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Francisco Góngora
Sábado, 16 de enero 2016, 01:51
Ahora que la política ha vuelto al primer plano de la realidad y suscita tantas pasiones encontradas al veterano sacerdote Honorio Ruiz de Arcaute le resulta indiferente. «Hace tres años que no leo nada de política. Con 85 años y a las puertas de la ... muerte no me interesa», sostiene y cuenta que eso mismo sucedía cuando era niño. «En mi casa, en Zurbano, se hablaba de bueyes, de la cebada. La política era algo prohibido. Si había algún comentario, mi padre siempre cortaba:mañana, a la escuela. Era lo importante».
ELCORREO ha elegido a este zurbanés de cuna 'Alavés de diciembre' por haber cosechado a lo largo de su vida 6.000 voces propias del territorio condenadas a desaparecer y salvar poner en una publicación ese tesoro. El libro Antiguas Palabras Alavesas va por los mil ejemplares y toda la recaudación se destinará a las misiones. Mientras, Honorio no para de hacer entrevistas, algo que le abruma, ascendido ahora a ese retablo de alaveses, entre los que él ha conocido a Venancio del Val o Crispín Sáenz de Cámara, preocupados por conservar los rasgos de una identidad que se va difuminando.
¿Qué le parece el nuevo obispo de Vitoria, el navarro Juan Carlos Elizalde?
No he estado al tanto. Pero he visto que es un hombre con experiencia y Navarra es muy parecido a Álava. No tendrá dificultades.
¿Usted cree en aquella división en el clero alavés y vasco entre curas más nacionalistas y otros que no lo son? Ya lo describía Pío Baroja en 1930 en la novela El cura de Monleón?
Afortunadamente, creo que eso se ha superado. Hoy estamos mucho mejor, cada uno con sus fobias y sus simpatías. Pero ya no hay malos rollos de unos contra otros.
¿Qué sentimientos tiene cuando se le otorga este galardón o le llaman de todas las radios, gracias al libro publicado?
Os lo agradezco mucho. A pesar de la edad, a uno le ilusiona. Pero , permíteme que vaya a lo que me importa. Al fin y al cabo, soy cristiano y cura. Cuando sumas tantos años tienes que ir a fondo de las cosas. Y yo no estaría aquí si no hubiera sido por la religión, por ser sacerdote, una vocación que me ha hecho feliz. Mi mensaje es sencillo. Es una pérdida no tener religión. Con todos los inconvenientes y errores ser cristiano hace a la gente más humana, más social, más amiga, más capaz de ser honrada. La religión te da fuerza, te ayuda y te inspira.
«Una casualidad»
¿Le han llamado de alguna facultad de Filología o de la Academia de la Lengua?
No, nadie. Es completamente libre en el método, aunque sigue el modelo de los diccionarios. Este libro sale gracias a mis sobrinas, especialmente Edurne, que es profesora de marketing. Ellas se empeñaron en publicarlo. Yo ya lo daba por perdido. Tiene originalidad, pero es fruto de la casualidad, del trauma de un niño que sale del contraste de un pequeño pueblo con el mundo exterior. Te enteras luego que eso mismo ha ocurrido en otros sitios como Valencia o Asturias. A ellos les ha pasado como a nosotros.
Su habitación de la residencia sacerdotal está llena de recuerdos de Angola: tallas, pinturas, libros, fotografías.¿ África sigue en su corazón?
Naturalmente. Fui a convertirles y me convirtieron ellos a mí. Aquella gente es tan buena. Te sorprende que son más religiosos que nosotros. Viven la fe de una manera especial. Pero allí el miedo a los espíritus tiene una fuerza terrible. Llegas a ver a gente que muere de miedo de verdad.
Además de ser condecorado por el rey Juan Carlos I como caballero de la Orden de Isabel la Católica por su excepciona labor construyendo escuelas y dispensarios, usted ha escrito varios libros sobre aquella experiencia.
Nos pedían que escribiéramos para el Seminario. Y allí nos juntábamos, entre otros, el fallecido Luis María Pérez de Onraita y yo, con unos cigarrillos y la máquina de escribir. Lo hacíamos los sábados, el único día libre que nos encontrábamos, porque uno estaba en la selva y el otro en la ciudad. Entre los Kimbundos, Los Nxingas, Por tierras de Angola, Aventura en Angola. Son diarios, reflexiones sobre la experiencia misionera que nos pedían desde España.
Supongo que no todo eran satisfacciones.
Ni es tan estupendo, ni es tan desagradable, como algunos pueden pensar. Ahora, con espíritu misionero, como el que nosotros teníamos, se aguanta todo, hasta la muerte. Pero si vas a hacer dinero, negocio, turismo o a pasarlo bien mejor que no vayas. Pongo el ejemplo de una madre. La preocupación y el sufrimiento por el hijo que enferma, que suspende una asignatura o que tiene problemas, es lo que la hace grande. El sacerdote es ese padre y amigo que sufre con los pobres, pero ellos te dan mucha satisfacciones. No envidio a ninguno de mis compañeros que se quedó aquí.
Usted se tuvo que volver después de 20 años porque la malaria lo destrozó.
Allí no podía curarme y en Txagorritxu hicieron un trabajo excelente. Me salvaron el hígado. Pero volver a África era arriesgar. Lo hice algún verano para sustituir a algún compañero y ejercí de cura en San José de Arana y la residencia Ajuria.
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