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Saioa Echeazarra
Sábado, 17 de mayo 2014, 02:37
El éxito sin precedentes de 'Ocho apellidos vascos' es el penúltimo broche a una carrera cinematográfica, la de Karra Elejalde, caracterizada por una rompedora visión que deja una memorable impronta en el celuloide vasco y nacional. Su último logro profesional, valorado por EL CORREO para ... distinguirlo como Alavés de abril, engrosa una extensa trayectoria interpretativa coronada también por muchos otros filmes; desde 'Alas de mariposa' y 'La madre muerta', pasando por 'Vacas', 'Airbag', 'Año Mariano' o 'Torapia' -estas dos últimas en la faceta de director- hasta 'También la lluvia' (Icíar Bollaín), Goya a la Mejor Interpretación Masculina.
La cinta de Emilio Martínez-Lázaro ha supuesto un inédito espaldarazo, inesperado aunque justificado. «Es una película muy bien escrita, dirigida y tratada y quienes la critican es para ir a mirárselo. ¡No se puede contentar a todos!», se exaspera el vitoriano.
-¿Se esperaba, en el rodaje, el éxito de 'Ocho apellidos vascos'?
-Ni yo ni nadie lo hacía en absoluto. Ninguno esperaba una respuesta de esta magnitud. Es verdad que el ambiente del equipo técnico, que habitualmente suele mostrarse bastante distante en el trabajo diario, sí lo denotaba. Había algún indicio en detalles como cuando, en una escena, los de sonido y todos los que estaban alrededor, maquilladores, etcétera, en la toma diez, once, tras varias repeticiones, se seguían descojonando. Eso apuntaba que el guión funcionaba.
-Más que un 'boom' cinematográfico, ha sido un fenómeno industrial por la recaudación y el récord de espectadores. ¿Demuestra esto que el cine español también puede competir con Hollywood?
-No. Para empezar, al cine español ni siquiera se le puede llamar industria, es una cuchufleta que no puede hacer nada, mucho menos competir, ante la 'OPA' hostil que representa la industria americana. El de 'Ocho apellidos vascos' es un caso aislado; simplemente refleja unos datos que sirven para maquillar las nefastas cifras de este sector a nivel nacional.
-Por ponerle alguna pega, ¿qué opina de las críticas, muy escasas eso sí, vertidas sobre aspectos como el guión?
-¿Críticas al guión? Precisamente esta historia era una comedia romántica, satírica, y quienes la critican Es para ir a mirárselo. ¡No se puede contentar a todos! Siempre estamos con los malditos tópicos. He conocido a gente de todas partes y de todos los tipos, condiciones e ideologías: desde vascos incapaces de levantar un piedra a catalanes que me han atendido divinamente. Pero eso forma parte de la anécdota. Rememorando momentos de la grabación, estuvimos comiendo en el Gaztetxe de Leiza, nos lo dejaron para eso. Unos se molestan por el guión; luego que si las víctimas se sienten menospreciadas... Ya está bien, hemos hecho la película que queríamos, muy bien dirigida, producida y tratada con mucho tacto. Hay muchas secuencias sublimes que lo demuestran, escenas que han sido ideadas con cariño. En definitiva, la cinta está muy bien hecha y con una visión que sirve más para aunar, cauterizar, que para confrontar. Los profesionales de este proyecto no hacemos filmes por encargo sino que tomamos decisiones en el guión y en toda la obra.
-Koldo, su personaje en la cinta de Martínez-Lázaro, ha sido muy aplaudido. ¿Aspira a ganar otro Goya?
-No lo sé, no pienso en eso, no me importa lo más mínimo. El Goya está ahí, pero no es lo que más me preocupa. Únicamente defiendo que estos galardones hay que concederlos con mucho criterio, hay que darlos muy bien dados, y habrá compañeros que los merezcan tanto o más que yo. De todos modos, no tiene tanto mérito recordar e imitar la forma de hablar de mi padre, que es de Salinas de Léniz. Guardo esos recuerdos muy próximos y los llevo muy dentro.
-¿Qué opina sobre la posibilidad de que realicen una secuela?
-Por lo general, las segundas partes nunca fueron buenas. Aunque no sé nada sobre una posible secuela.
«Una involución»
-¿Cómo ha evolucionado el mundo del cine desde que se embarcó en esta profesión?
-Más que una evolución, es una involución. Es como un salto de altura. Esto ha sido una batalla constante, con un tremendo desamparo institucional y falta de respeto hacia nuestra profesión. Estamos sindicados pero no nos sirve de mucho; hasta hace nada el sector andaba 'transitando' por epígrafes tipo hostelería y espectáculos. Como contribuyente, si tienes un año con mucho trabajo Hacienda te zumba, pero si estás cinco sin hacer nada, no te devuelven ni un duro. Es una profesión enfermiza. Y el teatro está en crisis más que nunca. El 21% de IVA en las entradas es una involución. En mi caso, me puedo dar con un canto en los dientes porque he actuado en algunas de las películas más taquilleras. Pero han tenido que pasar muchos años para verme en una situación parecida, porque desde 'Airbag' no había vivido algo así. No me puedo quejar.
-¿Cómo recuerda aquellos hitos del cine alavés con Juanma Bajo Ulloa?
-En la 'La madre muerta' tuve mi primer papel protagonista, y lo llevo en el corazón. No obstante, durante muchos años para el público general he sido 'el de Airbag', cosa que te acaba molestando; como cuando a Carmen Machi le dicen 'eh, mira, es la de 'Aída'. Imagina que te venga un tío a decirte eso en una noche de fiesta a las cuatro de la madrugada. Acabas harto.
-¿En qué proyectos trabaja?
-Desde las últimas semanas me encuentro inmerso en dos rodajes; uno en Galicia y otro en Barcelona, donde grabaremos la película 'Vidas vulgaris' con la participación de Pep Munné, Inma del Moral, Eduard Fernández y otros compañeros.
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