Francisco Góngora
Martes, 12 de julio 2016, 00:40
No hay guerra tan olvidada como la de Marruecos. El estéril y sangriento empeño de una decadente monarquía -la de Alfonso XIII- en mantener algún peñasco colonial costó la más amarga derrota del Ejército español y más de 9.000 soldados murieron en poco más ... de un mes. Ya hemos escrito sobre ello en otra historia perdida (Los vitorianos que murieron en el desastre de Annual). Hoy quiero subrayar la historia personal del capitán Ramón Arce Iradier, vitoriano, capitán del Regimiento Alcántara, y uno de los muchos héroes que murieron dando la vida por sus compañeros.
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En julio de 1921, la capital alavesa se preparaba para vivir sus fiestas. Las corridas de toros con grandes ganaderías como los mihura o enormes diestros como Sánchez Mejías o Juan Belmonte eran el plato fuerte. Las primeras noticias sobre lo que ocurría en Marruecos eran escasas y estaban censuradas. El primer nombre en ser conocido como muerto fue el de Ramón Arce.
Así lo cuenta el periódico La Libertad:
«Ramón Arce. Otro vitoriano distinguidísimo que en las inhospitalarias tierras africanas riega con su sangre los campos de batalla. La familia que aquí tiene el bizarro capitan de Caballería -pertenecía al Regimiento Alcántara- recibió anoche un telegrama de Melilla, firmado por la señora doña Blanca Martínez, esposa del señor Arce, en el que decía Ramón, grave. Como da la coinciencia de que un hermano del herido, el comandante de Infantería donde José, presta sus servicios en el Ministerio de la Guerra, se le telefoneó enseguida pidiéndole detalles, pero contestó que en el Ministerio no se tenían aún la relación de las bajas. En vista de esto y por la natural intranquilidad e impaciencia de la familia se volvió a telegrafiar a Madrid y a Melilla, sin que se haya recibido contestación. Don Ramón Arce que lleva muchos años prestando excelentes servicios en el campo de operaciones de África era ayudante del coronel del regimiento de Alcántara y con su coronel subió a la posición de Annual el día 18. Al lamentar sinceramente su percance celebraremos que las únicas noticias que se tienen de sus gloriosas heridas se vean ampliadas por otras posteriores que pongan fuera de peligro la vida del bravo soldado de la patria».
Días más tarde, La Libertad publicaba lo siguiente:
«Ramón Arce. Desde que el domingo supo la familia que estaba herido, el rumor público lo señalaba entre los muertos en la tremenda catástrofe del combate de Annual -a pesar de la censura, el periodista la califica de catástrofe: se quedó corto. Fue aún peor-. Así ha sido desgraciadamente. Su anciana madre, sus hermanas y los hermanos políticos que aquí tiene el sinventura lo saben ya y no hay para qué ocultarlo. Ayer mañana llegó el telegrama fatídico: Ramón ha muerto. ¡Pobre Ramón! Era un bravo. Desacostumbrado a la vida de guarnición amaba la de campaña; en los campos africanos llevaba años y años siendo útil a su Patria y al estandarte ante el que jurara defender aquellas y al cobijo de sus pliegues benditos, y destrozado por el plomo enemigo, voló su alma a las regiones serenas de la inmortalidad. La carrera brillantísima que tenía y que le brindaba un porvenir risueño ha caído tronchada por su base; y allí, en Nelilla, queda llorándole su viuda inconsolable, y aquí los suyos, nosotros, todos. Porque el bravo capitán del Alcántara además de militar pundonoroso era una persona exquisita, un amigo bonísimo, de esos a quienes se busca por lo afable de su trato y por su corazón, lleno de bondades. Ya no queda de él más que el recuerdo. En los ingratos campos africanos habrá recibido su cuerpo sepultura junto a tantos otros héroes, sin el último beso del amor, sin la última caricia de la mujer amada; sin las postreras lágrimas de la anciana y noble madre que pierde al hijo en la flor de la vida».
El retórico y elogioso ejercicio necrológico del periodista de La Libertad no cuenta, sin embargo, las desdichadas circunstancias de la muerte del capitán. Aquella derrota estuvo marcada por la incompetencia y la cobardía de muchos jefes y el desastroso estado del Ejército. Sin embargo, en medio del desastre se escribieron por muchos militares las más sublimes páginas de heroísmo personal y sacrificio por los compañeros.
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Imprudente ataque
Un despliegue demasiado avanzado e imprudente ideado por el General Silvestre y unas estimaciones demasiado optimistas del número de enemigos a los que debía enfrentarse fueron la principal causa de la derrota. La caída de la posición de Igueriben, enclave adelantado que el general Fernandez Silvestre había ordenado establecer en contra del criterio de otros muchos jefes militares, provocó el ataque de más de 18.000 rifeños al campamento de Annual en el que se encuentran unos 5.400 hombres (unos 3.400 españoles y 2.000 indígenas).
La retirada, en principio ordenada, degeneró rápidamente en desbandada, sobre todo cuando las tropas indígenas, que guarnecían algunos puntos de vigilancia, se pasan en bloque al enemigo y comienzan a abrir fuego contra las tropas propias. Un nutrido grupo de oficiales y suboficiales en el que hay varios coroneles cogen fusiles y munición y se quedan en la retaguardia cubriendo la retirada de sus soldados. Entre ellos se encuentra el coronel Francisco Manella, jefe del regimiento de Caballería Alcantara que estaba en Annual para auxiliar al cuartel de Silvestre junto a su capitán ayudante Arce Iradier. Todos ellos mueren heroicamente rodeados de cadáveres de enemigos a los que han abatido, pero le dan un tiempo precioso a la columna que huye, al frenar a los moros durante varias horas. Ellos son los primeros gloriosos caidos del regimiento Alcantara en esas jornadas aciagas.
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Junto al coronel Manella y el capitán Arce estaban dos hombres de tropa del regimiento, uno el cabo Silverio Elvira que murió combatiendo al lado de su coronel y su capitán , y otro el soldado Florentino Moreno Martín que consiguió huir en la confusión de esos momentos iniciales del desastre y tras una odisea personal impresionante consiguió llegar a Melilla.
En el blog 'Desastre de Annual' se indica lo siguiente: «Lejos del Igan y junto a su coronel, se hallaba el alavés Ramón Arce, ayudante del regimiento. Era compañero de promoción de Castillo y habían conseguido el empleo de capitán el mismo año. Arce fue dado por desaparecido y su cuerpo nunca fue encontrado aunque existen referencias acerca de su muerte en el desfiladero del Izumar luchando brazo con brazo junto a Francisco Manella (coronel). Se había casado tan sólo dos años antes de fallecer en combate.
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El comportamiento posterior del Regimiento de Caballería Alcántara es uno de esos hitos heróricos que no pueden olvidarse. A sus jinetes le tocoó la tarea de apoyar la retirada y batirse con los moros que acosabn a los soldados en retirada. Prácticamente, no quedó ni un soldado del célebre regimiento.
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