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Sergio Carracedo
Miércoles, 2 de marzo 2016, 16:20
Aquel trágico 3 de marzo de 1976 que tiñó de sangre las calles de Vitoria, José dejó su domicilio en la cercana calle de Reyes de Navarra para retirar su coche recién adquirido tras ver acercarse una manifestación, según consta en las crónicas de entonces de El Correo.
Después de trabajar siete años en Suiza, José y su familia regresaron a España y se establecieron en Vitoria, allá por marzo de 1974. Andrea, su viuda, le recuerda como «la persona más maravillosa del mundo. Todos le adoraban, era un ejemplo para los demás evoca. Era muy trabajador, un buen padre y un hombre muy familiar y casero», resume.
En el momento de los violentos disturbios estaba junto a su vecino y amigo Bienvenido Pereda, que también resultó muerto al cabo de un mes. Cuando comenzaron los disparos permanecieron juntos, ya que el balazo que le destrozó el hígado a Francisco, le atravesó el pecho y la médula a Bienvenido. Tras cuatro días agónicos en el hospital, donde recibió la visita del entonces Ministro de la Gobernación, Manuel Fraga, falleció. Dejó una viuda y dos huérfanos.
Fue a las 7,30 de la mañana del domingo 7 de marzo cuando murió a los 32 años este trabajador de la empresa Basa, filial del grupo Arregui. Este salmantino, nacido en Morasverdes, fue la cuarta víctima de los sangrientos disturbios. Alrededor de diez mil personas asistieron al funeral oficiado en la catedral nueva por los cuatro trabajadores muertos hasta aquel momento, ya que faltaba uno fallecido más en la trágica lista. El funeral fue oficiado por el párroco de la iglesia del Buen Pastor, a la que pertenecía José Castillo.
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