JOSÉ MARÍA BASTIDA, TXAPI
Viernes, 1 de abril 2011, 11:53
Hace ahora cien años, un 1 de abril de 1911, nacía en la tercera vecindad de la calle Correría un varón al que le pusieron por nombre, como era costumbre, el santo del día: Venancio. Sus apellidos eran Del Val y Sosa.
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Tras unos primeros estudios en la escuela del Campillo que luego se llamaría de Ramón Bajo, ingresó a los 13 años en el Seminario Conciliar que todavía estaba en la calle Fray Zacarías Martínez, frente a la plaza de Santa María, donde ya empezó a enredar con la pluma.
Abandonando los estudios eclesiásticos, comenzó su singladura como periodista cuando le faltaban cuatro días para cumplir 18 años. Su primer artículo apareció en el Heraldo Alavés el 28 de marzo de 1929, día de Jueves Santo. Estaba dedicado a la Virgen de los Dolores como Ecos de la Semana Mayor con el título ¡Oh quam tristis et afflicta!...
En 1932, pasaría a Euzkadi y después a La Libertad. En 1937, a Norte. Al desaparecer éste, a Pensamiento Alavés. En 1961, a EL CORREO donde permaneció hasta 1973, siendo director de su delegación en Álava los últimos siete años. También escribió en la Hoja del Lunes editada por la Asociación de la Prensa en Álava entre 1960 y 1966. De esta asociación fue su presidente en una época, recibiendo en 1990 por parte de ella un merecido homenaje. También fue corresponsal de la agencia Logos y de otros periódicos foráneos así como colaborador de Radio Vitoria.
Simultaneó su labor periodística con su trabajo como funcionario en el Ayuntamiento en el que entró por oposición en 1941 permaneciendo hasta su jubilación en 1979. A pesar de haberse retirado tanto del periódico como del Ayuntamiento, siguió colaborando con sus artículos sobre calles y personajes vitorianos. Primero lo hizo en el Boletín de Información Municipal y, luego en la Gaceta Municipal. Esto lo hizo hasta su muerte acaecida el 29 de octubre de 2004. Ya fallecido, en el nº 43, correspondiente a noviembre de ese año, apareció un artículo póstumo que había entregado poco antes de su muerte. Estaba dedicado a Gonzalo Lacalle Leloup, Alcalde de Vitoria.
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También colaboró con Radio Vitoria y en las muchas revistas locales editadas en la Ciudad. Incluso en 1950 creó junto a Julián Ortiz de Viñaspre Jovi una propia de periodicidad anual cuyo último número se publicó en 1965. Se llamaba Fin de año y se publicaba en Navidad. Para la publicación de los artículos utilizó cerca de 30 seudónimos. Posiblemente, el que más apreciaba era el de Vitoriano de Álava. También escribió diversos libros sobre temas alaveses: algunos biográficos como los dedicados a José Mardones, Celedón, Ramiro de Maeztu, Botánicos alaveses, Tipos populares vitorianos, Mujeres Alavesas... y otros de otro tipo como Cuerpo Foral de Miñones... y, sobre todo, Calles Vitorianas, primero en una edición publicada en 1944 y, después, la magna edición de 1979 donde se detallaba la toponimia callejera vitoriana existente hasta dicho año, incluidas las últimas denominaciones y cambios que se habían producido.
Su devoción a la Virgen Blanca, fue Abad de su Cofradía, le hizo escribir el libro Ntra. Sra. de la Blanca, patrona de la Ciudad de Vitoria, editado en 1971, siendo la primera publicación que realizó la biblioteca alavesa Luis de Ajuria de la entonces Caja de Ahorros Municipal. También cultivó la poesía, publicando diversos poemas dedicados igualmente a la Virgen Blanca en el librito Pétalos de Nieve publicado en 1953. Su afición a la literatura le hizo crear en 1949 la peña literaria Institución Canciller Ayala.
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Pero Venancio también tuvo otras aficiones; entre ellas, la música. Fue tiple en la Catedral de Santa María, cantó en el Orfeón Vitoriano fundado en 1929, participó en el puerto de Azáceta en la primera actuación de la Coral Manuel Iradier... y hasta poco antes de su fallecimiento solía cantar en la Iglesia de San Pedro. Conjugando sus dos aficiones, la literatura y la música, escribió diversas letras para melodías que componía el gran Luis Aramburu. Unas eran para sociedades, algunas para carnaval, otras de índole diversa como Palomas y Tordos o Eup San Juan, y me gustaría destacar dos: Fiesta de Calle, dedicada a las recordadas fiestas de las vecindades vitorianas y en la que cita a Santa Ana, patrona de la vecindad de la Correría donde nació; y su preferida, el Himno a la Virgen Blanca, realizado en 1954, con motivo de su coronación.
Tanto trabajo en pro de la Ciudad tuvo su reconocimiento. Además del homenaje de la Asociación de Prensa ya citado, en 1966 se le otorgaba el Celedón de Oro. El 10 de diciembre de 1993 se le otorgaba el nombre de una plaza entre las calles de Castilla y Micaela Portilla, que se inauguraba oficiosamente el 8 de enero de 1994. Era justo este reconocimiento a una persona que había propuesto la denominación a 283 de las vías públicas de la capital. Y el último y más preciado título que se le otorgó fue el de Hijo Predilecto de la Ciudad para lo que el Ayuntamiento se reunió en sesión plenaria extraordinaria el 1 de abril de 2003 con motivo del 92 cumpleaños de Venancio.
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Qué menos se podía hacer por este gran personaje que en el ocaso de su vida donó al Ayuntamiento su fondo personal compuesto por más de 8.000 artículos firmados, fotos, documentación, 5.000 fichas y textos de cerca de 70 conferencias, pregones, etc. La biografía de Venancio del Val no es para un artículo, sino para un libro que, si se realizase, podría ser el mejor homenaje a su centenario.
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