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Antiguo Instituto de Segunda Enseñanza de Vitoria (1861). Hoy, sede del Parlamento Vasco
Vitoria, la 'Atenas del Norte'

Vitoria, la 'Atenas del Norte'

La segunda mitad del siglo XIX fue uno de los períodos más fecundos de la historia desde el punto de vista de la cultura y las ciencias

Francisco Góngora

Martes, 3 de noviembre 2015, 09:54

Hubo una época, coincidente con la segunda mitad del siglo XIX, en la que Vitoria brilló con luz propia. La han reivindicado los hermanos Gutiérrez Garitano tras realizar la proeza de descubrir restos de un conjunto religioso inca en Perú, una acción que tiene todo el aroma de las aventuras africanas de Manuel Iradier. Cuenta Miguel Gutiérrez Garitano en su libro Apuntes de la Guinea. Vida, obra y memoria de Manuel Iradier y Bulfi que fue el sevillano Miguel Rodríguez Ferrer, uno de los primeros arqueólogos y antropólogos de España, quien acuñó para la capital vasca el famoso título de Atenas del Norte.

No lo decía por decir: fue jefe político de la provincia de Álava en la década de 1840 y gran amigo del primer Marqués de Urquijo. Tanto le cautivó Vitoria que dos décadas después de ejercer su ministerio, adquirió la finca de El Retiro en lo que hoy es el campo de golf de Larrabea y se convirtió en alavés, pues aseguraba que era «vasco de elección, fuerista, lealista y liberal». Rodríguez Ferrer, que también había vivido en Bilbao, supo apreciar un fenómeno singular que bullía en la pequeña capital de apenas 15.000 habitantes (más pequeñaque la actual Llodio que roza los 20.000) y que se prolongaría durante seis décadas, de 1840 a los primeros años del siglo XX.

Daniel Reboredo, en su libro El Ateneo Científico Literario y Artístico de Vitoria. 1866-1900' describe el período como «años de desarrollo cultural que se inició en las tertulias que comenzaron a proliferar a partir de entonces en diversos lugares de la ciudad». Dice el mismo autor que la primera y más importante reunión cultural fue la que tenía lugar en casa de los Ayala. Además de los hermanos Francisco Juan y Miguel de Ayala, estas reuniones (en las que se discutía de ciencias, historia, filosofía y política) tenían como miembro destacado a Ladislao de Velasco (1817-1891) a la sazón alcalde de Vitoria, articulista, escritor y cronista. Estas iniciativas se reflejaban en publicaciones periódicas como la Revista Vascongada (editada por Francisco Juan de Ayala) y El Lirio (de la que se encargaba Ramón Ortiz de Zárate).

Tertulias

Otras tertulias se celebraban en las platerías y joyerías (Ruperto del Campo y Lorenzo Garrido), el taller de espejos de Juan Zavala y la farmacia de P. Vicente Zavala. El fenómeno tuvo su repunte con la fundación de una serie de tertulias y lugares de lectura y reunión como el Gabinete de Lectura (1840, el primero de España en crearse) El Liceo (1847) y La Minerva (1847).Todas estas iniciativas, como aseguraba Eduardo Velasco, correspondieron a la acción de un «patriciado local» de burgueses liberales progresistas, muy comprometidos con el progreso cultural, científico y cultural, que se encontraba, sin embargo, en franca minoría frente al carlismo, integrista y favorable al inmovilismo moral y cultural.

Esta ebullición, que se produjo en otros lugares, pero que en Vitoria tuvo una especial intensidad, viajó de la mano de unos años de buenas cosechas y un ambiente económico favorable. En aquel momento la provincia cobijaba 56 fábricas dedicadas a las manufacturas de madera, carruajes, curtidos, sombreros.En 1850 el alcalde, Luis Ajuria, creó la Caja de Ahorros de la Ciudad de Vitoria que junto al Banco de Vitoria (1864) se convertirán en instituciones clave como apoyo financiero a toda iniciativa, ya fuera esta económica o cultural. También en la creación del Ateneo se mostró Vitoria pionera: «Fue el primero que existió en España asegura Reboredo- después del de Madrid, y nació en una época turbulenta y difícil, preludio de la cruenta Tercera Guerra Carlista, que asolaría el país durante varios años». La iniciativa correspondió a tres catedráticos del Instituto de Segunda Enseñanza: Antonio Pombo, Cristobal Vidal y Eduardo Orodea. A estos se uniría de forma entusiasta los miembros de tertulias.

Su primera sede se situó en la planta baja de la casa de Cecilia Aragón, en el número 29 de la calle Cercas Altas. El abril se eligió la junta directiva con el médico Jerónimo Roure como primer presidente. Se establecieron, asimismo, reglamentos y objetivos de la nueva institución, entre los que sobresalían el fomento, enseñanza y difusión de las Ciencias, la Filosofía y las Letras y las Artes, creando una vocalía para cada una de estas materias. El éxito fue tal que los locales se quedaron pequeños y las reuniones se trasladaron al otro situado sobre el café Olave en la calle de la Estación. Se dotó de una publicación propia El Ateneo y comenzó una nueva etapa de relaciones exteriores con entidades peninsulares entre las que que gozó de un enorme prestigio.

Según Reboredo, «el Ateneo contribuyó, de forma concluyente, al desarrollo intelectual de Vitoria, caminando ésta hacia un modelo de ilustración y cultura que se extendería a las ciudades cercanas, creando una especie de zona de influencia cultural. No obstante, no se olvidaron nunca las raíces, y se hizo honor al objetivo, presente en los estatutos de estudiar y propagar las costumbres, tradiciones, ceremonias, flora, fauna y geografía de las provincias vascongadas y velar por cuanto pueda tender a la prosperidad y al enaltecimiento de estas». Este esplendor cultural llegó a su punto culminante gracias a la libertad de acción que sobrevino tras lña evolución de septiembre de 1968.

La cruzada liberal alavesa

De resultas de ella surgieron nuevas entidades que junto al Ateneo, las tertulias y el Instituto de Segunda Enseñanza, darían cuerpo a lo que Miguel Gutiérrez Garitano llama «la cruzada ilustrada liberal alavesa». Nacieron así la Universidad Libre (abierta en 1869, que ofertaba estudios de Filosofía y Letras, Leyes y Ciencias) la Academia de Ciencias Médicas (1873), la Academia Cervantina Española (1873) y la Tertulia Literaria, del mismo año. Todas estas instituciones y agrupaciones culturales tuvieron siempre una continua y magnífica relación entreellas, hasta el punto de que muchos de los prohombres de la cultura alavesa participaron en más de una al mismo tiempo. En medio de de esta efervescencia revolucionaria aparece también La Exploradora, primera sociedad geográfica española, creada en primera instancia por Manuel Iradier y Enrique Irabien.

En 1884, José Cola y Goiti pudo escribir con orgullo: «Ninguna provincia.exceptuando Madrid se encuentra en tan buen estado como la nuestra (en instrucción pública). Prueba de ello es que la mayoría, la casi totalidad de los mozos que entran en quintas saben leer y escribir y que al verificar la primera de éstas en el país, de 200 hombres que fueron al servicio militar, 198 leían y escribía, uno leía y otro no leía ni escribía».

El Instituto de Segunda Enseñanza (en el actual Parlamento) conoció unos años de de gran brillantez y a lo largo de estos treinta años expidió casi dos mil títulos de Bachiller. En la raíz de toda esta eclosión estaba sin duda alguna la política educativa, el impulso que habían dado en cuanto a formación el Ayuntamiento y la Diputación que hizo de Álava un lugar muy diferenciado a otros.

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