un adiós de leyenda, ni más ni menos.
Si se atiende al gancho promocional del cartel que anuncia el bolo ésta será la última ocasión para ver al trío por estos lares. Aunque tampoco conviene tomárselo muy al pie de la letra. En 2014 en el nostálgico programa de la Campos, para más señas, anunciaron que se apeaban de una larguísima carrera de 40 años. Arrancaron entonces una gira de despedida que les llevó a actuar, meses más tarde, en el festival Viña Rock frente a un público muy ajeno al de sus comienzos, en los 70, en la discoteca Lover de Madrid. Hasta allí acudían los pijos capitalinos para apretarse güisquis, tratar de seducir a las gachís, y escuchar los ritmos de dos calorros con la piel de aceituna. Y no necesariamente por ese orden, claro.
El del medio
Desde el Pozo del Tío Raimundo, uno de los muchos poblados chabolistas que supuraban entonces en la periferia de las grandes ciudades españolas, las letras con olor a marginalidad de Emilio y Julio comenzaron a causar sensación. Y para cuando se les unió Jero sí, al que los Estopa le dedicaron el tema El del medio de Los Chichos, el éxito, uno de los más brutales que ha conocido jamás el negocio musical español, se les empezó a venir encima.
Su primer single, una casete que llevaba por una cara el tema Quiero ser libre y, por la otra, Si tú pudieras estar conmigo se vendió como churros: en sólo un mes lograron colocar más de 200.000 unidades. Para hacerse una idea de la magnitud del asunto, el disco más vendido en España en 2016, el último de Manu Carrasco, alcanzó las 89.500... en todo un año.
Aquel fenómeno hizo que las casas discográficas se los rifaran y no tardaron en grabar Ni más ni menos (1974), el primer LP de una discografía que incluye más de una veintena de títulos refritos, grandes éxitos y recopilatorios de todo pelaje a un lado de la que, según cuenta una leyenda que parece tener bastante más de cierto que de marketing, se habrían vendido más de 22 millones de copias.
Tras la separación, en 1990 y la muerte, en 1995, de Jero, el del medio, enganchado fuera y dentro de los escenarios, comenzó el declive de un grupo que ha dejado himnos quinquis como Quiero ser libre, El vaquilla, Te vas, me dejas o la mentada (y coreada hasta la afonía en los karaokes, Ni más ni menos), temas grabados a hierro y cromo en el imaginario colectivo, incapaz de olvidar ¡ay! aquellas carátulas que daban lustre al top ventas de la gasolinera.
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