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Sergio Carracedo
Jueves, 10 de marzo 2016, 09:20
Pocos lugares de Vitoria se conocen por el nombre de un restaurante desaparecido, quizá solo uno. Fue tal la fama y el renombre de un establecimiento de portal de Castilla que casi 40 años después de su derribo hay dos calles en la zona que ... recuerdan el viejo Paradero de La Antonia. Este afamado hostal-restaurante fue inaugurado en Armentia el 18 de abril de 1931, cuatro días después de proclamarse la segunda república. Uno de sus impulsores, el marido de Antonia, no pudo ver el negocio en marcha ya que murió en 1928 a los pocos días de poner la primera piedra. Sin embargo, su viuda, Antonia Fernández de Gamarra, arropada por sus hijos, se puso al mando del negocio para regentarlo durante décadas.
Al pie de la N-1, el Paradero de La Antonia se hizo un nombre en la ciudad y ganó popularidad entre los muchos famosos que lo frecuentaban: artistas, cantantes, toreros y deportistas. Llegó a recibir la placa de bronce del mérito turístico ya que era un punto de parada obligatoria para muchos turistas que detenían sus vehículos en Armentia para hacer un alto en el camino y acompañarlo de buena gastronomía. Caracoles y perretxikos por San Prudencio, pimientos rellenos, merluza a La Antonia -rebozada y con pisto-, paella, cordero y hasta langosta por encargo, eran algunas de las especialidades de la casa. La buena mesa y el buen trato hizo que fuera uno de los lugares elegidos por muchas parejas vitorianas para celebrar allí sus respectivos banquetes de boda.
Otros muchos vitorianos lo recuerdan por las tardes que pasaban en el restaurante, donde los porrones de vino y de cerveza rodaban desde la hora de la merienda hasta la medianoche, acompañados de tortillas, jamón o bocadillos.
Un lugar propicio
El restaurante de La Antonia y el alto del mismo nombre se encontraban en el cruce que formaban el antiguo Camino Real de Castilla y el Camino Hondo, que bajaba de Armentia. Fue la primera de las vías, el camino de Castilla, la que dio vida al lugar, antes incluso de que Antonia y su marido decidiesen instalar allí su negocio. Ya en 1844 el lugar era conocido como La Ventilla o La Venta (1929), mencionada en 1854 como la «Ventilla de Armentia en el Camino Real de Postas», según recogen Henrike Knörr y Elena Martínez de Madina en su obra Toponimia de Vitoria.
El 1928 Antonia y su marido Guillermo comenzaron a levantar su negocio, aunque a los pocos días llegaría el primer contratiempo. Tras la muerte de Guillermo, Antonia continuó al frente y en 1931 inauguró el Paradero con su nombre, frente a la actual cafetería Vittoria. No le fueron mal las cosas a Antonia Fernández de Gamarra, ya que en 1941 amplió el establecimiento con un segundo comedor y ayudaba a los más necesitados. EL CORREO recogió en 1942 las ayudas que daba a los pobres, al tiempo que daba mesa y mantel a muchos que no tenían para comer.
En una época en la que había pocos hoteles en Vitoria, La Antonia tenía cocina, dos comedores, habitaciones con baño y dos aparcamientos privados; Disponía, incluso, de habitaciones con baño y hasta botones uniformado. Además, tenía una zona de esparcimiento con árboles y columpios incluidos alrededor del magnífico edificio.
Años más tarde, a la cocinera de Ali le sucedieron varias hijas e hijos y media familia, que perpetuaron el negocio familiar durante 45 años, hasta que la carretera que le dio la vida se la quitó. En 1977 la familia que lo regentaba recibió un ultimátum para vender o expropiar con el objetivo de dejar paso al tráfico creciente de la N-1 que en esa época cruzaba por el centro de Vitoria.
Un año más tarde llegaron las excavadoras y el emblemático edificio fue derruido. Algunos sectores de la ciudad, como la Sociedad Landazuri, consideraron un grave error el derribo del viejo paradero que contaba en su interior con un artesonado de madera y cerámicas del Gargantúa, de Baco, de Gambrinus y hasta de Celedón, obras de Obdulio López de Uralde.
Las excavadoras derribaron lo que fue no solo uno de los mejores restaurantes de Vitoria sino que también una joya de la arquitectura. Tras el derribo, una calle cercana del polígono de Ariznabarra adoptó el nombre de Paseo de la Antonia, que permanece desde entonces entre Portal de Castilla y la calle Teodoro González de Zárate. Sin embargo, fue tan conocido el local que 30 años después de ser reducido a escombros el lugar donde se levantó rodeado de fincas de cereal todavía se conocía popularmente como Alto de La Antonia, sin que hubiera nada en el lugar que lo recordase.
Una rotonda después de 34 años
En el lugar donde se encontraba La Antonia se construyó a finales de 1981 una rotonda con el objetivo de eliminar uno de los 'puntos negros' de la ciudad y regular la intensa circulación entre Vitoria y Madrid. En 2005 fue reconstruida con motivo de la reurbanización del nuevo barrio de Zabalgana. Fue entonces cuando pasó de ser circular a tener forma ovoide y se convirtió en una de las rotondas más grandes de Vitoria. De hecho, su superficie permitió construir un parque en su interior. Pero en 2012, tres décadas después de su construcción seguía sin tener un nombre oficial. Las asociaciones de vecinos y el Síndico, Javier Otaola, propusieron al Ayuntamiento que identificara a la glorieta que une Ariznabarra, Armentia y Zabalgana como 'rotonda de la Antonia', denominación que era utilizada popularmente para denominar el lugar.
Finalmente, la recomendación del síndico «que serviría para construir nuestra memoria colectiva como ciudad» se impuso y la plaza pasó a denominarse La Antonia' en recuerdo del emblemático edificio y del hostal-restaurante que en 1977 dejó de recibir turistas y comensales.
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