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Carlistas en Isuskitza, tras una misa en 1986.
Isuskitza: la colina de la sangre
Historias perdidas de álava

Isuskitza: la colina de la sangre

La lucha por este monte en octubre de 1936 fue épica y dejó un reguero de muerte

F. GÓNGORA

Lunes, 7 de octubre 2013, 14:04

Se cumplen este mes de octubre 77 años de una de las batallas más sangrientas pero desconocidas de la Guerra Civil en Álava: La lucha por el monte Isuskitza entre fuerzas republicanas y requetés y militares golpistas, una acción que convirtió en sagrada esta cumbre para los carlistas.

El monte Isuskitza es una cima estratégica desde la que se controla el puerto de Arlaban, fundamental en las comunicaciones con Gipuzkoa y vital en la línea Madrid-Paris. Los guerrilleros Mina y 'Dos Pelos' siguieron desde sus lomas los ataques a las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. También hubo combates durísimos entre carlistas y liberales en las dos guerras civiles del siglo XIX . Siempre hubo trincheras arriba y aún hoy se pueden seguir las huellas de las fortificaciones y observar varios búnkeres, alguno en muy buen estado, además de un vía crucis, el mayor de nuestros montes, con una cruz derribada en numerosas ocasiones, que recuerda precisamente a los 37 requetés y 42 soldados franquistas muertos en combate. Para el relato sigo el excelente trabajo de Josu Aguirregabiria y Guillermo Tabernilla en el libro 'El Frente de Álava' (páginas 69-75).

La divisoria de aguas fue espacio de combates entre julio de 1936 y marzo de 1937. La ocupación de las montañas fue un pulso permanente. Inicialmente, fuerzas republicanas tomaron el Isuskitza y el Maroto. Tras la victoriosa campaña de finales de septiembre de Camilo Alonso Vega en el Valle del Deba, la novena compañía del Requeté de Álava ocupó las trincheras del Isuskitza, mientras el Maroto se quedó en tierra de nadie y fue ocupada por ambas partes indistintamente. .

Pero Joaquín Vidal Munárriz, un militar profesional que era jefe de Garellano cuando se produjo la sublevación a la que se opuso y mandaba las fuerzas republicanas con base en Ochandiano, planeó un contraataque para recuperar la importante posición. Vidal Munárriz, que dirigió el Ejército Republicano en Levante, fue fusilado en agosto de 1939 tras acabarse la guerra. Él demostró que fue una guerra entre hermanos. El suyo, de hecho, fue gobernador militar de San Sebastián con Franco y trató de salvarlo del pelotón. No lo consiguió.

Atacar Villarreal

La estrategia fue atacar Villarreal para atraer a las fuerzas rebeldes mientras sus hombres, en torno a 800, saliendo desde el Jarindo conquistaban definitivamente el Maroto. No me resisto a contar que en ese ataque a lo que hoy conocemos como Legutiano participó un camión blindado que mandaban el sargento Luis Alangua y el cabo Vicente González de Marañón. Tenía un aspecto tan raro que lo llamaban el 'buque fantasma'.

Los hombres de Vidal iniciaron el ataque a las cuatro de la mañana del día 5 de octubre. Estaban divididos en tres columnas. El batallón Garellano, por el centro; el batallón de milicianos del Perezagua por el flanco izquierdo; y una compañía de la Guardia de Asalto por el derecho. Hasta las 7 el fuego de mortero y las ametralladoras se encargaron de 'ablandar' a los defensores.

Arriba, esperaban los requetés de la 9ª compañía, 249 hombres al mando del capitán Carlos Calderón. El teniente Antonio Oriol que salió con una patrulla a informarse de las fuerzas que atacaban resultó herido y fue trasladado a retaguardia donde avisó al cuartel de Vitoria de lo que ocurría. Tropas de la guarnición de Villarreal tomaron el camino hacia Isuskitza por Albertia, para tratar de sorprender a los milicianos por la espalda pero esa maniobra la había previsto el coronel Vidal que había atrincherado a una fuerza que inmovilizó al grupo de socorro hasta que tuvieron que volverse para atrás. La suerte de los requetés estaba echada.

Los defensores de la cima aguantaron durante cinco largas horas con mucho arrojo, pero al ser superados en número y ante la posibilidad de verse copados se retiraron. La crónica del Noticiero Bilbaíno del día 7 cuenta que un miliciano alavés, natural del pueblo de Barrón, y un sargento de Garellano encabezaron el asalto final lanzando cartuchos de dinamita y granadas de mano cuando se encontraban a 20 ó 30 metros de las posiciones enemigas. Los republicanos consiguieron la victoria y 12 prisioneros, entre ellos dos alemanes y un ciudadano suizo que se encontraban imprudentemente en la posición más peligrosa del frente alavés. El primero de ellos fue fusilado en Bilbao el 11 de noviembre del 36. Era un médico alemán que se llamaba Wolfang L. Eynatten vestido de requeté. Tras ese primer ataque, el hombre que mandaba parte de las tropas republicanas, Fernando Sáenz de Santamaría, se pasó de bando y fue un militar destacado entre los requetés.

Fecha sagrada para el Carlismo

Las bajas gubernamentales sumaron 6 muertos y 18 heridos, según el diario El Pueblo Vasco (El Correo). Las bajas nacionales fueron 17 muertos. Pero todavía faltaba lo peor. El 8 de octubre las tropas nacionales tomaron de nuevo la iniciativa y lanzaron un ataque para reconquistar la cima que tanta sangre había costado. Mandaba la fuerza el comandante Julián Cogolludo con dos compañías del Regimiento San Marcial y de nuevo la novena compañía del Requeté de Álava. Fueron dos ataques infructuosos tras una ineficaz preparación artillera. Los nacionales se movían desde Landa y llegaron al cuerpo a cuerpo. El desastre fue total para los nacionales. En las laderas de Isuskitza hallaron la muerte 20 requetés de la 9ª compañía, entre los que figuraban el teniente Rafael Gutiérrez y el alférez Germán Bastida; 42 soldados del San Marcial, dos capitanes y el propio Cogolludo que había encabezado uno de los ataques. Además hubo 50 heridos y 8 prisioneros. Un cabo carlista que participó en el combate relató que a pesar de tener una eficiente artillería desde el monte de enfrente, el San Bernabé, la operación fue un desastre porque se atacó en oleada y de frente. "Íbamos cantando 'cálzame las alpargatas' y desde arriba nos recibieron con un intenso fuego de fusilería y ametralladoras. Se llegó en la cima al cuerpo a cuerpo con las bayonetas y a culatazos. Cuando ya lo reconquistamos el día 18 de octubre vimos los cadáveres de nuestros compañeros con el macuto puesto en la cabeza a modo de almohada. Resultaron mal heridos y murieron allí".

A raíz de estos sucesos, el 8 de octubre se quedó como una fecha sagrada en la historia de los carlistas. En homenaje a los caídos ha habido concentraciones de militantes durante muchos años que han rezado y han celebrado misa en la cumbre por sus muertos.

Diez días después el bando nacional acumuló fuerzas suficientes para volver a la conquista de la cima. El general Álvarez Arenas diseñó una operación que no se parecía en nada a las anteriores. Esta vez el ataque no fue de frente, sino que mientras una compañía de requetés, la once, porque la novena había sido prácticamente aniquilada, fijaba a los defensores con morteros y ametralladoras otras dos compañás del Regimiento Bailén realizaron una maniobra envolvente. Los milicianos se defendieron bien porque habían reforzado las fortificaciones pero finalmente se retiraron hacia el Maroto. Dejaron 4 muertos. En total se han podido identificar en todos estos combates 12 muertos republicanos del batallón Perezagua.

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