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Francisco Góngora
Martes, 7 de noviembre 2017, 02:32
En la primavera de 1368, las tropas del rey de Navarra, Carlos II de Evreux, conocido también como ‘El Malo’, se apoderan de las plazas alavesas de Vitoria, Salvatierra, Contrasta, Santa Cruz de Campezo y Alegría (usamos la toponimia de la época).
El monarca navarro justificó este movimiento, 168 años después de que Alfonso VIII arrebatara al Viejo Reino las tierras alavesas, con un doble argumento. El jurídico se basaba en la firma de acuerdos con los dos pretendientes al trono castellano, Enrique II de Trastámara y Pedro I el Cruel, enfrascados en una guerra civil. Ambos le habían ofrecido territorio a cambio de su apoyo y el se mostró siempre ambiguo negociando con los dos a la vez con la idea de salir siempre beneficiado. El otro argumento era histórico y recordaba que estas tierras fueron navarras antes de 1200.
Según la historiadora Pilar Azcárate Aguilar-Amat, en su ponencia ‘Álava en los conflictos entre Carlos II de Evreux y Enrique II de Trastámara’, presentada en el congreso sobre el 800 aniversario de la ciudad, el esfuerzo del rey navarro fue calamitoso para su reino porque no estaba en condiciones de hacer una campaña militar tan costosa. Su actitud le llevó finalmente a una guerra, rematada con la paz de Briones, que supuso de hecho la subordinación absoluta de Navarra a Castilla y significó el fin de su independencia política, 200 años antes de la conquista de Fernando el Católico.
Aunque en sus crónicas el canciller de Ayala aseguraba que Vitoria, Logroño, Salvatierra y Santa Cruz de Campezo se habían mostrado favorables a Pedro I en la guerra civil y a este pidieron ayuda ante las presiones de los hombres de Enrique II de Trastámara, pero al no hallarla se decidieron por el navarro, lo más acreditado y probado es que estas villas sí pusieron resistencia a Enrique II y el navarro decidió incorporarlas a sus dominios. Los expertos creen además que no fue una entrega voluntaria sino una rendición forzada por los navarros.
La primera referencia al sitio de la villa de Vitoria data del día 5 de mayo de 1368. Con anterioridad, existe documentación que acredita que el rey navarro ya había organizado la toma muchos meses antes. El 15 de enero, por ejemplo, el tesorero del reino, Garcia Miguel de Elcarte, daba testimonio de que le habían dejado un mulo para desplazarse a Vitoria. Además, los efectivos navarros comenzaron a llegar el mes de abril.
Carlos II no estuvo presente en Vitoria durante los inicios de la campaña, ya que por esas fechas había efectuado la entrada en Logroño, donde permaneció hasta principios de junio. En cambio acudió a tomar posesión de la primera plaza alavesa que pasaba a su soberanía, lo cual ocurrió probablemente a principios de junio.
Existe documentación que acredita que Carlos II fue muy generoso con el tesorero del reino al que el monarca concedió 200 libras de ‘carlines prietos anuales’, moneda navarra, por su participación en la conquista de Vitoria.
Tras la ocupación nombró a una persona como alcalde de la villa que se llamaba Ferrant Sánchez.
La ocupación del resto de Álava no fue fácil para el rey navarro. En Salvatierra y Contrasta, Santa Cruz de Campezo y Alegría por ejemplo, hubo mucha resistencia hasta el punto que tuvo que tomar rehenes entre los vecinos.
Además, señala la historiadora Pilar Azcárate, el rey navarro fue muy generoso con la villa de Logroño, también conquistada a los castellanos, a los que eximió del pago de peajes. Pero no tanto con los vitorianos y con los vecinos de Salvatierra.
Desde el principio de la ocupación, el rey navarro sabe que la reacción de Enrique II será inminente. El de Trastámara hace una alianza con el rey de Aragón y firma el tratado de Tortosa. La ofensiva castellana es dirigida por el infante don Sancho, hermano del rey de Castilla, que aprovecha la ausencia en Francia de Carlos II, un monarca que también tenía derechos sobre la corona francesa.
Es la reina Juana de Navarra, gobernadora del reino cuando su marido está ausente, quien ordena reforzar con más soldados las defensas, especialmente de Vitoria. Y para ello manda al tesorero que pague a esa fuerza. «En los primeros momentos de la ocupación navarra de las localidades alavesas estuvieron marcadas por la tensión y la inestabilidad. No hay que olvidar que, además del peligro de la intervención armada castellana existieron también un ambiente hostil y un clima de resistencia interna a reconocer la soberanía del de Evreux, al menos en algunas localidades», afirma la investigadora.
La frontera entre ambos reinos estaba más vigilada que nunca. Los navarros gastaban mucho dinero en mandar y pagar a sus tropas. Carlos II llegó a pedir ayuda a los ingleses y viajó a este país, pero la respuesta fue negativa.
En octubre de 1370 se consigue una tregua entre los dos reinos. La suspensión de hostilidades duró desde el 1 de noviembre de 1370 al 1 de mayo de 1371. Pero no hay tranquilidad, y los navarros refuerzan sus defensas. En el verano de 1371, de nuevo la reina Juana manda reforzar las guarniciones con hombres a caballo y de a pie, y mercenarios de otros reinos en previsión de un ataque inminente. Efectivamente, Enrique II dirigió una expedición a la zona fronteriza en litigio tras haber firmado las paces en Granada y Portugal. Y colocó al frente a Beltrán de Guevara, señor de Oñate, y a Ruy Diaz de Rojas, merino mayor de Guipúzcoa.
Como resultado de esta campaña fueron reconquistadas Contrasta y Santa Cruz de Campezo, «cuyos vecinos expulsaron a las guarniciones navarras y llamaron a las castellanas». Y no se entró en más villas porque la siempre habilidosa reina Juana consiguió que Enrique II aceptara la solución del conflicto por vía diplomática. Juana temía que el rey castellano acabara invadiendo Navarra.
En otoño de 1371 se comienza a negociar entre las dos partes. El 6 de octubre Juana ordena restituir a Enrique II las villas de Santa Cruz de Campezo y Contrasta y anula cualquier juramento, pleito y homenaje que los vecinos de las villas hubieran contraído con Carlos II de Evreux.Es de hecho el reconocimiento de un hecho consumado como la pérdida de las dos localidades.
El 3 de noviembre de 1371 se acuerda entre las partes someter el pleito al arbitraje del papa –Gregorio XI– y del rey de Francia –Carlos V–. Mientras tanto, Vitoria, Logroño y Salvatierra quedaban en manos de las personas que los árbitros designaran. El 16 de diciembre de 1371 las tropas que dirigía Rodrigo de Uriz abandonaron Vitoria
Se puede decir que durante casi dos años, Vitoria no fue ni castellana ni navarra sino del Vaticano y de Francia. Esto fue así hasta el 4 de agosto de 1373, cuando Guido de Bolonia, legado papal, promulga su sentencia que se leyó en San Vicente de la Sonsierra. El cardenal boloñés adjudicó la posesión de Logroño, Vitoria y Salvatierra a Enrique II de Castilla. Al mismo tiempo absolvía a sus vecinos de cualquier delito que hubieran podido cometer hasta el día de la promulgación del laudo contra cualquiera de los dos soberanos.
El 1 de septiembre de 1373 Enrique II confirmó a la villa sus privilegios y franquicias, entregando su tenencia a Pedro de Ayala.
Enrique II y Carlos II siguieron enfrentados hasta 1379 pero por otros motivos.
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