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Saioa Echeazarra
Sábado, 18 de junio 2016, 00:57
«¡Cómo jarrea, es la mundial!», exclamaban a primera hora de la tarde de ayer desde los coches que intentaban encontrar hueco cerca de Mendizabala. Si ya de por sí el periplo de salir del vehículo, caminar un rato hasta la entrada del recinto y ... hacer cola para coger la pulsera o acceder con la entrada resultaba engorroso por el inmisericorde aguacero, al llegar a los accesos mucha gente se veía obligada a dar media vuelta porque «no nos dejan entrar con paraguas, así que volvemos al coche a dejarlo», se quejaban los asistentes.
«Yo me acabo de comprar uno y ahora me dicen que no lo puedo meter», protestaba Silvia, joven llegada desde Barcelona con el afán de presenciar los conciertos de «Danzig y Hellacopters». «Nosotros básicamente venimos a ver a Danzig. Somos de Bilbao, y sólo hemos comprado entrada para hoy», comentaban ya en el interior Unai Mínguez y Álex López, a resguardo del chaparrón bajo la carpa mientras actuaban The Flying Scarecrow. «Ya sabemos que es un putadón estar bajo la lluvia, pero ¡A disfrutar!», intentaba animar el vocalista desde el escenario.
En contraste con ediciones anteriores del Azkena, en las que la euforia y el gentío se percibían en la apertura de puertas, esta vez los rostros reflejaban más resignación que emoción. «Hemos tenido que ir al centro a comprarnos botas de agua y unos chubasqueros», explicaban Olatz, Ainize y sus amigas, todas de Pamplona, cerca de la zona de acampada. «Hemos estado hace un rato, y la verdad, no me gustaría tener que pasar ahí la noche», señalaban algunos de sus compañeros, más animados ya que «dormiremos en el hotel». Con lluvia o sin ella, «The Who bien merecen una buena calada», proponían el alicantino Jorge Castro y sus colegas Álex y Oriol.
Galeses y góticos
«Hemos venido en años anteriores y siempre hemos tenido buena suerte con el tiempo. Esta vez no», apuntaban, por su parte, los galeses Ross y Lyndsey, lógicamente «acostumbrados» en su tierra a acudir a conciertos con meteorología adversa. «Sobre todo, nos interesa ver a Fields of the Nephilim». En efecto, no pocos asistentes reflejaban su afición por el rock gótico por medio de atuendos negros y maquillaje a juego. Atavío que se apreciaba bajo el plástico de los chubasqueros, imprescindibles si uno quería ver los conciertos sin acabar completamente como una sopa.
Cerca de la entrada, los food trucks esperaban la llegada de compradores que todavía se hacían esperar por culpa de un diluvio que seguía cayendo sin tregua. La capilla de bodas estilo Las Vegas y la exposición motera mostraban en ese sentido un aspecto algo más desangelado.
Con Jared James Nichols ya en escena, el público no perdía la esperanza y se entregaba a una épica y acuática tarde-noche rockera.
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