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Daniel González
Sábado, 10 de enero 2015, 01:44
«Pasad a ver este belén. No os lo podéis perder», invita Luis María Sánchez Íñigo desde el interior del salón de la vivienda de su hija, orgulloso del nacimiento que ella ha construido siguiendo la tradición que inició este artesano de la Navidad. A ... falta de uno, en el piso disfrutan de dos montajes, el segundo elaborado hace ya tiempo por este Alavés del Mes de Diciembre, que le gusta ir a admirarlo. Tiene suerte, porque vive puerta con puerta con su hija.
Aunque ni siquiera juntando estos dos pisos de Vitoria y la casa que Sánchez Íñigo tiene en el pueblo de Gopegi habría sitio para todos los belenes que él ha elaborado durante décadas. Los 18 nacimientos que ha donado al Obispado para que se exhiban ya es mérito suficiente para el galardón que le concede EL CORREO, aunque su lista de aportaciones a la ciudad es mucho más numerosa.
Su principal contribución la hizo al frente de la agencia que se impulsó en el mandato de José Ángel Cuerda para revitalizar el Casco Histórico, a la que dedicó 11 años antes de jubilarse. Además, fundó el grupo de danzas Txirinbil y el club de montaña Gohiena, y ha sido cofundador de la ikastola Olabide, presidente del Club Natación Judizmendi, miembro de la Sociedad Bascongada de Amigos del País e impulsor de la primera bajada de Celedón en 1957, por la que se le concedió el Celedón de oro.
¿Qué han supuesto los belenes y la Navidad para usted y para toda su familia?
La Navidad es esencial para nosotros. A mí me entró la afición por los belenes cuando era pequeño, porque a mi padre también le apasionaba, y desde los ocho años recuerdo cada Navidad esculpida en mi alma. Así empieza todo, es una vocación, pero además está también mi afición por la arquitectura. Todo lo que sea construir me gusta. Y todo esto junto me ha llevado a construir los belenes. He hecho todos sus elementos, salvo las figuras. Y mi familia también se vuelca con ello, hasta hemos hecho belenes vivientes en casa con mis hijos y nietos.
¿Cuántos ha llegado a hacer?
En la exposición en la iglesia de San Francisco de Asís, en Zaramaga, se puede ver de forma permanente hay 18 piezas transportables. Pero cuando haces un belén monumental grande no lo puedes guardar, se desmonta al acabar las fiestas. Por eso siempre he sacado fotografías de los que hacía y las he ampliado. Y en la muestra se pueden ver cerca de 60 imágenes.
¿Por qué ha donado estas creaciones?
Pensé que con mi avanzada edad 87 años me queda ya poco y me da mucha pena que todo eso desaparezca o se estropee, al fin y al cabo es la historia de mi interpretación del belén. Me di cuenta de que quien mejor podía asumir la responsabilidad de mantenerlo con vida podía ser el Obispado, y a través de ellos Vitoria sería la beneficiaria de estos belenes. Pero yo creo que esto no puede quedarse sólo en la exposición. Hace falta ir más allá, hay que recuperar el sentido de la Navidad, volver a los concursos de belenes de los domicilios, y los de villancicos, y los juegos florales de Navidad En definitiva, muchas cosas que se hacían antes y ya no se realizan.
El salón de Vitoria
Pero, además, usted es uno de los artífices del belén monumental del parque de La Florida.
Para ello nos juntamos tres belenistas de aquella época muy aficionados. Porque se nos ocurrió que si La Florida era el salón de Vitoria donde se hacían tantas cosas, lo lógico era poner allí el nacimiento en Navidad. Y salió muy bien, ahora está muy desarrollado, y se ha convertido en un referente internacional.
¿Cómo viven ahora los vitorianos esa magia del belén?
Los aficionados a los belenes lo hacen con toda el alma y el corazón, y pienso que además hay un gran público que, aunque no participe directamente en el montaje de nacimientos, sí lo hace en la contemplación, porque la cantidad de gente que pasa a ver las muestras del Carmen o el de La Florida es enorme. Y con eso se contribuye a recuperar la tradición.
Además de presidir la Asociación Belenista de Álava durante cinco años, usted ha gestionado muchas asociaciones y colectivos de Vitoria y ha fundado buena parte de ellos.
Siempre me ha preocupado participar en la vida de la ciudad, en todo lo que hacía falta yo he respondido. Por ejemplo, en mi juventud se constituyó el club de montaña Gohiena, y ése es un recuerdo muy bonito. Y después vino la ikastola Olabide, el Club de Natación Judizmendi Todo con mucha ilusión. También con la regeneración del Casco Histórico, me sedujo la idea de recuperarlo y estuve once años. Esa fue la mayor satisfacción de mi vida.
¿Qué siente al ver cómo han evolucionado todos esos proyectos de los que ha formado parte?
Es muy difícil de explicar, porque frente a la satisfacción, con el tiempo uno ve cuánto mejor lo podía haber hecho. Soy exigente conmigo mismo. Pero todo ello ha servido de algo.
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