PAULA NAPAL
Martes, 9 de febrero 2016, 01:05
«Un niño llegó paralizado por el frío, no reaccionaba y al bajarlo en el puerto le dimos té con azúcar. No sabía que era, pero al ver que le hacía volver en sí con los ojos nos suplicaba más», recuerda Iñigo Liges. Él y ... su compañero Iker Tapia dejaron aparcados sus trabajos como bomberos de Aguirrelanda, su cómoda vivienda en Vitoria y se pagaron dos billetes de avión para ir como voluntarios a la isla de Quíos, en Grecia, donde llegan de media trescientos refugiados al día de Siria, Irak y Afganistán. EL CORREO quiere reconocer esta labor humanitaria y por ello ha decidido nombrarles "Alaveses del mes" de enero.
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Iñigo e Iker forman parte de la organización Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), que reúne a profesionales de las emergencias vascos para que, haciendo relevos cada veinte días, ayuden a las barcas a llegar desde las aguas turcas a la costa griega. «Es una vergüenza, si vuelcan en el mar turco nadie les ayuda y mueren allí. Y en Grecia reciben apoyo gracias a la contribución y solidaridad de las ONG y los ciudadanos de a pie que costeamos esos gastos». Ambos volvieron la semana pasada con un sabor agridulce. "Es todo culpa de la situación geopolítica, si a todos esos mandatarios los encerrasen en una celda en la situación de frío y hambre que tiene que pasar toda esa pobre gente se pondrían de acuerdo en dos semanas", estalla Iñigo. «Todos los refugiados quieren quedarse en sus casas y en su país, en el momento que acabe la guerra podrán volver y acabaremos con esta situación», añade Iker.
Ellos han visto de cerca la desesperación. «Mucha gente lleva meses huyendo por las montañas, han sido torturados por la Yihad. Este viaje para cruzar el mar es su última prueba para llegar a Europa, y cuando nosotros les llevábamos hasta el puerto, muchos se desmayaban por la presión que tuvieron que soportar hasta entonces», indica Iñigo. Pero la tarea del SMH no siempre es fácil, pues en algunas barcas viajan entre las demás personas los mafiosos. «Cuando no tienen al mafioso entre ellos se alegran cuando nos ven, nos hacen señas para que lleguemos hasta ellos y mientras van a la costa cantan. Cuando está el mafioso todos callan, porque suele tener retenidos los pasaportes y tienen miedo de que no se los devuelva».
Sin comida ni agua
El coste del trayecto es de unos mil euros por persona cuando el tiempo es más peligroso baja a los quinientos, por media hora en barca si el viaje va bien. «Un grupo fue arrastrado hasta un islote y permaneció sin agua ni comida dos días. Como suelen hacer el trayecto de noche para esquivar a las autoridades, es difícil saber cómo navegar hasta una zona segura sin rocas. Cuántas barcas habrán desaparecido sin haber notado ni siquiera su presencia», lamentan.
Una vez que la ONG les ayuda a llegar a tierra, la vida no es más fácil para ellos entonces. «Suelen necesitar ayuda médica, sobre todos los ancianos y los niños y, salvo casos extremos, la sanidad griega no les atiende por miedo al colapso. A una mujer que había llegado con sus cinco hijos tuvieron que amputarle varios dedos de los pies porque había caminado descalza por la nieve durante semanas». Cuando llegan se les proporciona ropa seca, ya que van empapados porque «la mafia les hace entrar al mar hasta el lugar donde subirse a la barca». Tras pisar tierra, se les traslada a una nave abandonada de grandes dimensiones donde les detienen y registran. «Van separados de sus familiares, ya que algunos de ellos acuden primero al hospital, no entienden nada y el choque cultural es enorme». En ese edificio ruinoso, sin calefacción, comida o agua (para no generar «suciedad»), pasan la primera noche. Después, van siendo trasladados a distintos campos, donde, al menos, hay tiendas de campaña y literas y les proporcionan alimentos.
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Piedras al mar
La tarea del SMH en Grecia durará todo lo que puedan mantener los gastos económicos que su labor genera. Por ello, solicitan cualquier pequeña ayuda económica a través de la cuenta en Caja Laboral ES 3035 0235 2223 5003 8982. EL CORREO ha querido sumarse a esta lucha por los derechos de todas las personas y entrega a Iñigo Liges e Iker Tapia, de Salvamento Marítimo Humanitario, el premio "Alaveses del mes".
Iker muestra una fotografía que sacó en su estancia en Quíos. Sobre las rocas de la playa, varios niños tiran piedras al mar, ajenos a la situación de incertidumbre que pesará ahora sobre sus familias. Sin guardar rencor a esas aguas que pudieron ser su tumba. «Son niños, siguen queriendo jugar, son unos bichos y mantienen su inocencia, menos mal», agradecen ambos.
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