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Las apariciones de Ezquioga dieron pie a Pío Baroja para escribir la novela 'Los Visionarios'
Visionarios en Bachicabo

Visionarios en Bachicabo

Durante el verano de 1931, un pastor de este pueblo alavés aseguró que se le había aparecido la Virgen. Fue en una gruta en el lugar conocido como Petrás

Francisco Góngora

Martes, 15 de noviembre 2016, 02:07

Proclamada la II República Española en abril de 1931, no tardaron mucho algunos sectores de la Iglesia más conservadora en atizar el fenómeno de las apariciones marianas, siguiendo la estela de Lourdes y Fátima. Aquel año hubo una verdadera epidemia. La más conocida fue la de Ezquioga, en Gipuzkoa, que dio pie en 1932 a Pío Baroja a escribir la novela Los Visionarios que versaba sobre el supuesto milagro. En 2001, Manuel Gutiérrez Aragón dirigió la película Visionarios basada también en los hechos de Ezquioga, con intervención destacada de Karra Elejalde. No hay que olvidar que la Iglesia ha reconocido como verdaderas decenas de manifestaciones marianas a lo largo de los siglos. Entre otras muchas, la de la Virgen de Umbe en Bizkaia.

Álava también tuvo su episodio aunque apenas trascendió y acabó a palos al cabo del tiempo. El investigador Juan Carlos Abascal, de Valdegovía, ha trazado a grandes rasgos lo ocurrido. También el periodista Pedro Morales Moya lo ha recogido en sus escritos.

La primera aparición

Cuenta Abascal que un muchacho de unos 14 años, llamado José Luis Barrio, de familia oriunda del pueblo cercano de Bachicabo, se hallaba pastoreando un pequeño hato de ganado, como no podía ser menos cuando se trata de apariciones de la Virgen, dijo que se le había aparecido la Madre de Dios cerca del manantial de Petrás. «Se trata de un sitio casi inaccesible al que se va por el camino que va desde el Alto el Llano a Bachicabo, hacia el depósito de aguas. Tras subir una pequeña loma, se ve una roca de escasa altura sobre un pastizal. Al acercarse se distingue una mínima oquedad», apunta el montañero Josean Gil-García en su obra Espejo. Paseos y Excursiones. La combinación como vemos es clásica, un manantial, una gruta y un pastor.

En cosa de días, las gentes de buena fe de la zona dieron crédito a la noticia y empezaron a reunirse en torno a la roca, junto al vidente a la espera del hecho milagroso de ver aparecer a la Virgen. En principio eran fieles procedentes de los pueblos próximos, pero poco a poco fueron uniéndose gentes llegadas de Bilbao, Vitoria, Burgos y Miranda de Ebro, y hay quien recuerda en Espejo la llegada desde Madrid de autobuses para ir en peregrinación hasta la gruta.

Señala también el investigador que varios curas párrocos de la zona, principalmente Félix Alesón, párroco de Espejo, e Ildefonso, párroco de Barrio, consideraron que convenía ordenar aquella concurrencia de fieles y con su tutela organizaron comitivas camino de Petrás, rezando el rosario y las letanías de costumbre. En estas circunstancias de tanto fervor, se unieron otros videntes que también veían a la Virgen, entre ellos otro de Bachicabo, Ignacio Orruño, y hasta seis o siete más de otras localidades del Valle de Valdegovía. Todos afirmaban que la veían.

El caso de Ezquioga

El hispanista católico irlandés Walter Starkie visitó Ezquioga cuando las apariciones estaban en su momento de máximo auge y dedicó un capítulo entero de su libro Spanish Raggle-Taggle a esos sucesos. Después de analizar las historias que le contaron y de ver los hechos que allí ocurrían, concluyó bastante convencido que grupos derechistas y tradicionalistas estaban utilizando las manifestaciones marianas como herramienta política en su lucha contra la laica Segunda República Española, que se había proclamado dos meses antes de iniciarse las apariciones. Algunos de los mensajes que supuestamente había dado la Virgen a los videntes hablaban de una inminente guerra.

En Espejo, agrega Abascal, pudo suceder otro tanto ya que el ambiente político era muy malo con los republicanos muy en contra de lo religioso.

«Hubo dos bandos irreconciliables en el tema de la aparición: los que estaban convencidos de que era verdad y se dejaron llevar por motivos religiosos y económicos; y los que estaban convencidos de que era un engaño o no lo querían creer. Entre los primeros, además de los visionarios y los párrocos se encontraban las hermanas Barredo del pueblo de Espejo, reflejadas en el cuento El Tercer Milagro por Pedro Morales Moya en su libro titulado Al Aire Libre-Cuentos Alaveses. Ellas, a pesar de que todo se vino abajo continuaron yendo al lugar a rezar a la Virgen.

También hubo quien vio un filón económico en las apariciones. Los lugares donde se manifiesta la Virgen, se revalorizan económicamente y son objeto de especulaciones urbanísticas. Véanse Fátima o Lourdes y los negocios inmobiliarios y comerciales que existen alrededor de estas apariciones. En ese sentido, ya había gente pensando en levantar un edificio para venerar a la Virgen y en Espejo pensaban en construir hoteles, fondas, etc. Las hermanas Barredo mencionadas no eran ajenas a ello. Ellas eran las idealistas, pero su entorno pensaba en sacar beneficios a las numerosas fincas de la familia.

Como en Ezquioga, los que se negaban a dar por buena la aparición también eran un grupo numeroso. Y tenían muchas razones para estar en contra. Juan Carlos Abascal coloca en primer lugar el anticlericalismo feroz que explotó tras la proclamación de la República en todas partes. A su juicio, ese odio extremo había prendido entre muchos jóvenes de la comarca que hacían mofa y escarnio de los seguidores de la Virgen de Petrás en el pueblo de Espejo.

También había motivos personales según las indagaciones de Abascal. Había dos jóvenes de Espejo acusados de una violación cometida justo antes de la República, en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, que tenían inquina a Ildefonso, cura de Barrio, que fue quien impulsó la denuncia por violación. Dichos jóvenes pagaron con cárcel el supuesto delito cometido.

Tampoco estaban muy interesados en abonar el fenómeno los frailes de la comunidad de Pasionistas de Angosto, santuario con mucha solera que veneraba a su propia virgen aparecida también.

Primer intento

La cosa es que la tensión creció y un día se acabaron las apariciones. Según relata Juan Carlos Abascal, hubo un primer intento de reventar el fenómeno cuando el párroco Ildefonso y su feligresía volvían en procesión después de rezar ante la Virgen de Petrás atravesando el monte hasta llegar a la carretera. La comitiva tenía que pasar bajo la peña a cuyos pies brota la fuente que llaman de El judío a la entrada del pueblo de Barrio. Estos jóvenes de Espejo les esperaron en lo alto de la peña, y se dispusieron a tirar piedras al cura y acompañantes con ánimo de asustarles e impedirles el paso. Don Ildefonso dio un paso adelante y con los brazos en cruz, se arrodilló y gritando hacia arriba a los atacantes les conminó a que le mataran a él solo y dejaran al resto de acompañantes en paz. Esta actuación sobrecogió a los jóvenes de Espejo quienes dieron marcha atrás en sus intenciones en esta ocasión.

A palos

Pero las apariciones tenían los días contados. Un atardecer, cuando la masa de fieles estaba rezando el rosario ante la roca, a la espera de que se produjera la aparición, un grupo de mozos irrumpió en la explanada y la emprendió a golpes con los devotos de Petrás, para que desalojaran la zona. Arrancaron las flores y ramajes que rodeaban el hueco abierto en la roca donde se suponía que aparecía la Virgen. Hubo alguna resistencia y se liaron a palos y puñetazos para disolver a la feligresía allí congregada.

Los jóvenes reventadores eran de Espejo, unos, y de Villanañe, otros, enviados por el entonces señor de Varona, Rodrigo Hipólito de Varona para proteger los intereses de Angosto.

Los mozos bajaron a Espejo ramas y flores y montaron un falso altar en el ventanal de una casa, justo donde arranca la carretera de Barrio y colocaron el cartel con la letrilla: La Virgen de Petrás, cansada del monte, ha bajado a la Ciudad. La Guardia Civil inicio un procedimiento de interrogatorios para conocer el alcance de la reyerta e informar sobre la verosimilitud o falsedad de las apariciones.

Desfilaron por el cuartelillo de Espejo los que decían ver a la Virgen, que «hábilmente interrogados» tuvieron ocasión de desdecirse. Aun así el vidente de Bachicabo, José Luis Barrio, se mantuvo en sus trece durante muchos días, hasta que acabó negando sus visiones.

Y así se dio fin a la aparición de la Virgen en Petrás en el pueblo de Espejo.

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