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La entrada a los Baños de Sobrón, en su época dorada.
El balneario de Sobrón, del esplendor a la ruina

El balneario de Sobrón, del esplendor a la ruina

Las instalaciones, que llegaron a albergar hasta 500 personas, contaron con baños termales, dos hoteles, casino y salón de baile, y obtuvo la primera licencia española para embotellar agua mineral y exportarla a Cuba

Rosa Cancho

Miércoles, 11 de noviembre 2015, 01:09

Bajo las raíces de dos gigantescos cipreses centenarios manan aguas cálidas bicarbonatadas y sódicas eficaces para aliviar numerosos problemas de salud. Fue allí, junto a los manantiales de Sobrón y Soportilla donde la Diputación alavesa levantó en 1858 el primer edificio del balneario. Seis años después, José Ignacio Aresti adquirió en subasta pública los dos manantiales y realizó una gestión tan brillante que consiguió la primera licencia española para embotellar agua mineral y exportarla a Cuba.

Pero la pérdida de la isla tras la guerra marcó el principio del fin para un balneario que podía albergar hasta 500 personas y que tenía, además de los baños, dos hoteles, casino, salón de baile, billares, oficina telegráfica, peluquería y hasta estafeta postal donde podían comprarse periódicos nacionales y extranjeros. Funcionó hasta 1936. En 1950 la Organización Sindical Española se hizo cargo de sus instalaciones y las reconvirtió en una de sus residencias para productores. Cuando el sindicato fue disuelto, el edificio pasó a depender de la Diputación de Álava, que lo cerró.

Desde entonces le persigue un mal fario. Ningún proyecto para su revitalización acaba de cuajar. En 2002 un grupo de vecinos de la zona creó la firma Balneario de Sobrón y Soportilla y llegó a lograr el respaldo de TermaEuropa, dueña del de Arnedillo. Pero esta firma renunció a liderar el proyecto. Los promotores siguieron adelante con su plan de devolver a Sobrón el esplendor. Lograron subvenciones y mientras buscaban otro socio empresario decidieron derribar uno de los edificios y comenzaron a levantar un nuevo spa. Tras gastar 6 millones tuvieron que paralizarlo por falta de dinero. Se salvó el Museo del Agua.

Quedaban en pie las ruinas de la residencia y el armazón del hotel Blanco. Era una imagen de deterioro contra la que el alcalde de Lantarón, Javier Uriarte (PNV), quería luchar. Logró que una empresa vizcaína dedicada a embotellar agua se interesara en el solar y se ofreciera para construir allí una planta embotelladora y un pequeño hotel rural y gestionar el Museo del Agua. Planteaba crear diez puestos de trabajo pero todo quedó en el aire en febrero, cuando una fuerte riada del Ebro se llevó por delante parte del puente Blanco que unía el antiguo balneario con uno de los manantiales e inundó la zona donde se iba a levantar la planta. El incendio del pasado domingo y el derrumbe de algunos techos y paredes del lunes es un suma y sigue que agrava la situación de un edificio que ha pasado de su mayor esplendor al estado de ruina en menos de 80 años y que los bomberos han declarado en situación de colapso.

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