Sergio Carracedo
Jueves, 24 de diciembre 2015, 01:09
Los edificios y solares del centro de las ciudades son más dinámicos que los del extrarradio. Son el foco de atención de más miradas y también objeto de más cambios. Poco importa si un caserío o una subestación eléctrica entonan con un barrio más o ... menos alejado, pero preocupa mucho si una estación de autobuses o una capilla desentona con los edificios del núcleo central de Vitoria.
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Por ello, bellos edificios han desaparecido en las últimas décadas del corazón de la capital alavesa, mientras otros perduran, y algunos, de aquella manera. Es el caso de la Capilla del Hospital de Santiago que hasta 1976 se levantaba en la confluencia de la calle Paz y la calle Olaguibel, una esquina que ahora ocupa el centro hospitalario. La mencionada capilla fue víctima de la piqueta porque el viejo templo «no guardaba la línea de las edificaciones modernas» que se iban a construir en la citada calle, o eso arguyeron los arquitectos, en una época en la que se proyectaba la construcción de un Galerías Preciados, unos metros más abajo.
Pero la historia de esta capilla ya comenzó accidentada. Se empezó a construir en febrero de 1867 según los trazados marcados por los arquitectos Francisco de Paula Hueto y Pantaleón Iradier, con los trabajos de los maestros canteros y carpinteros Ambrosio San Vicente, José Unzalu, Saturnino Ulívarri y Gregorio Arcaute. El 24 de febrero de 1867 Diego Martínez de Alguacil, obispo de la diócesis, puso la primera piedra. Sin embargo, en 1872, por «cuestiones políticas tuvieron que suspenderse las obras y la capilla se habilitó para menesteres militares», cuenta la crónica, en tiempos en los que se desarrollaba la última guerra carlista.
En 1883, unos años después de quedar resuelto el conflicto bélico, se acordó terminar las obras que se realizaron «con gran rapidez utilizando unas columnas de piedra que había en Estibaliz». El 20 de abril de 1883 se acordó que las imágenes que debían ser colocadas en la capilla fueran la de Nuestra Señora de la Victoria por el nombre de la ciudad, la de Santiago el Mayor y la de San Vicente de Paúl, fundador de las Hijas de la Caridad. El colofón a los 16 años de obras y vicisitudes fue la inauguración de la nueva capilla construida para el Hospital de Santiago bajo la advocación de Nª Sª de la Victoria, acto que tuvo lugar el 25 de marzo de 1884.
Desmontada con «sumo cuidado»
Sin embargo, tras 92 años en funcionamiento y 108 desde que comenzara a construirse, en mayo de 1976 se derribó. Pero no fue una demolición al uso. La capilla de estilo neoclásico se «desmontó» con «sumo cuidado» porque «muchas de las piedras de sillería valiosa han sido vendidas a diversos puntos de España», informaba la crónica de EL CORREO. El periodista detalla que «salieron dos camiones adquiridos por la caja territorial de Madrid hacia Hoz de Añero (Santander) a fin de restaurar palacios y paradores turísticos de aquella zona. Asimismo han salido piedras para unos chalets de Murguía y el resto, unas 150 toneladas, se encuentra depositado en Apodaca».
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Desmontada y reciclada en un sinfín de construcciones, la capilla de estilo neoclásico con vano de medio punto, rosetón y cubierta apuntada, con las naves de menor altura salvo en su zona central, pasó a la historia. En el lugar se levantó una de las alas del Hospital Santiago Apóstol de Vitoria, que sigue en funcionamiento.
Transcurridos unos días desde la demolición de la Capilla del Hospital, bajo el título de 'El Vitoria antiguo se va cayendo', EL CORREO publicaba que en cuatro meses se habían tramitado nueve derribos. Con nostalgia, el redactor escribía que «los típicos miradores van desapareciendo poco a poco y es posible que en un plazo no muy largo hayan desaparecido todos». En eso se equivocó, pero daba cuenta de que «las casas antiguas de nuestra ciudad se van quedando pequeñas al lado de las modernas edificaciones de seis plantas». Tras enumerar hasta 29 edificaciones que se iban a demoler en ese tiempo, acababa con una opinión personal: «justo es que lo que no vale se tire, pero es opinión de muchos que estas demoliciones se lleven con más orden y menos prisa y, sobre todo, que no se atente contra la fisonomía de la ciudad, que en algunos sectores bien céntricos es sustancialmente horrorosa. ¡Ah! Y a ver si queda algún mirador de esos que representan la arquitectura vitoriana de los siglos XVII y XVIII».
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