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BEATRIZ CORRAL
Miércoles, 28 de mayo 2008, 05:35
Parteras, comadres, comadronas y matronas. Distintos nombres para un mismo oficio que hasta finales del siglo pasado ha tenido una gran y callada relevancia. Ahora, la escritora y etnógrafa alavesa Pilar Alonso Ibáñez desentierra historias y vivencias de muchas de ellas en su nuevo libro 'Parteras y comadronas', que ayer presentó en la Casa de Cultura de Vitoria.
-¿Cómo surgió la idea de este libro?
-De niña viví a caballo entre el pueblo y la capital. Nací en Marquínez, pero viví mucho en Pipaón y aquello de que la oveja tenía corderos y la gallina que ponía un huevo... me apasionaba y empecé a preguntar. Cuando veía a una mujer embarazada me decían que comía mucho. Entonces todo lo de las relaciones, pareja e hijos era tabú.
-De ahí el dicho de que los niños vienen de París.
-Sí, una tía mía me dijo que tenía guardada la caja donde me había traído la cigüeña. Después de mucho preguntarle, me sacó una caja con un muñequito y me dijo que de esa forma me había traído a mí. Me hizo mucha ilusión.
-Hasta que descubrió la verdad.
-Un día de vacaciones en el pueblo, con siete años, vi a una mujer poco después de dar a luz y deduje que había tenido un hijo. Siempre me ha interesado este tema. Durante casi veinte años he guardado cosas y tenía ganas de escribirlo. Desde mayo del año pasado le he dado forma hasta que ha salido el libro.
-Habrá requerido mucha investigación.
-He hablado con más de una veintena de antiguas parteras o familiares. Abarco desde 1925 hasta los años noventa a través de testimonios, fotografías, documentos y demás. También hay datos curiosos, como el del Archivo Municipal, donde figura la primera partera que el Ayuntamiento cogió para ayudar a las mujeres en el siglo XVII o que durante la Inquisición eran perseguidas por brujería.
-¿Cómo eran éstas parteras?
-En los pueblos, aprendían el oficio de la anterior, tenían que tener las manos estrechas, ser limpias y recatadas, cualquiera no valía. Al ser muy pudorosas las mujeres, como para enseñar las partes íntimas a cualquiera y menos a un médico.
Pago en especies
-¿Y el riesgo de infecciones?
-Habrán pasado cosas, y se morían mujeres, pero a menudo de lo débiles que estaban. Las mujeres antes se casaban y aguantaban a suegros o padres mayores, a maridos que no estaban educados para nada, ni para tratar a una mujer a la que no le daba tiempo a reponerse de un parto a otro. Las mujeres de antes han sido mártires de la tradición, como digo yo. No te puedes hacer una idea de todo lo que pasaron. A los dos días de dar a luz, iban con una caballería 14 kilómetros pasando un puerto con nieve, frío o lo que fuera a vender carbón. Eran santas todas. Ahora la vida es completamente distinta.
-¿Recuerda alguna en especial?.
-Pues sí. En Vitoria una muy conocida era la Cirila y otra la Epifania, porque al ser 40.000 habitantes, casi nos conocíamos todos. En aquel entonces se les pagaba en especies, con huevos, patatas y cosas así. No había posibles, era la posguerra.
-¿Este libro supone un homenaje a su labor?
-Sí, son personas especiales. Antes su tarea era más cercana. Por ejemplo, iban a una casa donde la mujer estaba de parto y ellas lavaban, cocinaban, cuidaban a los otros hijos... Estaban disponibles las 24 horas. Una me dijo que era el oficio más bonito y delicado, pero también el de mayor responsabilidad. Traer un niño al mundo es la experiencia más bonita.
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