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Daniel González
Sábado, 11 de octubre 2014, 02:14
Si hubiese que escoger la mejor banda sonora para Vitoria o Álava, nadie dudaría en encomendar esta tarea a Emilio Ipinza Gil. No en vano, durante más de medio siglo ha dirigido a las mejores voces de la provincia, llevándolas por infinidad de países en ... un esfuerzo de demostrar el talento de los componentes de la Coral Manuel Iradier. La música corre por las venas de este vitoriano que, a sus 81 años, se ha visto obligado por los achaques de la edad a dejar su amada batuta y entregar el testigo a sus compañeros tras 53 años. Precisamente por esa entrega a la coral y su lucha por internacionalizarla EL CORREO le ha escogido como 'Alavés del Mes' de septiembre, un galardón que busca premiar su amor por la música.
Con sólo seis años, Ipinza comenzaba su acercamiento a la música al entrar a formar parte de la Escolanía de Tiples del Conservatorio Jesús Guridi. No tardó en sumarse al coro de la capilla de la Catedral de Santa María, y fue solista en el de la Iglesia de San Cristóbal. Con las amistades hechas en la escolanía empezó a gestarse el embrión de la actual Coral Manuel Iradier. Juntos formaron un grupo musical que empieza ensayando un corto repertorio, primero en el domicilio de uno de ellos y acaba realizando su actividad en los locales que la Sociedad Excursionista Manuel Iradier tenía en la calle Dato.
Nuevos integrantes
Después de muchos ensayos, aquel coro debutó el 21 de mayo de 1961 en la ermita de San Vitor. Al frente de las voces estaba Ipinza, batuta en mano, dispuesto a llenar de música el encuentro anual de la excursionista. El éxito de aquella jornada permitió consolidar a la agrupación, que aumentó su agenda de actuaciones y fue sumando nuevos integrantes hasta llegar a la situación actual. Desde ese momento su director, considerado el 'alma mater' del colectivo, no dejó de buscar nuevos retos. Con él la coral empieza a cruzar fronteras y a triunfar. Sus actuaciones en Polonia, Rusia, Italia, o las giras por Latinoamérica, cosechan grandes aplausos. Aunque el mayor logro de Ipinza es, sin duda, haber logrado cantar en Castelgandolfo para el Papa Juan Pablo II.
Ese día su mujer, Mari Nieves, no pudo acompañarle a Italia por problemas familiares. «Juntos disfrutamos de muchos momentos agradables, pero en ese que él recuerda con tanto cariño no pude estar. Y en cuanto terminó la recepción, él cogió un avión y se vino a Vitoria para estar con la familia», recuerda ella, emocionada por el premio concedido a su marido. «Es un orgullo, y una alegría. Él ha entregado toda su vida a la música, tenía su trabajo pero todo su tiempo libre lo ha dedicado a esta pasión. Ha sido su motor, le ha gustado siempre», agrega.
Zarzuelas y ópera
Sus estudios de clarinete y violín y los inicios con el piano han sido complementos a su carrera. Apasionado de la música religiosa vasca y el cancionero popular, «lo trasladaba a la coral. Enseñaba al coro la música que iba cayendo en sus manos», apunta Mari Nieves. Con el gregoriano o las canciones de Guridi y Pablo Sorozabal logra emocionar a su público internacional, potenciando también que la coral realice interpretaciones de zarzuelas como 'El Caserío' o 'Katiuska' e incluso de ópera, como 'Madama Butterfly'.
La dedicación al coro llegó al extremo de convertir su casa en alojamiento para aquellas personas de corales internacionales que visitaban Vitoria en forma de intercambio. «Vinieron agrupaciones de Rusia, de Argentina, algunos polacos Muchas veces los coralistas se alojaban en casa de los componentes, y nosotros invitábamos a los directores. Compartíamos con ellos unos días, y eso era muy bonito y enriquecedor», evoca ella.
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