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NATXO ARTUNDO
Sábado, 3 de diciembre 2016, 02:17
Se puede ser bueno, mejor y excelente. Cuando se llega a un cierto nivel, el respeto y la admiración se traducen en recompensas como los Musika Bulegoa o el premio Nacional de Música, por citar sólo los dos últimos galardones institucionales a Juanjo Mena. Nacido ... en Vitoria en 1965, este director de orquesta de proyección mundial forma parte de la élite de su profesión y lleva el nombre de su ciudad por los más prestigiosos recintos del mundo musical. Ligado hasta 2018 a la Filarmónica de la BBC, debutó en mayo en la temporada de abono de la Filarmónica de Berlín, considerada el summum de este tipo de formaciones en todo el globo. Otra delicatesse sonora de primer nivel es la Filarmónica de Nueva York, donde no se han conformado con llamar para una sola ocasión a este músico, que ha encabezado también conciertos de las mayores orquestas estadounidenses como las de Chicago, Los Ángeles, Boston o Filadelfia. En Europa, la batuta del alavés también es solicitada por importantes formaciones.
Y, al contrario que en el tópico, es profeta en su tierra, donde en su día apoyó con firmeza sus pies para dar sus primeros pasos profesionales como titular de la Joven Orquesta de Euskal Herria (EGO). Por todas estas cosas, y muchas más por venir, EL CORREO ha querido dejar constancia del orgullo ante la trayectoria de este artista y designarle Alavés del Mes de noviembre.
En el seno de las principales orquestas vascas, la Sinfónica de Euskadi (ESO) y la Sinfónica de Bilbao (BOS), cinceló y pulió esa combinación de rigor y sensibilidad, de solidez y emoción, de visión de conjunto y atención al detalle que le han permitido desarrollarse con confianza en los podios más prestigiosos. Así pudo afrontar el riesgo de dejar la seguridad de un director titular en 2008 y sin red vamos, sin orquesta fija trabajó en Bergen y en Génova, como invitado principal. En estos dos intensos años dirigió tanto en Europa como en América, en proyectos que le situaban al frente de una formación durante períodos de sólo una semana en cada caso.
Ya se trate de un compromiso breve o de una labor a más largo plazo, Juan José Mena Ostériz pone la música por delante. Y es que su enorme talento y oído se apoyan siempre en un trabajo intenso y concienzudo, donde el director hace a la partitura a la vez suya y del autor, a la vez referencia histórica y deleite de sus contemporáneos. De nuevo, una mezcla de factores que dan como resultado la excelencia, cuya fórmula magistral está al alcance de pocos.
Pero Mena sabe bien de dónde vienen las cosas. Por eso ha donado los 30.000 euros del Nacional de Música a la enseñanza infantil o los fondos del Musika Bulegoa para que el joven pianista vitoriano Garikoitz Ortiz de Villalba complete su formación. Al mirarse en el espejo, el director ve el reflejo de Antxon Lete y el colegio Samaniego, de Carmelo Bernaola por sus conocimientos «y su amor por la música», de Enrique García Asensio «sobre todo, a nivel técnico» o de Sergiu Celibidache «por todo lo que hay de magia y ese nunca dejar de intentar obtener sonoridades más bellas, esa sensación de creación de algo místico, no tangible. De lo que es el arte realmente».
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