Francisco Góngora
Martes, 16 de diciembre 2014, 02:21
Por si fuera poco lo que se llevó de las colecciones reales españolas que él rescató en la Llanada el 13 de junio de 1813 como botín de la Batalla de Vitoria, el heredero del duque de Wellington acaba de recibir un nuevo regalo. ... Una formidable Dánae, que por su suciedad y mal estado era considerada una copia del tema que popularizó el gran Tiziano a mediados del siglo XVI, acaba de convertirse tras la restauración en una excepcional obra de arte del gran pintor veneciano. Su valor ha pasado de un millón aproximadamente a 55 millones de euros gracias al excelente trabajo realizado en el Museo del Prado, con el patrocinio de Iberdrola.
Publicidad
El desvirtuado lienzo es ahora una pintura luminosa en la que se nota la mano del autor. Ha bastado la buena labor de uno de los talleres más prestigiosos del mundo. El actual Duque de Wellington lo podrá volver a colgar esta vez en un lugar más destacado entre las paredes de su casa de Apsley House, en Londres, un lugar que viene a ser una embajada del Prado porque contiene una de las colecciones más importantes de la pintura española y europea hasta el siglo XIX.
Como se recordará porque Vitoria conmemoró debidamente el bicentenario el año pasado, el 21 de junio de 1813, tras la derrota de los franceses en las llanuras alavesas, el ejército napoleónico abandonó sobre la vieja calzada romana en dirección a Pamplona entre 1.500 y 2.000 carruajes y furgones unos mil sí pudieron salir por Salinas y Arlabán antes del choque cargados de cuadros de las colecciones reales, obras de arte, plantas rarísimas de los botánicos españoles, dinero unos cinco millones de duros en oro, alhajas, joyas, legajos, libros, municiones y cañones. Puestos uno tras otro ocuparían una longitud de 18 kilómetros. Transportaban el séquito real centenares de españoles afrancesados con sus familias y naturalmente, con el equipaje de 'Pepe Botella'.
En resumen, el mayor botín de la historia moderna había quedado atascado entre Elorriaga, Santa Lucía y Matauco. Sobre él y sus guardianes se lanzaron las tropas aliadas. Allí se mataba y se violaba por dinero o por una alhaja. Hasta el propio rey José escapó de milagro montado en un caballo hacia Pamplona cuando los húsares de Windham se colocaron a la altura de la berlina real.
Leyendas y búsquedas
A pesar de lo perdido en Vitoria, José I se había llevado antes o había regalado a sus generales otra gran cantidad de obras artísticas, a las que era un gran aficionado. Algunas de ellas las recuperó, espada en mano, el general Álava, entrando en El Louvre unos años después. Hay mucha leyenda sobre el destino de aquellas riquezas. Incluso en 1847 un francés de nombre Ducasse excavó sin éxito en la calle Prado en busca de los cofres del dinero que, según él, habían sido enterrados durante la confusión de la huida
Publicidad
Del tesoro pictórico que se llevaba Bonaparte aquel día se tienen noticias gracias a que una gran parte del botín de guerra acabó en manos del Duque de Wellington, el gran héroe de la jornada. Su hermano, Lord Marlborough, le escribe poco después: «He abierto los paquetes tomados en Vitoria y los he enviado a su casa para que fueran cuidadosamente examinados, habiendo encontrado que contienen una colección de pinturas como usted no puede concebir... Le envío un catálogo de 165 de las pinturas más valiosas». En el catálogo de la exposición «Wellington en España», organizada en Madrid en 1988, el experto Juan J. Luna, calcula que fueron entre 225 y 300 obras.
Asombrado por el valor del conjunto el propio duque inglés consideró que había que devolver aquel tesoro. Pero Fernando VII, «conmovido por su delicadeza», le contestó a través de su embajador, sorprendentemente, que se quedara las pinturas «que han venido a su posesión por medios tan justos como honorables». Naturalmente, Wellington no rehusó el regalo y colgó las pinturas en su residencia de Apsley House, llamado también museo Wellington y situado en el Hyde Park londinense. Hoy en día presenta una gran colección de arte.
Publicidad
Museo Wellington
«A los que nos gusta la historia y el arte nos emociona entrar en este museo, que está lleno de referencias a la batalla de Vitoria y a un ilustre alavés como el general Ricardo Álava, gran amigo de Wellington, y del que hay varios retratos», señala Emilio Larreina, presidente de la Asociación Histórica Vitoria 1813-2013 y gran conocedor de esta época. Larreina anima a los vitorianos a visitar Apsley House porque mucho de lo que se va a ver está ligado a la historia de la capital alavesa.
Sin duda, las estrellas de la colección son los Velázquez, especialmente 'El aguador de Sevilla' y el titulado 'Dos jóvenes comiendo en una mesa humilde', una de las escenas de la vida cotidiana que pintó el artista sevillano antes de ser pintor de cámara. También es del genial sevillano un retrato de caballero, probablemente el chambelán de Mariana de Austria, esposa de Felipe IV, que aparece en 'Las Meninas', mientras que se le atribuye con casi total certeza un cuadro del Papa Inocencio X, muy similar al mucho más conocido de la galería Doria Pamphili, de Roma. Quevedo también está aunque se considera una copia de taller.
Publicidad
El cuadro más antiguo es de Juan de Flandes, pintado entre 1505 y 1516. Procedentes del Palacio Real de Madrid se sustrajeron varios Teniers, Brueghel, an Dyck, Rubens, Ribera, Claudio Coello y Murillos. Destaca también pintura alemana, flamenca, francesa e italiana con cuadros de Correggio, Giordano, Salvatore Rosa, Venusti, Panini, Reni y Sassoferrato.
El único goya de la colección, no robado naturalmente, es un retrato ecuestre del propio Wellington, pintado en tres semanas en 1812, algo posible sólo porque el aragonés había tomado por modelo a otro jinete, cuya cabeza sustituyó luego por la del duque. Ambos se habían enfrentado antes por otro lienzo que Goya le hizo y que no gustó al inglés. La historia podía haber cambiado, porque llegaron a empuñar las armas.
Publicidad
Elisa Mora ha sido la conservadora encargada de devolver a la vida a un cuadro que se pensaba copia de escaso valor y que ha resultado ser de de Tiziano. La experta ha explicado que la obra estaba completamente oscurecida, con betún para tapar pérdidas en varias zonas. Mora conoce la exquisita técnica de Tiziano, que aplica el color a golpe de veladuras, superponiendo tonos. La sutilidad de la técnica, poco a poco, fue dejando paso a obras menos relamidas y trabajadas. Ese es el contraste que existe entre la Dánae inglesa y la Dánae española. La evolución técnica de Tiziano es muy importante, porque crece en frescura, deja zonas sin rematar y le empiezan a sobrar veladuras, como en el cuadro del Prado. Tiziano camina hacia el impresionismo, cuenta la restauradora.
El Prado se calienta
La carambola de cambio de atribución no acaba ahí: la famosa Dánae del Prado deja de formar parte de la serie de seis poesías, que Tiziano hizo para Felipe II entre 1553 y 1562, y que ha pasado como el conjunto mitológico más influyente de la história de la pintura. La firma de Tiziano en la obra de la pinacoteca es indiscutible, pero ahora sabemos que no se la encargó el entonces príncipe español.
Noticia Patrocinada
Miguel Falomir, el comisario de la pequeña muestra de tres piezas, asegura que son obras maestras, la expresión máxima de la pintura veneciana gracias al color y su sensualidad. Cuenta Falomir, jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa (hasta 1700) del Museo del Prado, que poco se conoce del mecenas de este cuadro, salvo que tuvo que pagar mucho para lograr que el maestro se centrara en la obra, sin contar con ayudantes, para subirle los colores y los calores a la mítica escena. Dánae recibe con placer y entrega a Júpiter en forma de lluvia dorada. «Es de un clarísimo contenido erótico y casi pornográfico», dice Falomir.
El mito de Dánae suele interpretarse como la riqueza que compra el amor o el sexo «y el gesto diligente de la celadora enfatiza este significado, pues parece estar, o bien aceptando el soborno de Júpiter, o bien recibiendo la parte que le corresponde como alcahueta». Pero Falomir aclara que reducir la pintura a esta interpretación sería «muy empobrecedor», pues hay otra alusión, que queda subrayada con la incorporación de la anciana en el cuadro de Wellington, mientras recoge con avaricia las monedas: «Incluso los más humildes desean beneficiarse de esa cascada vivificadora», explica.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.