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Saioa Echeazarra
Sábado, 6 de junio 2015, 00:29
De las escarpadas rampas de Oro, allí donde se encendió la primera chispa por la bicicleta, hasta el podio de un disputado Giro, Mikel Landa ha elevado el nombre de Álava en general y de su Murgia natal en particular a las más prometedoras cotas ... del ciclismo. Hacía 40 años que un corredor de la provincia no se subía al pedestal de la ronda transalpina, y ha sido precisamente este gallardo escalador el encargado en suceder a Paco Galdós y devolver ese gran honor a los aficionados, que se cuentan por miles en el territorio. Ese tercer puesto en la clasificación general de la vuelta italiana le merece el reconocimiento que le brinda EL CORREO, a través del premio Alavés del mes de mayo. Un laurel que distingue a ciudadanos que destacan por su especial aportación a la sociedad, en este caso en el ámbito deportivo.
Con explosivo dominio en la montaña pero sin ceder en el asfalto, de Mikel Landa Meano (Vitoria, 1989) dicen sus compañeros que es un gallo y que nunca se arruga. También cuenta su familia que fue un chico muy activo e inquieto. Sencillamente, «empecé jugando a fútbol, como todos los chavales, pero en el pueblo había un equipo, y un día me animé. Y hasta ahora», evoca a este periódico. Porque tras rodar por las carreteras a las faldas del Gorbea, esos pedaleos por pueblos de su entorno, su trayectoria arranca en el Club Ciclista Zuyano, su primer equipo. Trece años tenía el actual integrante del Astana en su primera carrera federada, y ahora, con 25, tiene todo un mundo a sus pies, comenzando por la multitud de seguidores que hace unos días le recibieron con todos los honores en su pueblo. «He acabado muy satisfecho; no esperaba hacer el Giro que he hecho, y estoy disfrutando mucho del momento y de la gente que ha disfrutado conmigo», señala con gran naturalidad. Y es que salvo al principio, ha sido el mejor en los puertos italianos; venció en las dos cimas de Pantani (Madonna di Campiglio y Aprica) y batió a Contador en la Finestre.
Etapa mítica en Neila
Tenaz, profesional, arrojado; una combinación de virtudes que le han guiado en la dirección correcta en su trabajado periplo sobre las dos ruedas. Un camino donde decidió decantarse por el deporte y aparcar la carrera de Arquitectura Técnica en la universidad, por simple incompatibilidad. Previamente estudió en Izarra Herri Eskola y en el instituto vitoriano Mendebaldea. Desde aquella primera prueba, los padres de Landa, Pablo y Conchi -siempre a su lado a pie de asfalto-, advirtieron la destreza de su primogénito a los pedales y así fue progresando en un despegue donde lo moldearon Roberto Narbona, Roberto Urteaga y Ander Gallastegui, del Zuyano. Según recuerda este último, «en segundo año de juvenil tenía cierto peso en el pelotón» al tiempo que observaba que «iba muy fácil para arriba». Así se fraguó este «escalador puro», al estilo de su ídolo Iban Mayo. Un alborotador de carreras, capaz de ponerlas patas arriba, y con capacidad de rematarlas. Un corredor bravo.
Becado por la Fundación Euskadi, Landa llegó profesional a través del Naturgas, filial del Euskaltel, para foguearse en el Orbea -de categoría continental- en 2009 y 2010. «Mikel tenía algo», reconoce Álvaro González de Galdeano, el encargado de su seguimiento en categorías inferiores y último alavés en ganar una etapa en el Giro (2000) hasta las dos victorias del zuyano. A medida que su palmarés crecía en el nivel amateur, en 2011 y con sólo veintiún años logró su primer triunfo profesional así como el maillot de la montaña en la Vuelta a Burgos, en la mítica etapa de las Lagunas de Neila, enrolado en las filas del Euskaltel. Tras cruzar línea de meta por delante de Purito Rodríguez y Cobo, según recuerdan técnicos de la fundación vasca, todos fueron a felicitarle pero él se mostraba «tan tranquilo», explicando que «a él nunca le había ganado nadie en una subida así», y que por tanto era «lo normal». A eso hay que sumarle su quinta plaza un año antes en el Tour del Porvenir.
En esa progresión -ahí sufrió un cierto impasse con caídas, lesiones- el Euskaltel salió del ciclismo a final de 2013. Un año después, Mikel se incorporó a la escuadra kazaja, donde rivaliza con el italiano Aru al que, con gran deportividad y como todo un señor, le ha cedido el segundo puesto y la montaña en el último Giro. El invierno pasado cayó enfermo abatido por un virus, otro difícil puerto de montaña que tuvo que afrontar. Suerte que el alavés tiene «buenas piernas y buena cabeza», incide Galdeano. Este heredero de Zubeldia o Samuel Sánchez no sólo se sobrepuso sino que se presentó casi sin competir en la Vuelta al País Vasco, con una victoria en Aia que le rescató el pasado abril. Y pese a que no le dejaron ser segundo en el Giro, Landa subió al cajón de Milán con todo el orgullo y una gran felicidad. Por ahora le espera la Vuelta a España y un 2016 cargado de posibilidades junto a no pocos equipos pretendientes.
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