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Francisco Góngora
Lunes, 23 de noviembre 2015, 23:18
El 7 de agosto de 1937, a las 7 de la tarde, en plenas fiestas de Vitoria -muy austeras por el ambiente de guerra-, un pavoroso incendio destruyó el parque de artillería, situado dentro del Cuartel de Santa Teresa, en lo que hoy es el ... campus universitario. La capital alavesa era un gigantesco acuartelamiento en esos momentos. Había una concentración de tropas inusitada a causa de la campaña del Norte lanzada por las tropas franquistas y en ese punto del sur de la ciudad se habían almacenado toneladas y toneladas de armas, bombas y proyectiles preparados para ser transportados al frente. Se combatía entonces por la conquista de Santander. Unas vías de ferrocarril, que muchos vitorianos han conocido en el paseo del Cuarto de Hora conectaban la playa de vías de la estación de Dato con el interior del parque. Desde donde se preparaban continuamente convoyes que iban al frente.
No se sabe cómo se produjo el incendio, pero la mejor prueba de que las autoridades militares temían que fuera un sabotaje republicano es que hubo censura informativa. Ninguno de los periódicos de la época recogía los detalles de lo ocurrido. Seguramente, hubo muertos, pero no hemos visto documentación que lo acredite. La semana pasaba contábamos cómo las monjas salesas vivieron con un gran dramatismo la situación y muchas bombas cayeron sobre su huerta y sus edificios con un gran peligro para las hermanas. Era el único testimonio que habíamos visto escrito de lo ocurrido ese 7 de agosto.
A través de un lector, Arturo Landa y de su esposa Marisol Armentia Delica, hemos conocido una auténtica película de héroes y más detalles de este desconocido episodio de la historia vitoriana. Concretamente, que fue el ferroviario vitoriano de 26 años, Manuel Armentia, quien protagonizó, junto al maquinista y varios compañeros una verdadera acción de superhombres. En medio del incendio y con el peligro de saltar por los aires en cualquier momento, entraron con una locomotora hasta el parque y engancharon varios vagones cargados con las «bombas de mayor calibre» y las sacaron de la zona de peligro llevándolas hasta Ali. «Le obligaron a hacerlo, no fue voluntario. Pero así se hacían las cosas entonces. Todos los ferroviarios estaban militarizados y tuvo que cumplir aquella orden que en esas circunstancias era un verdadero suicidio. Pero lo hizo y al cabo de un tiempo él y sus compañeros recibieron la llamada Medalla de la Campaña en agradecimiento y reconocimiento por aquella acción que fue tan importante porque si llegan a explotar todas aquellas bombas, los daños sobre Vitoria podían ser muy graves», comentan Arturo Landa y la hija de uno de aquellos héroes, Marisol Armentia Delica.
En cuanto a las posibles causas del siniestro, Armentia, que falleció hace unos años, le comentó a Arturo que esa tarde hacía muchísima calor y que pudo ser un incendio espontáneo por la acumulación de material de guerra, aunque también podía haber sido un sabotaje. Armentia protagonizó años después otro suceso importante en una estación de la línea Madrid-Irún que ya comentaremos en otra ocasión.
La Medalla de la Campaña 1936-1939, fue una condecoración militar otorgada durante la Guerra Civil. Se entregaba para recompensar intervenciones en operaciones bélicas o servicios en líneas de fuego. Tuvo una única categoría pero contó con dos cintas diferentes, una destinada a premiar acciones de vanguardia (combate) y otra para servicios en la retaguardia, la de los héroes vitorianos. Todas las cintas poseían los colores de la bandera con sus cantos exteriores de color negro por méritos de combate, o verde para servicios en la retaguardia.
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