Una persona ‘sin techo’, ajena a esta información, duerme en el kiosco de La Florida.

Vitoria prepara 20 camas extra para cobijar a los ‘sin techo’ los días de frío

En el último invierno los educadores y voluntarios contactaron con alrededor de 40 personas que vivían en la calle

ROSA CANCHO

Lunes, 17 de octubre 2016, 01:02

La vida de cada una de las personas que acaba deambulando por las calles de una ciudad, con sus cuatro pertenencias apelotonadas en una bolsa y sin techo sobre el que dormir, es única. A saber qué cosas le han empujado a ser errante, mendigo ... a ratos, ludópata, alcohólico o adicto sin arraigo. La suya es una elección libre que en los meses más fríos del año se torna peligrosa. Ser callejero en Vitoria es muy duro cuando en un mismo mes se suceden las heladas y los temporales de agua y nieve. Y cuando el cuerpo que la soporta no se encuentra en su mejor estado de forma. La muerte de una de estas personas por frío es un fracaso que el sistema de protección social de cada ciudad siente como suyo. Por eso Vitoria trata de limitar al máximo los riesgos de la intemperie y activa cada año, desde noviembre a marzo, un dispositivo especial de alojamiento invernal denominado DAI.

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El de este año ya está listo (aunque pendiente de adjudicar a una empresa que lo dirija) con una aportación extra de 20 camas que se añadirán al dispositivo habitual de emergencias sociales que gestiona el Ayuntamiento y que cuenta con otras 119 plazas repartidas entre el Aterpe, la Casa Abierta y el Centro Municipal de Acogida Social (CMAS). Se trata de un recurso de baja exigencia habilitado en el propio CMAS, un lugar en el que se da cobijo y algo de cena y desayuno a estas personas y donde se les permite incluso tener a sus mascotas. Pasan la noche con otras personas en su misma situación, vigilados por educadores que tratarán de animarles a que sigan ligados a la red asistencial en un intento de llevarles por los itinerarios de la inserción.

Café caliente

Los últimos inviernos han aceptado ese café caliente y esa cama una media de 100 personas, según los datos que maneja el Departamento de Políticas Sociales que dirige el socialista Peio López de Munain. No significa que todos ellos estén en la calle. Entre los usuarios hay personas de paso por la ciudad y gente que necesita ese recurso de manera puntual. Son hombres en su gran mayoría y las personas de nacionalidad extranjera superan en número a las nacionales. Al acabar el invierno, el 60 % de ellos siguen ligados a los recursos sociales, de acuerdo con los datos de las diferentes memorias de actividad.

Estas camas incluidas dentro del DAI las usan también, de vez en cuando, las alrededor de cuarenta personas que, según el último recuento, viven en las calles de Vitoria de manera voluntaria y más o menos continua. A los educadores les resulta muy complicado trabajar con ellos por el elevado grado de desarraigo que sufren. Pese a querer seguir así, sin ayuda, están controlados por todos los agentes que forman parte de la red de ayuda a estas personas y que implica desde agentes de calle a policías, personal sanitario, técnicos de los servicios sociales y trabajadores de Bultzain, Bizitza Berria y Cruz Roja.

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Son ellos los encargados de detectar y tratar de convencer a los sin techo de que se cobijen al menos los días más gélidos y quienes valorarán si pueden pasar luego a otros recursos como el Aterpe o Casa Abierta y más tarde a pisos y a una vida normalizada. «Yo creo que el DAI es un buen instrumento para que esas personas que no se ajustan a las normas y que no quieren saber nada con nadie, cuando llegan estas fecha en Vitoria puedan tener una cama. Porque dormir en la calle es muy duro», defiende Peio López de Munain. «No asumen la disciplina y por eso son servicios de baja exigencia».

Puente Alto, a tope

El responsable municipal de Políticas Sociales explica cómo los diferentes agentes están pendientes de la climatología. «Cada vez que se anuncian heladas o nevadas, se habla con ellos y se les visita».

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Y si se niegan, tampoco quedan desamparados. Voluntarios de Cruz Roja y Bultzain recorren las calles, túneles, precarios chamizos o tiendas de campaña en las que saben que se refugian y les ofrecen bebidas calientes, bocadillos y ropa de abrigo. Si detectan a alguno con la salud muy deteriorada o un grado de inconsciencia o enajenación que hace que su vida peligre, llamarán a las ambulancias para que los médicos determinen su ingreso en un centro de salud.

El responsable de Bultzain, Satur García, es de los que sale a patrullar las calles en esos días de tiempo de perros. La casa que la asociación tiene en Puente Alto para alojar a los excluidos de entre los excluidos se encuentra a día de hoy «a tope», con sus 31 plazas cubiertas. No quiere ni pensar en un invierno de esos que hacen época. «Cada vez hay más gente que se encuentra muy tocada por la vida. Y algunos ni se acercan a nosotros porque desconfían de todo. Hay gente que vive en pabellones abandonados y camarotes de la que no sabemos nada», denuncia. García, como cada año, mantiene ese tira y afloja con las instituciones para conseguir recursos que le permitan mantener abierto su albergue e incluso para encontrar un sitio más amplio, señala.

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A López de Munain no le consta que haya gente viviendo en fábricas abandonadas. «Siempre que sabemos de alguien que está necesitado, vamos a buscarle y ofrecer ayuda», indica. «La respuesta que se da a cada persona que quiere salir de esta situación de exclusión en Vitoria es muy completa. Creo que hay una red de servicios sociales, que incluye hasta a los servicios de tratamiento de adicciones de Osakidetza, que responde», puntualiza el edil socialista.

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