Carlos Pérez de Arrilucea
Sábado, 18 de julio 2015, 02:21
Pablo Laso (Vitoria, 1967) cuadró la baza perfecta la pasada temporada al coronarse campeón con el Real Madrid de la Supercopa, la Copa del Rey, la Euroliga y la Liga ACB. Ganó todo lo ganable, a los mandos de una plantilla grandiosa que logró facturar ... un juego colectivo tan vistoso como consistente. El suyo fue un hito inédito en la historia del baloncesto español que también le hace merecedor del premio al alavés del mes de junio que concede EL CORREO.
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-¿A cuantos vitorianos ha convertido al madridismo?
-No lo sé, pero sí es cierto que cuando voy por Vitoria mucha gente me dice: No me alegro porque gane el Madrid sino porque ganas tú. Me hace gracia. Siempre he intentado que mi equipo sea capaz de transmitir algo. Creo que, en los últimos años, el Real Madrid ha sido capaz de enganchar a mucha gente por su estilo y la calidad de sus jugadores, algo que también me enorgullece.
-Se habla del Laso Team. ¿Abrumado?
-No creo que los equipos estén construidos alrededor de una persona. Cuesta trabajo, tiempo, crecimiento y muchas más cosas como para que luego se asignen esos términos. Cuando llegué al Real Madrid, tenía claro que debía recuperar su esencia, lo que había sido a lo largo de su historia. Y no sólo pensando exclusivamente en el resultado. Apostamos por un juego rápido y alegre. No sólo me siento orgulloso de los títulos sino de la forma en que hemos llegado a ellos.
-¿Cuál es la terapia para que Pablo Laso no camine varios centímetros por encima del suelo?
-Muy sencillo. Tengo la suerte de que trabajo en lo que me gusta. Cuando leo a gente que habla de mí y dice que me veía desde pequeño jugar en San Viator o en el Estadio te queda claro que siempre se me recuerda con un balón en la mano. Este juego es mi vida. Sé que en el mundo profesional vives momentos álgidos y bajos por un resultado. Independientemente de eso, me considero una persona muy normal. Pasados unos días del final de Liga, ya estoy pensando en la temporada siguiente.
-¿Tiene una forma de desconectar?
-Es difícil. A veces me encuentro solo, me mira mi mujer y me pregunta: ¿En qué estás pensando?. Si le contesto que estoy pensando en jugadas para el año que viene me va a mandar al guano así que... Esto va un poco en el ADN de cada persona.
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-¿Cómo observa Vitoria desde la capital?
-Lo primero que más sigo es el Baskonia porque es el equipo en el que crecí y al que tengo un cariño especial. Si me hablas de cambios, el Baskonia ha sido eso en los últimos años; un equipo con muchos cambios y que ahora necesita tener claro hacia dónde quiere ir para seguir manteniendo el nivel competitivo que ha mostrado siempre. Respecto a la ciudad, tengo una sensación similar. Siempre que la gente me habla de Vitoria se refiere a lo bien que se vive en ella. Además, yo soy muy buen vendedor de Vitoria. La imagen que hay fuera de nuestra ciudad es muy buena. Independientemente de los cambios políticos, tengo la sensación de que Vitoria goza de una cierta estabilidad. Tiene una idea de hacia dónde quiere ir.
-Capital gastronómica, Green Capital... ¿Demasiadas etiquetas?
-Al contrario. Si de algo pecamos los vitorianos es de promocionarnos poco. Somos gente con el sentimiento de estar muy bien donde estamos y, a veces, nos falta abrirnos al exterior. Somos una capital y una provincia con mucho aún por descubrir.
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-¿Cuesta sacudirse los complejos?
-Sí. En ese aspecto somos reservados, nos cuesta abrirnos a la gente y mostrar nuestra manera de ser. Quizás es una generalización, pero con un fondo de verdad, algo que deberíamos mejorar. Al final, cuando nos mostramos, la impresión que damos es muy buena.
-Algo tendremos aquí que incluso vuelve Velimir Perasovic.
-De Peras sólo puedo hablar bien. Ante todo, porque es mi amigo. Hemos compartido vestuario, nos hemos entendido muy bien en la pista y comenzamos a entrenar más o menos en la misma época. Es una persona que lleva el baloncesto en la sangre. He hablado, y lo sigo haciendo, muchas horas con él sobre este juego. Él vuelve a un sitio donde es querido. Su huella en la afición baskonista es clara.
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Comas, en la memoria
-Unir los nombres de Pablo Laso y Velimir Perasovic genera de inmediato un tercero, el de Manel Comas. ¿Se acuerda mucho del sheriff?
-Muchísimo. Hace unos días, estaba escribiendo un artículo para la Asociación de Entrenadores y me vino a la cabeza Manel. Caló muy hondo en mi personalidad y en mi forma de ver el baloncesto. Le tengo un respeto impresionante. Es un ejemplo de lo que hablábamos antes; un catalán que se afinca en Vitoria, se acopla a todo lo que significaba el Baskonia y la ciudad. Pasados los años, recuerdo que a veces me decía: Yo desconecto yéndome un par de días a Vitoria. Quedó con Iri, como con Josean... Eso refleja lo mucho que caló Vitoria en Manel y habla muy bien de nuestra forma de ser.
-El veneno del banquillo ya lo probó a través de su padre, pero ¿cómo acaba Pablo Laso con traje y corbata dando órdenes en el área técnica?
-Como jugador tuve un entrenador que me dijo una vez que dejara de pensar y me dedicara a jugar. En ese momento, me sentí un poco ofendido. Al rato, me explicó que en un futuro sería un buen entrenador, pero que en ese momento era jugador. Es algo que siempre me ha perseguido ya que todo el mundo decía que sería mejor entrenador que jugador. Entrenar fue una consecuencia de cómo vivía el baloncesto. Se trata de un trabajo que consiste en un constante aprendizaje.
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