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Ramón Jiménez, Zape, posa con la estatuilla.
Zape, el humor vitorianísimo

Zape, el humor vitorianísimo

EL CORREO distingue como ‘Alavés del mes’ a Ramón Jiménez cuando se cumplen 50 años de su elección como Celedón de Oro

Saioa Echeazarra

Sábado, 10 de octubre 2015, 01:18

Corría octubre de 1965 en una Vitoria de posguerra y desarrollismo cuando este periódico daba la buena nueva: El Celedón de Oro, para Zape. Distinción que «se ha de adjudicar a personas que se distingan por sus rasgos de generosidad, heroísmo y otras virtudes humanas que contribuyan a establecer un clima de alegría». Como reza la letanía Causa de nuestra alegría inscrita en la luminaria que él ha portado toda la vida en la Procesión de los Faroles, el humorista más solidario de la capital personifica como nadie la citada invocación.

Se cumplen 5 décadas desde que Ramón Jiménez recibiera la estatuilla, lo que le convierte en el vitoriano vivo que más tiempo ha ostentado esa condición. Un hito por el que EL CORREO, que en su día se hizo eco de la campaña popular en pro de su candidatura, le reconoce hoy, medio siglo después, como Alavés del Mes. Con motivo de este 50 aniversario, el Ayuntamiento le rendirá también homenaje con una recepción el día 22. A la voz de Se vive y siempre con alguna guasa en la recámara, nuestro despierto comediante «fue durante décadas el perejil de todas las salsas», evoca su hijo Ramón.

«No había festejo o acto benéfico que no contara con su desinteresada actuación de payaso, caricato o el cashero Ramontxu». Ramón Jiménez Martínez (Vitoria, 1924) nació en Mateo de Moraza en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera. Fue monaguillo en Ursulinas ayudando en misa de ocho. En cierta ocasión, «en pleno bombardeo de la Guerra Civil, los asistentes abandonaron la capilla, pero como el cura era sordo y oficiaba misa de espaldas, no se percató de que se había quedado solo con su monaguillo hasta que se volvió para dar el Dominus vobiscum». El compañero de Zipi ejerció similar cometido en San Miguel «y sólo con las trastadas de ese periodo podría dar toda una conferencia».

Con Rodríguez de la Fuente

«Por las tardes asistía al Polvorín a ver actuar a los titiriteros Baldeón. Luego, en los recreos de la escuela reproducía el mismo show ante varios amigos. Así fueron sus inicios». «A los 14 ingresó como botones en el Banco de Vitoria, donde trabajó 45 años, convirtiéndose en el empleado más antiguo del banco más antiguo de Vitoria. Eran otros tiempos, como lo demuestra que se desplazara con el dinero en autobús urbano». «Sus facetas de cómico y empleado de banca provocaron divertidos equívocos, como cuando un aldeano alavés exclamó con regocijo ¡Que vienen los comediantes! al ver a quien días atrás había actuado en las fiestas del pueblo bajando de un coche con el director del banco para pagar la remolacha», relata su hijo.

Zape, ¿has rodado alguna película? -le preguntaron una vez-. Cuatro -respondió-. Me mandaron llevar de San Vicente a San Miguel 4 películas, y al bajar por las escaleras de San Bartolomé... rodaron. Mofas así caracterizaban al cómico, que compaginó el banco con estudios de Comercio en Corazonistas, donde coincidió con Félix Rodríguez de la Fuente y Javier Sedano, organizador del Campeonato de Mus. Éste nos habla de mus y tú de mus... arañas, se choteó de ellos. En el servicio militar en el Pirineo navarro entró en contacto con el mundo rural que sería decisivo en su rol de Ramontxu, probable germen de Celedón y su fiesta.

En 2013, Zape donó su archivo a la Fundación Sancho El Sabio, donde cayó otra anécdota. «En el festival de Mairulegorreta, el cura, ataviado con el alba, dijo iros en autobús que yo subiré en bici. No apareció hasta la tarde y pidió perdón por llegar tarde. No se preocupe señor cura, llega usted con el alba, le contesté», relataba guasón. Tras la mili, Jiménez ingresó en el elenco de actores de la Casa Social Católica de Vitoria pero «no se adaptaba a ningún papel serio. Nada más salir a escena, el público ya se carcajeaba», recuerda.

Tiempos de censura

No todo eran diversiones en la época como demuestra el episodio de su presentación como voluntario para ir de misionero, «a lo que su madre se opuso». Empezó haciendo de payaso tonto con Jesús Ugarte, quien dijo Vamos a organizar un zipi-zape de miedo, y con Zipi y Zape se quedaron. Su éxito fue inmediato y fueron solicitados para todo tipo de festivales, aunque pronto llegó el divorcio: Zape volaría solo, alcanzando «fulgurante» notoriedad. Asiduo de fiestas, hospitales y sanatorios, triunfó en el eibarrés Teatro Amaya y hasta acompañó a la caravana de la Vuelta a España. Obtuvo título de humorista examinándose en San Sebastián. «El jurado le adjudicó el número 1, lo que le valió el nombramiento de presidente de Teatro Circo y Variedades de Vitoria».

Casado y con dos hijos, Zape superó el millar de actuaciones. Lo mismo animaba a un respetable monjil que a familias vitorianas de postín; se prodigaba en casas particulares o en la plaza de España, en la que llegó a reunir a 8.000 niños. En este contexto recibió el Celedón de Oro. Sorteó sagazmente la censura, «que le obligaba a presentar por adelantado el texto de sus actuaciones». Su socarronería -solía imitar la voz del Generalísimo- «le acarreó multas, con el consiguiente veto del Ministerio de Gobernación a la Medalla de Beneficencia».

A menudo, un cómplice Javier Cameno le hacía la entradilla al más genuino estilo del NO-DO. En palabras del presidente de los Celedones de Oro, «Ramón es muy buena persona y se ha dedicado a hacer reír a los vitorianos de forma totalmente desinteresada. Se merece un reconocimiento». Preguntado sobre el secreto de su humor, Zape contesta con toda la seriedad del mundo: «El humor es el arte retrospectivo del yo sensible imaginado abstractamente bajo la dinámica trascendental del equilibrio metafísico», todo lo cual, si se piensa bien, queda resumido en su proverbial saludo ¡Se vive!.

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