Francisco Góngora
Martes, 3 de junio 2014, 07:35
«Yo he tenido gran afición por el reporterismo. Si no lo he practicado en época pasada, fue, más que por otra cosa, porque no encontré periódico que me los encargara. El reportaje que yo hubiera hecho con gusto hubiera sido el semigeográfico, semisocial. Ahora, el reportaje político ése ya no me interesa. Tampoco me interesa el estético y el arqueológico». Son palabras de Pío Baroja en el arranque de su fabuloso artículo en el que se queja que solo pudo hacer reportajes de revista «más que ya de viejo, y por dentro de España, cuando ya era uno algo conocido. De joven los hubiera hecho con mucho gusto; ahora, si hubieran tenido éxito o no, eso, naturalmente, no lo puedo saber».
Publicidad
«Es muy agradable recorrer un país cualquiera con buen tiempo, siempre que no sea una estepa árida y desierta», dice Baroja. Y sigue: «Teniendo conocimientos geográficos, geológicos e históricos es más agradable aún. En este caso, el país está impregnado de recuerdos, de sugestión y de explicaciones, y hasta lo que parece desolación y abandono se llena de figuras y de recuerdos. Ya en unos viajes con J. Ortega y Gasset, entre discusiones literarias, le oíamos al profesor Dantín Cereceda hablar de la formación geológica de unos terrenos y de sus cambios y transformaciones como quien oye una anécdota dramática e interesante.
Según Baroja, la expedición de Gómez fue la más curiosa de las operaciones militares de la primera guerra carlista (1833-1840). «Ahora que han pasado más de cien años que se llevó a cabo, no queda de ella más que un ligero rastro, un vago recuerdo, y eso en muy pocos lugares», cuenta.
«Gómez y sus fuerzas trazaron muchas vueltas y revueltas sobre el mapa de España. Es difícil seguirles en su trayectoria. Exigirían marchar a caballo y pasar seis meses, como pasó él haciendo ziszás por la Península. Don Miguel Gómez y Damas fue uno de los militares más célebres de la primera guerra civil. Muy discutido en su tiempo por su famosa expedición, después cayó su recuerdo en la oscuridad y quedó completamente olvidado. Tenía al comenzar su marcha, en 1836, cuarenta y un años. Era Gómez de cara larga, correcta; nariz bien perfilada, ojos claros y expresión melancólica. Borrow, que lo conoció, en su libro La Biblia en España dice que tenía estatura regular, el tipo grave y sombrío.
Don Bruno de Villareal
En 1836 el general alavés don Bruno Villarreal, ministro del pretendiente, al ver que el jefe de las fuerzas liberales del Norte, don Luis Fernández de Córdova, pensaba, en vez de aventurarse en pequeñas batallas, mantenerse en las márgenes del Ebro y bloquear las provincias rebeldes, ideó enviar una columna a Asturias y a Galicia y provocar en ellas la guerra. Villarreal expuso su proyecto al pretendiente don Carlos, que lo aprobó. Este llamó a don Miguel Gómez y le ofreció el mando de la columna. Don Nazario Eguía y sus amigos consideraron que el proyecto no tendría éxito y que la elección de Gómez como jefe era desacertada.
Publicidad
Los tres generales carlistas de la primera guerra civil española, los tres a su modo geniales, fueron Zumalacárregui, Cabrera y Gómez. Zumalacárregui era un gran técnico, el hombre reflexivo del Norte de España; Cabrera, fogoso y ardiente, el tipo del Mediterráneo, y Gómez, del centro de la Península, medio castellano, me dio andaluz, el que sabe sortear las dificultades con arte y con malicia. Narváez y Prim fueron también hombres de mucho talento, quizá más destacados aún como políticos que como militares. Gómez era de Torredonjimeno (Jaén). Siendo aún niño, luchó contra los franceses en la guerra de la Independencia, cuando el general Dupont invadió Andalucía. Gómez tardó poco en distinguirse en el ejército por su valor y su ingenio, y tuvo la desgracia de caer prisionero y de ser conducido a una ciudad francesa, de donde logró escapar al cabo de un año, después de varias tentativas infructuosas.
En 1820 figuró entre los absolutistas. En 1825 era capitán de Granaderos y Cazadores en el batallón que mandaba Zumalacárregui, y se batía en Navarra. Al obtener los carlistas varios triunfos, fue nombrado Gómez comandante en el mismo regimiento de que era coronel Zumalacárregui. En 1832 se encontraron otra vez reunidos los dos jefes en Madrid, donde estrecharon sus relaciones llevados por la simpatía de sus caracteres y la identidad de situación y de ideas políticas.
Publicidad
Cuando enfermó Fernando VII ofrecieron los dos sus servicios a don Carlos, y a la muerte del monarca marcharon al campo a acaudillar a los absolutistas, después de haber fomentado en el país el descontento y la rebeldía contra el Gobierno, que consideraban revolucionario. Gómez se dirigió primeramente a Cuenca, donde intentó levantar a los carlistas. Frustraron su tentativa, y reunido con Zumalacárregui, éste le nombró su jefe de Estado Mayor. Muerto Zumalacárregui, siguió Gómez su carrera, y gracias a su inteligencia y a su arrojo, fue ascendido a mariscal de campo. Mandó durante mucho tiempo una brigada de guipuzcoanos. Con esta brigada tuvo un primer encuentro con las tropas de la Legión inglesa liberal, mandada por Lacy Evans.
En 1836 Gómez hizo su fantástico recorrido por España, trazó en la Península, de Norte a Sur, como una Z invertida y tardó en su excursión cinco meses y veinticuatro días. La expedición de Gómez no se estudió, al parecer, en las escuelas militares españolas; en cambio, según se asegura, se ha estudiado en el extranjero, sobre todo en Alemania y en Rusia. Fue una improvisación a la española. Los militares del tiempo, entre ellos Fernández de Córdova, no quisieron darle importancia.
Publicidad
El barón Guillermo de Rahden, jefe del Estado Mayor del ejército carlista de Aragón y de Valencia, publicó un suplemento a su libro Wanderun-gen eines Alten Soldaten «Excursión de un viejo soldado», en Berlín, 1850. En este suplemento, «Miguel Gómez»: Ein Lebenslichtbild, hay una silueta muy perfilada del general. En él se insertó un itinerario de la expedición, traducido del español, y varios comentarios y anécdotas.
Al llegar Gómez de vuelta de su viaje por Galicia, Castilla y Andalucía a las provincias vascongadas fue sometido en Orduña a un proceso por no haber cumplido las órdenes que le habían dado ni el objeto para el cual se organizó la expedición.
Publicidad
Todavía duraba la causa en el tiempo de los preliminares del convenio de Vergara. Al firmarse este pacto, Gómez entró en Francia. No debía ser aficionado a escribir, porque no se le ocurrió jamás defenderse en un periódico o en un folleto. Otro cualquiera hubiera explicado su expedición y las causas de sus fallos. Esto, sin duda, a él no le interesaba. Por lo que dice Rahden, Gómez debió de ser un hombre indolente, que se las echaba de andaluz perezoso. El general prusiano cuenta que a veces sus ayudantes le preguntaban a su jefe:
¿Desea usted algo, mi general?
No; tengo lo que necesito contestaba él, mostrando con cierta sorna la hoja de papel de fumar, que doblaba entre sus dedos.
Gómez vivió después de la guerra en una buhardilla de Burdeos, adonde iban a visitarle sus antiguos compañeros de armas, Villarreal y Sopelana, y su amigo Meyer, cónsul del reino de Nápoles en Burdeos. A Gómez le gustaba el sol, las naranjas, las almendras y las granadas, el tabaco de La Habana y el vino blanco. Murió oscuramente en Burdeos, sin que nadie se enterase. Se dice que el emperador de Rusia, Nicolás I, preguntaba con frecuencia a algún agregado en San Petersburgo de la embajada española: «¿Qué se hizo del bravo Gómez?» En España, después de su muerte, nadie se acordó de él.
Noticia Patrocinada
Comienza la expedición
El día 25 de junio de 1836 se reunieron en Amurrio (Álava) todas las fuerzas de las columnas que iba a mandar Gómez. Las pasó revista el pretendiente con todo su Estado Mayor. Debió de ser una ceremonia muy decorativa y vistosa. Salgo yo en automóvil de Vera, con un chófer y un fotógrafo, y voy a seguir la ruta de Gómez. Los dos compañeros de viaje míos son muy expeditivos. El chófer está siempre pendiente de su aparato. Cuando se detiene éste, lo examina con atención, y después canturrea.
Amurrio está cerca de la Sierra Salvada y de la Peña de Gorbea. No queda hoy en el pueblo ni el más lejano recuerdo de la expedición de Gómez, que en su tiempo sería sonada. Ando de aquí para allá, pregunto a uno y a otro. Nadie sabe nada.
Publicidad
Un señor me dice que si alguien tiene algún dato sobre Gómez será un procurador apellidado Llandera, que es de familia carlista y que tiene simpatía por el tradicionalismo. Voy a su casa y me recibe amablemente.
El señor Llandera leyó hace tiempo la historia de la guerra civil, y sabe que de este pueblo salió Gómez, pero no sabe en dónde revistó don Carlos a sus fuerzas, aunque supone que sería en la carretera que cruza el pueblo y en un campo que había antes, cerca de la iglesia, y que se ha convertido en un paseo.
Publicidad
¿Y cree usted que no habrá alguien en Amurrio que tenga, por tradición, algún recuerdo lejano de lo sucedido entonces?
Creo que no.
Le dejo al procurador en su despacho y bajo a tomar el auto.
Nos adelantamos hacia el Norte, a buscar Respaldiza.
Una vieja desconfianza
Al pasar cerca de Respaldiza veo una casa solariega, magníficamente colocada dentro de una huerta. Me asomo a una saetera de la tapia y veo, a través de ella, a una mujer joven y a una vieja. Las saludo, pero las dos desaparecen.
Publicidad
Usted, que es joven le digo al fotógrafo, a ver si las conquista para que digan algo.
Mientras tanto yo me siento en el tronco de un árbol. El fotógrafo fracasa como yo. Hay que seguir adelante.
Quejana
El primer pueblo curioso por donde pasó Gómez y su expedición fue Quejana, dentro de la zona alavesa. Quejana es un grupo pequeño de caserones antiguos, al lado de un arroyo; pueblo con varias torres almenadas, un castillo y una iglesia. Hay un puente ojival para cruzar el río, y un edificio con unos soportales que deben servir de mercado. Una mujer, considerándonos turistas, abre la puerta de la iglesia o capilla, en donde hay varias sepulturas yacentes y en un rincón unas cajas de gaseosas para las fiestas próximas. Los dos sepulcros del centro, aunque se dice que son de don Pero López de Ayala, el canciller historiador y poeta, y de su mujer doña Leonor de Guzmán, parece que son de los padres de él, don Fernán López de Ayala y de doña María Sarmiento. (Parece que se equivoca don Pío, puesto que la tumba del canciller está en el centro de la capilla)
Salimos de la cripta y en marcha. Ahora vamos en una dirección paralela a la costa del Atlántico, camino de Reinosa. Dejamos Quejana y entramos, por Menagaray, a Arciniega, pueblo de más importancia y con ayuntamiento. Pasamos por una calle estrecha, con casas antiguas, con jardines, y vemos un hermoso torreón de piedra. A un viejo, que está en la puerta, le pregunto:
¿Usted ha oído hablar de la guerra carlista?
Sí.
¿Y oyó contar que en este pueblo tuvo presos don Carlos, en la primera guerra civil, a unos generales carlistas?
No; no lo he oído nunca.
Entonces ¿no le sonará a usted el nombre de Gómez?
Publicidad
¿Gómez? No; no me suena.
Indudablemente, son estas historias demasiado viejas para que quede un recuerdo de viva voz en los pueblos.
Dejamos Arciniega, y entramos en el valle de Mena. Mena no debe ser palabra vasca. No sé de dónde procede esta voz. En los naturales del valle hay la idea de que antiguamente no pertenecían a Castilla, sino a Vizcaya. Esto parece que no está claro. El aspecto físico del valle tiene más de vasco que de castellano. Confina con Vizcaya, con Álava y con Santander".
El relato de Pío Baroja sigue en todas las localidades por donde pasaron Gómez y sus aproximadamente 3.000 hombres. Hubo esos años de carlistada otra expedición, la llamada Real que encabezó el propio pretendiente y acabó en Arziniega, donde hizo su proclama y asentó su corte. Álava fue un territorio de guerra en aquel enfrentamiento.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.