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E. C.
Miércoles, 12 de marzo 2008, 09:22
El litoral vizcaíno amaneció ayer con un aspecto dantesco. Diques destruidos, embarcaciones de recreo hundidas, pantalanes arrancados de cuajo, locales anegados, coches aplastados y una larga lista de destrozos fue el balance que dejó el temporal que azotó la costa de madrugada. Los daños personales se redujeron a una persona herida. La ola más grande registrada por la boya situada a dos millas de Punta Galea fue de 16 metros de altura. En tierra no alcanzaron semejante tamaño, pero su efecto resultó demoledor. [FOTOS] [VÍDEO]
Bermeo y Ondarroa fueron dos de las dársenas más afectadas. En la primera localidad, la fuerza del mar rompió los 25 metros de espaldón que quedaron en pie en la punta del rompeolas, tras la borrasca del pasado 10 de diciembre. Además, destruyó otros 200 metros de petril y arrancó la baliza de señalización ubicada al final del dique.
Las olas también sobrepasaron el contradique de Frantxua y destrozaron una decena de vehículos que se encontraban estacionados en la zona. Anegaron las lonjas en las que guardan sus pertrechos los arrantzales, e inundaron algunos establecimientos hosteleros del puerto viejo. Durante la madrugada se vivieron momentos de gran tensión en el interior de la dársena pesquera. Alrededor de las cuatro de la madrugada, la marejada rompió los amarres de media docena de merluceras, que sufrieron importantes daños. Dos de ellas, además, quedaron durante algunos instantes a la deriva al enredarse los cabos en la hélice. Un pantalán del puerto deportivo quedó destrozado -el tercero en poco más de dos años- y como consecuencia de ello ocho barcos de recreo se fueron al fondo.
Más al este, la consecuencias fueron muy similares. En Ondarroa, un operario de 31 años sufrió lesiones de consideración al ser arrastrado por la fuerza de las olas mientras se dirigía al taller mecánico donde trabaja, ubicado en las inmediaciones del varadero del puerto. Tras ser atendido por los servicios de urgencia del ambulatorio fue trasladado al hospital. Eran las 9.30 horas.
Para entonces, el temporal más fuerte de las últimas décadas ya había causado estragos materiales en numerosos puntos de la localidad. El carro varadero fue uno de los más afectados. Las olas rompieron la parte trasera del edificio y destrozaron el transformador que se encontraba en su interior. Los inmuebles de alrededor también sufrieron daños y las balizas de entrada al puerto terminaron fuera de servicio.
El mar cubrió por completo la playa Arrigorri e inundó el bar situado en sus inmediaciones. El agua también anegó numerosos bajos y locales e invadió tramos del paseo peatonal situado junto a la desembocadura de la ría. La intensidad y la fuerza del temporal obligaron a la flota de bajura a permanecer amarrada, mientras que una treintena de barcos de arrastre esperó a que las olas redujesen su altura para poder faenar. Al final no salieron.
Rescate en Bakio
En Lekeitio, los destrozos también resultaron cuantiosos. Los más afectados fueron los locales que el club de remo Isuntza dispone sobre el rompeolas. «Tan sólo han quedado enteros dos cristales. La fuerza del mar ha destrozado mesas, sillas y hasta pedazos de pared. Lo único que está entero es la cocina, aunque también ha sido desplazada», señalaron. Las instalaciones situadas junto a la playa Isuntza también quedaron fuera de servicio para una temporada.
En Mundaka, las olas se llevaron el pantalán y hundieron media docena de embarcaciones deportivas, similar cifra que en Ea. En esta última localidad las calles paralelas al río amanecieron con gran cantidad de arena arrastrada desde la playa y fue necesaria la presencia de una pequeña excavadora para su retirada.
En Bakio, la Ertzaintza rescató a una vecina de una planta baja. Su domicilio se inundó como consecuencia del desbordamiento del río Estepona. La afectada, de origen brasileño, no podía salir de la vivienda por la fuerza que ejercía el agua y los agentes tuvieron que derrumbar un tabique situado en la parte trasera. En este municipio, el paseo marítimo también sufrió importantes daños en el mobiliario.
En las localidades más próximas a la margen derecha del Nervión los episodios fueron similares. Sobre las cinco de la madrugada el oleaje sobrepasó el muro de la punta del faro y el murallón cercano al puerto deportivo de Algorta. Los golpes de mar hicieron añicos el escaparate de un concesionario de vehículos y el de un negocio de exposición y venta de artículos para embarcaciones.
Los daños se sucedieron en otros puntos de Getxo, como el paseo de Ereaga o el puerto viejo de Algorta. La fuerza del agua arrancó de cuajo la parte superior del murallón y unos metros de barandilla. La estampa matutina era desoladora en esa zona: piedras, cascotes y arena invadieron la carretera y obligaron a multiplicar su esfuerzo a las brigadas de limpieza. También los dueños de los negocios colocaron planchas de madera en los escaparates y su actividad se centró en adecentar los locales, donde se colaron piedras de gran tamaño. Armintza tampoco escapó a los efectos del mar. Cuatro embarcaciones de pequeña tamaño acabaron en el fondo del puerto de Lemoiz.
La furia del Cantábrico también dejó a Muskiz sin uno de sus iconos más singulares. El cargadero de Kobaron, emblema del pasado minero y marino de la localidad, desapareció para siempre bajo las aguas a escasos metros de La Arena. Fue alrededor de las siete de la madrugada, con la pleamar en su máximo apogeo. Las olas derribaron a su paso la centenaria y deteriorada estructura, que estaba pendiente de una próxima rehabilitación.
La fuerza del mar se tragó la playa de La Arena, el único arenal de la margen izquierda, que amaneció sumergido. La corriente arrasó las dunas, invadió el terreno que hasta hace pocos meses ocupaban los depósitos de la empresa de hidrocarburos CLH e incluso alteró el recorrido del río Barbadun en sus últimos metros con nuevos meandros. Las olas se llevaron consigo toneladas de arena que rebajaron la cota del terreno e inutilizaron algunas de las escaleras habilitadas para llegar hasta el agua.
Los destrozos se dejaron sentir también en Pobeña, a escasos metros de la playa, donde se desbordaron las marismas y se inundaron la planta baja de algunas viviendas y varios locales comerciales. Con las olas más fuertes, el agua llegó incluso al pie de la ermita del barrio. La rápida actuación del Ayuntamiento, que puso a disposición de los vecinos brigadas especiales de limpieza, evitó males mayores.
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