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Francisco Góngora
Martes, 1 de diciembre 2015, 01:18
Ahora que la capital alavesa comienza a disfrutar de cierta entidad turística acaba de ser sede de la cumbre planetaria sobre el turismo sostenible convendría recordar que el eje Madrid-París siempre le dió la categoría de parada y fonda. Por aquí han pasado muchos ... reyes y personajes de relumbrón. Y durante el siglo de las luces, un sacerdote publicó la primera guía turística, un verdadero manual de una gran calidad para que los viajeros aprovecharan sus visitas.
El honor le corresponde a un grande de nuestra historia local, Lorenzo Prestamero, autor de muchas cosas que ocurrieron por primera vez, como su famoso herbario al que le dedicó una interesante publicación el fallecido Pedro Uribe-Echebarria o su no menos importante jardín botánico en el patio de Escoriaza Eskibel.
Han sido muchos los autores e historiadores que han escrito sobre Prestamero al que esta ciudad sigue sin reconocer aunque tiene una calle en Zaramaga. Vicente González de Echávarri, Camino Urdiain, Ángel Martínez Salazar y Carlos Ortiz de Urbina han profundizado en su obra y en su vida. Pero nosotros vamos a resaltar su vocación de guía turístico.
La Guía de Forasteros en Vitoria fue escrita por Prestamero en 1792 e impresa por Baltasar Manteli. Es un libro que se anticipa a su tiempo con un recorrido por el patrimonio artístico de la ciudad. Su redacción tiene que ver con los viajes que realizaron a esta ciudad entre otros Antonio Ponz y Gaspar Melchor de Jovellanos, quien visitó la ciudad el 31 de agosto de 1791, haciendo referencia en su diario segundo al encuentro con Prestamero en Vitoria. Jovellanos se vuelve a encontrar con el sacerdote seis años después, interesado por los descubrimientos del de Peñacerrada, de la vía militar romana que viniendo de Galicia pasaba por Álava, la iter XXXIV. Los diarios de Jovellanos fueron publicados en 1915.
El sabio filólogo, pedagogo y hombre de estado alemán Wilhelm von Humboldt, uno de los padres de la ciencia moderna e íntimo amigo de Goethe y Schiller, visitó también la ciudad de Vitoria cuando tenía 32 años. El 18 de octubre de 1799 pernoctó en la Venta Cayetano, en el camino de Vitoria a Miranda. En su manuscrito Vasconia publicado en 1843, dice sobre su estancia: «Mi guía fue don Lorenzo Prestamero» que le puso al corriente de sus obras y hace mención al pequeño folleto de la Guía de Forasteros con la que visitó Vitoria acompañado del alavés. Volvió en 1801 requiriendo a Prestamero como su cicerone.
Guías de forasteros
El precedente de esta Guía de Forasteros fue la remota Guía y Avisos de Forasteros que vienen a la Corte editada en 1621 en Madrid por Antonio de Liñán y Verdugo. En 1723 se editó el Kalendario Particular Guía de Forasteros en Madrid por iniciativa particular de Luis Félix de Miraval y Spínola. Estas guías eran muy diferentes a la que el ilustrado alavés escribió pues trataban del anecdotario sin profundizar en las bellas artes. La Guía de Forastero en Vitoria es ante todo el compendio de las tres artes que se dan en la ciudad: pintura, escultura y arquitectura.
Ana Iglesia Fernández escribió un largo artículo en el 50 aniversario de la revista Celedón que voy a reproducir en parte por su interés.
«Una somera lectura de la guía nos permite asomarnos a un pasado no muy lejano en el que los conventos, las iglesias y las casas de los nobles albergaban obras de algunos de los nombres más notorios de la Historia del Arte. Aún no existían los museos. En lo que a pintura se refiere el interés por el coleccionismo había traído muestras de las escuelas más importantes del siglo XVII: Madrid, Sevilla, Granada, Valencia, Flandes e Italia. Lamentablemente, muchas de ellas no se encuentran hoy aquí.
Tras describir una de las creaciones más famosas de Olaguíbel, la plaza de España, Prestamero se detiene en el convento de la Concepción de Recoletos Franciscos, hoy situado en la plaza del general Loma y conocido como el convento de San Antonio. En aquel momento se hallaba fuera de la ciudad al sur de la cerca que rodeaba la plaza Vieja. Nuestro autor menciona las dos estatuas de Gregorio Hernández que decoran la fachada: la de San Francisco y la de San Antonio.
La siguiente parada es en el convento de La Magdalena, Religiosas de Santa Brígida extramuros, que se levantaba en el lugar que hoy ocupa la iglesia concatedral de María Inmaculada. También era de Olaguíbel la portada que el arquitecto Gustavo Íñiguez de Betolaza respetó al trasladar el edificio a la calle Vicente Goicoechea.
Después de pasar por la iglesia de San Pedro y visitar el sepulcro de don Diego de Álava, nuestro itinerario nos encamina hacia algunos domicilios particulares : los de los marqueses de la Alameda y de Legarda.
Prestamero vivió en la casa del marqués de la Alameda durante unos años. En este palacio urbano, que se conserva perfectamente todavía en la calle Herrería, se alude a La Magdalena que unos atribuyen a Tiziano, otros a Tintoretto y otros a Petrus Claessens, un artista nórdico seguidor de Tiziano. Actualmente está en propiedad de la familia Silva Verástegui.
La casa del Marques de Legarda se hallaba en la calle Zapatería, esquina al cantón de las Carnicerías. No se conserva nada de ella, pero es interesante reseñar las pinturas que Prestamero registró en su interior.
Por un lado, El Cazador de Bartolomé Esteban Murillo (1662), retrato del secretario de estado de Felipe IV, Antonio de Salcedo y Hurtado de Mendoza. Hace unos años, no se llegó a un acuerdo entre la Diputación y la familia para que el cuadro se quedara en Vitoria. La compró un coleccionista madrileño.
Entre las obras que ya no se encuentran en Vitoria hay otra de Murillo, el Retrato de Diego Félix de Esquivel, otro antepasado del propietario de la casa. Hoy se encuentra en el Museo de Denver como depósito de la Fundación Samuel H. Kress.
También existía un San Jerónimo atribuido al maestro sevillano pero que al parecer se trata de una obra tardía de Antonio de Pereda fechada en 1668 y que actualmente está en manos de una colección privada de la ciudad.
De algunas obras no se conocen sus títulos ni su temática pero sí sus autores. Por ejemplo, el Bosco. También había pintura barroca madrileña de Mateo Cerezo, Juan Antonio de Fráias; obras flamencas de Teniers, Seghers y Geysels, así como una surtida representación de la escuela italiana: Carlo Maratta, Zucaro, Anibal Carracci, Andrea del Sarto, Lanfranco, Pedro Cortona, Poussin y Luca Giordano.
El recorrido sigue por el convento de Santo Domingo, entonces en pie. Aquí el autor habla de los tres famosos cuadros de José de Ribera: San Pedro, San Pablo y La crucifixión. Habían sido donados por el alavés don Pedro de Oreitia y Vergara, tesorero general del Reino de Castilla y ministro de Carlos II. En 1835 pasaron a ser propiedad de la Diputación foral. Los cuadros están en depósito en el Museo de Arte Sacro. El Cristo ha sido prestado al Museo Guggenheim de Nueva York.
También nos habla de la parroquia de San Ildefonso, mandada construir por Alfonso X el Sabio en 1257. En 1839 fue derribada y sus piedras utilizadas para la defensa de Vitoria frente a los carlistas.
Otros puntos de interés eran el Colegio de San Prudencio (hoy residencia de ancianos del mismo nombre) o la casa de Miguel de Zumálabe, magistral de la colegiata de Santa María . En esta casa se podían admirar dos cuadros de flores flamencos firmados por Gaspar Verbruggen.
En la catedral vieja de Santa María, Prestamero destaca la Lamentación de sobre Cristo Muerto, hoy autribuida a Gaspar de Crayer y traído a Vitoria desder Flandes por Francisco y Martín de Galarreta, altos funcionarios de Felipe IV.
Entre los edificios notables, la guía destaca naturalmente el palacio renacentista de Escoriaza Esquível, el mejor de esta época en el País Vasco. También el palacio de Montehermoso donde había vedaderas joyas: una virgen y el niño, y un boceto preparatorio de la Visión de San Francisco para los capuchinos de Sevilla, ambos de Murillo; el retrato de Juan de Urbina por Pantoja de la Cruz, un cuadro desaparecido y que demostraría la vinculación de este legendario militar con Álava, puesta en entredicho por algunos historiadores. Urbina inspiró a Lope de Vega y a Luis Zapata de Chaves para sus personajes; una Entrada de los Reyes en Madrid de noche y un Pasaje de la vida de la Virgen de Alonso Cano. El paradero de estas obras ha planteado serias dudas. Tal vez estuviesen en la casa en 1813, cuando fue saqueada tras haber sido adquirida por José Bonaparte. En Montehermoso había más cuadros de otras escuelas e incluso un Rubens.
Tras visitar el palacio de Villa Suso y las iglesias de San Miguel y San Vicente, Prestamero se detiene n la casa del conde de Villafuente, que en aquel momento era de Joaquín Hurtado de Mendoza, señor de Martioda. Nada se sabe de la Santa Catalina atribuida a Leonardo da Vinci o de la Asunción de Nuestra Señora que aparecen mencionadas. ¿Y la Oración en el Huerto de Guido Reni? En la actualidad se conserva una Oración en el Huerto con Angeles en el Museo Provincial de Sens (Francia), procedente del Louvre. Puede haber una relación entre estas obras.
También se mencionan dos obras de Luis Paret y Alcazar. Ninguna de ellas permanece en Vitoria.
Después, Prestamero recorre el convento de San Francisco, fundado en 1214 e incautado por el Ejército en 1845. Aquí describe, en el oratorio de la enfermería, la Inmaculada Concepción del maestro madrileño Juan Carreño de Miranda. Pasó luego a la catedral y al Museo de Arte Sacro.
Dice Ana Iglesia Fernández que el texto de Prestamero permite intuir el interés por el arte y la cultura en Vitoria así como un cierto nivel de conocimiento. «Lástima que muchas obras se hayan dejado ir, o se les ha perdido el rastro por desidia. El resultado es la pérdida de un patrimonio artístico único.
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