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Los créditos se reproducían en la pantalla de la sala 1 de los cines Florida mientras el espíritu diverso de la colmena seguía retumbando en las butacas. No pudo afirmarse con certeza que todos los asistentes -alrededor de 200- compartieran en ese momento el deseo de querer quedarse en el universo de la película; símbolo fehaciente de que el público ha caído rendido al audiovisual. Pero sí muchos, la inmensa mayoría de los que acudieron ayer al preestreno de '20.000 especies de abejas' organizado por EL CORREO, salieron de la proyección con la sensación de haber visto un filme «auténtico» y «delicado». «La película es fantástica», resumieron.
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La directora Estíbaliz Urresola (Llodio, 1984) ha creado una cinta que es «un canto a la diversidad» en la que los personajes hablan de temas tan complejos como las fronteras, los sueños estancados, la infancia o la identidad. Y los aborda a través de conceptos tan simbólicos y sugerentes que hacen volver nuestra mirada hacia lugares inhabitados hasta el momento para concederles un espacio a la reflexión.
«Cuando empezamos a rodar hace cinco años, en 2018, no se miraba a las infancias trans», señalaba Urresola en el coloquio anterior a la proyección. «La película está hecha con un compromiso social muy fuerte porque había una responsabilidad muy grande en contar este tema que ahora empieza a ser parte de la agenda social», compartió en el escenario acompañada por las actrices Patricia López Arnaiz y Ane Gabarain. «La sensación de que estábamos haciendo algo especial era muy clara ya en el rodaje. Haber sido testigo de momentos 'joya' ha sido algo precioso. Pero estos sólo ocurren cuando se dan los espacios y las circunstancias para que se generen esos instantes», expresó López Arnaiz, que en la grabación interpreta a una madre de tres hijos sumida en una crisis profesional y sentimental.
Aunque Ane, como todas las 'amas', a pesar de hacerse sus propias preguntas, también intenta entender qué sentimientos sobrevuelan la cabeza de sus hijos. Y, como muchos otros niños, Cocó, el protagonista de nueve años en el que se centra el filme, no sabe expresar lo que siente porque aún tiene que cuestionarse para llegar a entenderse. Y es que, al final, lo que pretende la cinta -que encuentra su germen en los testimonios de las familias de la asociación de menores transexuales Naizen- es «abrir un diálogo para visibilizar y proteger los derechos de un colectivo de personas que no los tenían garantizados hasta el momento».
«Me ha parecido una película muy emotiva. Cuenta muchas realidades a las que a veces les giramos la espalda porque no queremos ver. Empatizas con el tema, que está muy bien llevado, sin hacer grandes dramas», valoró Iñigo Durana tras los 130 minutos de metraje. «Es fantástica, conmovedora, actual», subrayó Pilar Barrón. «Todos los reflejos de las mujeres que hace, esa fuerza que transmiten, tiene que pervivir. Hay que ir a verla», animó, aún emocionada tras salir de la sesión.
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