Francisco Góngora
Martes, 31 de marzo 2015, 01:52
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En el libro de Josu Aguirregabiria 'La Batalla de Villareal de Álava' aparece un dato sorprendente: al comienzo de los enfrentamientos las tropas rebeldes desarrollaron un sistema de defensa antiaérea basado en los cohetes contra el pedrisco que utilizaban los agricultores ya en esa época. Lo más curioso es que Aguirregabiria no aporta la información desde documentos del Ejército golpista de Franco, sino por los informes que elabora el Servicio de Información vasco - inteligencia militar-. La consulta la realizó Germán Ruiz Llano, otro investigador de la Asociación Sancho de Beurko, en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. En el boletín número 5 se demuestra que dicho servicio manejaba datos fiables sobre el enemigo y sus puntos más débiles en cuanto a reservas, refuerzos, escasez de municiones, continuas deserciones, lo que justificó ataques vasco-republicanos centrados en la línea Cestafe-Nafarrate.
Aguirregabiria señala que es de especial interés la información relativa a los cohetes antiaéreos, de exclusivo desarrollo y uso en la defensa de Vitoria, entre los meses de septiembre y octubre de 1936. En la página 245 del Atlas Ilustrado de Armas y Uniformes de la Guerra Civil se hace mención a esta singular adaptación de marca alavesa de cohetes agrícolas, destinados a aportar señales o iluminación, en armas antiaéreas, en un principio artesanales, pero que derivó en la fabricación de estaciones lanzatorpedos eléctricos denominados «ALAS». Dos años después, ya se estudiaba la posibilidad de dotarlos de un sistema de radiocontrol mediante una emisora Marconi; los oficiales de la Legión Cóndor tomaron buena nota de la nueva arma durante una demostración en Salamanca, perdiéndose la pista del desarrollo a partir de 1938:
«El empleo del cohete como arma antiaérea prácticamente fue monopolio del bando nacional. Desde los primeros meses de la guerra se emplearon cohetes más o menos normales en las zonas de Vitoria y Zaragoza, al menos, para simular con sus explosiones las de las barreras del tiro de artillería antiaérea, más que para dañar a los aviones directamente; también hay noticias de su empleo en los 'bous' armados nacionales con el mismo fin.
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Poco después, también en Vitoria, se modificó un cohete antigranífugo empleado en la agricultura contra el pedrisco al que se le añadió una carga de cloratita para darle algún poder destructivo. El mejor de todos fue el llamado torpedo antiaéreo ALAS, ideado en septiembre de 1936 por el capitán de Artillería Félix Sacristán, jefe del Servicio de Antiaronáutica de la zona alavesa, y la empresa Álava, de Vitoria. El cohete poseía la particular característica de que las toberas de salida de gases, formadas por cuatro tubos Venturi, estaban situadas en cabeza; además de las cuatro aletas, contaba con un timón estabilizador automático. El cohete, metálico, de 110 mm de calibre y 820 mm de longitud, y de unos 7 kilos de peso, se lanzaba en posiciones próximas a la vertical desde un lanzador triple. Estaba dotado con una espoleta de doble efecto, a percusión y a tiempos.
Los cohetes de la CNT y otras armas
Se desconocen las circunstancias en las que el Servicio de Información vasco se hizo con los planos de los cohetes 'Alas', como tampoco se ha podido documentar la prioridad que el Estado Mayor del Ejército de Euzkadi dio a la información; ni la evolución profesional del capitán Félix Sacristán Galarza.
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Nuevas investigaciones señalan que también la CNT desarrolló un prototipo de cohete antiaéreo, aunque no llegó a usarse nunca.
Entre las muchas armas que se probaron en la Guerra Civil destacó el famoso cañón antiaéreo Flak Albleitung /F88, estrella del contingente motorizado de defensa antiaérea de la Legión Cóndor. Era el mejor contra los aviones pero, en tierra, era letal contra los carros blindados y se usó en la Campaña del Norte de forma masiva con una resultados asombrosos.
Los verdaderos misiles tierra-aire no se desarrollaron en condiciones hasta bien entrada la II Guerra Mundial. Los británicos comenzaron por usar cohetes no guiados, los RP de 2 pulgadas lanzados en grandes cantidades desde baterías. Para el final de la guerra los británicos habían diseñado un misil tierra-aire, el Stooge, que habría sido lanzado desde barcos contra los ataques kamikaze japoneses. Los alemanes tuvieron proyectos de misiles antiaéreos, pero ninguno de estos estuvo listo antes de que la guerra terminara. En particular el misil Wasserfall, básicamente un V2 a escala, fue particularmente poderoso y hubiera sido un arma mortal cuando la electrónica hubiera madurado.
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