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MARTA PECIÑA
Martes, 29 de septiembre 2015, 23:23
La aventura de Mariola, la joven de 23 años con síndrome de Down que pasó 24 horas desaparecida entre el domingo y el lunes en Menagarai, quedó sólo en un susto para su familia y vecinos, que se volcaron en su búsqueda. «Apareció de pronto, ... vimos algo que se movía en una campa, nos acercamos y la vimos saliendo del río, con los pies mojados», explican los testigos del rastreo, en el que participaron 70 residentes de la localidad. Con apariencia normal, pero cansada, la joven reclamó agua enseguida y «se tomó dos botellines enteros», poco después de ser rescatada.
No dio demasiados detalles sobre lo que ocurrió desde que a las seis de la tarde del domingo las monjas del colegio Amor Misericordioso se percataran de su ausencia. «Había estado en la fiesta de San Cosme y la oímos protestar porque este año no había tenido caramelos», aseguran algunas cuidadoras, mientras otras especulan con que estuviera enfadada porque el pasado fin de semana no había ido a la casa de su familia en Bilbao, como solía hacer a menudo.
De cómo pasó la noche apenas dio detalles. «Dice que estuvo en una tejavana, arropada con la chamarra porque hacía frío», aseguran los vecinos. Pese a la cercanía de las viviendas, Mariola no se acercó a ninguna casa para pedir ayuda. Sólo dos niños pequeños la vieron salir a primera hora de la tarde. Aunque la joven dice que anduvo por el camino, ningún vecino la vio. Tras aparecer, fue trasladada a un centro hospitalario para la consiguiente revisión médica. Una vez recibida el alta, fue a la casa familiar de Bilbao.
Efectivos en la búsqueda
La falta de pistas fue lo que obligó a dedicar grandes recursos y esfuerzos para su localización. En la búsqueda participaron efectivos de la Ertzaintza, perros especializados y voluntarios de la DYA y de Protección Civil.
La familia de la joven, de Guinea Ecuatorial, reside en la capital vizcaína y durante todo el día la madre y una tía siguieron el operativo desde Menagarai. Las responsables del colegio aseguran que Mariola participa en las actividades del centro desde hace casi una década y que su familia esta «contenta con la atención» porque en Guinea, donde aún vive su abuela y dos de sus hermanas, «estas personas todavía tienen un gran estigma social».
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