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Francisco Góngora
Martes, 22 de diciembre 2015, 00:55
Cuando la palabra ecología no se había introducido en el diccionario, la televisión se veía en blanco y negro y Vitoria carecía de conciencia ambiental, había un personaje que reunía frente al televisor a millones de españoles hablando de animales, de paisajes salvajes y de ... naturaleza. El hizo más ecologistas que nadie en la historia de este país y todavía no se hablaba de cambio climático. Fauna, El amigo de los animales, Aventura o El hombre y la Tierra son algunos programas que han moldeado la conciencia ecologista de muchos y crearon escuela. Nadie le ha superado en su pasión y su capacidad para transmitir la defensa de los animales.
Ese personaje se llamaba Félix Rodríguez de la Fuente y lo que vamos a contar aquí es la anécdota vital de que pasó una parte de su adolescencia en Vitoria estudiando el bachiller. Javier Sedano, veterano redactor y colaborador de EL CORREO, fue el encargado de escribir un curioso reportaje en el año 1970 y publicado en la revista Avance.
Se titulaba Un bachiller vitoriano y decía que Félix Rodríguez de la Fuente, uno de los presentadores de programas más populares de la televisión de entonces, fue educado en nuestra ciudad. «Aquí comenzó unos estudios que serían la base de lo que más adelante, constituirían una sólida cátedra de la enseñanza».
Félix nació en Poza de la Sal (Burgos) en 1928, localidad en la que su padre ejercía de notario. Según los datos que constan en el colegio de los Corazonistas ingresó en este colegio en el curso 1938-39 en plena Guerra Civil. Estuvo interno hasta 1944. En su biografía se dice que vivió este tiempo con añoranza por la libertad perdida.
Javier Sedano pregunta al hermano corazonista Rafael Quincoces que le responde lo siguiente: «Consta que era un buen alumno y compañero. Se defendía bien en todos los cursos, pero no era ningún lumbreras, aunque tenía buenas notas y aprobó todos los cursos con calificaciones buenas. Causó baja en 1944 porque su familia se tuvo que trasladar a Valladolid. Allí estudió la carrera de Medicina. Guardaba buen recuerdo del colegio y sacó a relucir en la televisión esa etapa de su vida en Vitoria. También lo hace constar en el prólogo de la enciclopedia Fauna que se estaba editando en ese momento. En Oñate, donde asistió como invitado a un concurso de perros de pastor dijo a uno de los Corazonistas que tenía muchas ganas de volver a recordar sus tiempos colegiales.
Sedano entrevista también a quien era su compañero de pupitre, José María Valdecantos, en esa época presidente de la federación de baloncesto. «Estudié con él el cuarto curso que fue el último que estuvo en el colegio con nosotros. Fuimos compañeros de mesa. En cada una había tres alumnos. Valdecantos contaba que «tenía mucha afición por los animales. Siempre estaba con ideas de bichos y nos contaba historias. Tenía mucha fantasía. Recuerdo que nos decía que en su casa, en la parte más alta, daba de comer a los gorriones en invierno en el camarote y después hacía no sé qué experiencias con ellos. La verdad que lo pasábamos muy bien con sus historietas. Era muy ameno. Se veía que tenía cierta inclinación hacia los animales y poseía una gran facilidad de expresión para contarnos las cosas».
Valdecantos corroboró las ideas del hermano Rafael. En cuanto a estudios no era el clásico empollón, pero se defendía bien en los cursos.
Otro compañero, Luis Rubio, le cuenta también a Sedano una serie de anécdotas. «Mira, yo iba un curso detrás de él. Pero le recuerdo porque era distinto, raro. Tendríamos entonces unos 14 años y, ya sabes, de chaval siempre estás metido en los deportes, en luchas. Y él buscaba andar en la naturaleza. Si podía se escapaba al Batán, a aquel riachuelo. No sé, tenía algo diferente. Recuerdo que en una ocasión uno de los chavales mató a una gallina y a un cerdo en el colegio haciendo cosas de chavales, claro, y Félix les recriminó por aquella actitud. Se veía que lo sentía de verdad.
No deja de ser curioso que las aguas del río Batán, limpias y cristalinas, son ahora las que alimentan el arroyo artificial de la Avenida de Gasteiz, símbolo de la Vitoria Green, y una infraestructura que trata de llevar la naturaleza al corazón de la ciudad. La misma naturaleza que el adolescente Félix Rodríguez de la Fuente disfrutaba en 1940 cuando salía del internado de los Corazonistas y se adentraba con alma de niño en los meandros del río en busca de ranas y zapateros.
Otro detalle que resalta Luis Rubio es que «jugueteaba con el perro del colegio, aquel mastín al que nadie se acercaba porque daba mucho miedo. Rodríguez de la Fuente, por el contrario, lo tenía como un amigo íntimo. Para él no existía el miedo y, como sabes, a los 13 o 14 años esta clase de perro impone respeto».
Vitoria en la enciclopedia 'Fauna'
Félix Rodríguez de la Fuente escribió de su puño y letra esta reflexión sobre sus años vitorianos en el número dos de la enciclopedia Fauna, un libro que se encuentra en todas las bibliotecas europeas como una obra capital.
«Su trabajo les costó a los buenos hermanos corazonistas de Vitoria arrancarme de mi universo zoomórfico cuaternario para meterme la gramática y el álgebra en la cabeza. Pero al modelar mi intelecto, al intentar transformarme en un ciudadano útil a la sociedad con una paciencia y un método que nunca me cansaré de agradecer, los buenos frailes me enseñaron algo que, seguramente, no entraba en mis planes de bachillerato. Me enseñaron a sintetizar, a acristalar mis recuerdos, a ordenar el tesoro de las imágenes arrancadas a mis peñas parameras para vivir aferrado a su fulgor durante los interminables trimestres de mi internado. Creo que aquello me troqueló, me marcó para siempre».
Félix Rodríguez de la Fuente, odontólogo de profesión, pero conservacionista y ecólogo y uno de los hombres más importantes para entender el apoyo a la ecología de los españoles murió en Alaska en 1980, al estrellarse la avioneta en la que rodaba un capítulo de su serie 'El Hombre y la Tierra'.
Además, otra historia le une a Álava. Su pasión por la cetrería, a la que devolvió su histórica importancia, se forjó leyendo la obras del Canciller de Ayala.
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