El verdadero mensaje de 'Noche de paz' se mostró 96 años después de su estreno. El 24 de diciembre de 1914, cerca de Ypres (Bélgica), soldados alemanes e ingleses se disponen a celebrar la Navidad. Los alemanes han adornado unos abetos enviados por su Gobierno, ... que frente a ellos los ingleses contemplan con envidia. Pronto intercambian felicitaciones en la distancia. Unos tienen licores y otros, algunos dulces, y deciden compartirlos. Incluso juegan un partido de fútbol con equipos formados por decenas de soldados. Durante un mes han estado matándose y ahora llevan cuatro semanas de tensión controlada. Por eso ha sido fácil acordar una tregua para celebrar la Navidad. A las doce de la noche, entonan el único villancico que saben todos: 'Noche de paz'. Por un momento, hacen realidad su espíritu. Durará poco. Cuando la noticia de esas horas de confraternización llegue a los altos mandos, los jefes de las unidades serán sustituidos y seguirá la guerra de verdad: la de las trincheras, la sangre, el barro, la metralla, las infecciones, las chinches y las ratas, el gas venenoso, las bayonetas y los tanques.
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El primer centenario del villancico más célebre se celebró en medio de la desolación de una guerra que acaba de terminar y había dejado en Europa alrededor de veinte millones de muertos. Las conmemoraciones del segundo centenario de la pieza creada por Franz Gruber y Joseph Mohr no tendrán dramatismo alguno. Al menos, las que están previstas para la localidad de Oberndorf, donde se estrenó hace justamente dos siglos, y un puñado de ciudades más en el entorno de Salzburgo.
Lo cierto y la leyenda
En el origen de 'Noche de paz' se cruzan tantas leyendas que no es fácil separar los hechos de la mera fabulación. Se sabe con certeza que en 1816 Franz Joseph Mohr, nacido en Salzburgo y que a los 24 años se estrenaba como sacerdote en la pequeña localidad de Mariapfarr, escribió un poema con motivo de la Navidad. Dos años más tarde, cuando ejercía el sacerdocio en Oberndorf, se puso en contacto con Franz Gruber, de 32 años, maestro en ese pueblo situado unos 20 kilómetros al norte de Salzburgo. La leyenda dice que el encargo consistía en una música que se pudiera interpretar con dos voces, coro y guitarra porque el órgano de la iglesia donde iba a estrenarse estaba averiado. La misma leyenda asegura que Gruber escribió la partitura la noche anterior.
Volvamos a los hechos probados. El villancico se interpretó por vez primera en la misa del Gallo de la parroquia de San Nicolás de Oberndorf el 24 de diciembre de 1818. Acerquémonos de nuevo al mito: la canción se extiende poco a poco por localidades de la región hasta llegar a Leipzig en 1832. Al año siguiente, una familia de cantantes tiroleses, los Rainer, incorporan el villancico a su repertorio y lo llevan por toda Europa. Incluso lo cantan para el emperador Francisco I de Austria y el zar Alejandro I. Y en 1839 se escucha también en Nueva York, en el transcurso de una gran gira. Ya estaban sentadas las bases para la popularidad -hoy diríamos global- de la modesta obra de Gruber y Mohr.
Noche de paz, noche de amor,/ todo duerme en derredor./ Entre sus astros que esparcen su luz/ bella anunciando al niñito Jesús,/ brilla la estrella de paz,/ brilla la estrella de paz.//Noche de paz, noche de amor,/ todo duerme en derredor./ Solo velan en la oscuridad/ los pastores que en el campo están/ y la estrella de Belén,/ y la estrella de Belén.// Noche de paz, noche de amor,/ todo duerme en derredor;/ sobre el santo niño Jesús/ una estrella esparce su luz./ Brilla sobre el Rey,/ brilla sobre el Rey.// Noche de paz, noche de amor,/ todo duerme en derredor./ Fieles velando allí en Belén./ Los pastores, la madre también./ Y la estrella de paz,/ y la estrella de paz.// Noche de paz, noche de amor./ Todo duerme en derredor./ Entre sus astros que esparcen su luz/ bella anunciando al niñito Jesús,/ brilla la estrella de paz,/ brilla la estrella de paz.
Una popularidad que se basa en una música hermosa pero sencilla y una letra con la ingenuidad que se pide a un tema para festejar la Navidad. A partir de ahí, el villancico ha sido traducido a más de 300 lenguas y se han multiplicado las versiones, en todos los ritmos y con todos los acompañamientos.
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Hace apenas diez días, el papa Francisco recibió a una delegación del Parlamento austríaco que había llegado a Roma con motivo del bicentenario de 'Noche de paz'. Ante siete mil participantes en la audiencia general, el pontífice comentó que «con su profunda sencillez, esta canción nos hace entrar en el acontecimiento de la Noche Santa. El Salvador, Jesús, nacido en Belén, nos revela el amor de Dios Padre». Una interpretación religiosa que, con seguridad, no comparten todos los que estos días están visitando las exposiciones y asistiendo a los actos que se celebran en una amplia zona de las regiones de Salzburgo, el Tirol y la Alta Austria. Son todas localidades donde nacieron, vivieron, murieron o trabajaron los dos artífices del villancico.
Celebraciones
El centro de todo ello es, lógicamente, Oberndorf, aunque la próxima Salzburgo -una ciudad que explota el turismo enfocado a personas de alto poder adquisitivo como pocas- tampoco se está quedando atrás. En Obendorf un relieve situado junto a la capilla memorial y el museo de 'Noche de paz', recuerda a Mohr y Gruber. La iglesia de San Nicolás ya no existe. El edificio no resistió unas inundaciones registradas a finales del siglo XIX y hubo de ser demolido. En su lugar se levanta una pequeña capilla memorial que fue consagrada el 15 de agosto de 1937. Faltaban apenas unos meses para el Anschluss, la anexión de Austria por Alemania. De eso en Obendorff se enteraron antes que nadie, dado que la frontera está justo en las afueras del pueblo.
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En Salzburgo, el bicentenario de 'Noche de paz' se celebra con un musical que se estrenó el pasado 24 de noviembre con el título 'My Silent Night'. Entre los creadores de la obra está el compositor John Debney, colaborador habitual de la Factoría Disney y autor de las bandas sonoras de películas como 'La Pasión de Cristo', 'La isla de las cabezas cortadas' y 'Sé lo que hicisteis el último verano'. Con él, la guionista y compositora Hannah Friedman y la cantante Siedah Garret. Todos trabajan a partir de una idea de Richard Kraft. La representación, que tiene un aire inequívocamente hollywoodense, se realiza en la Felsenreitschule, una de las salas más importantes de las que acogen el Festival de verano de Salzburgo, y escenario de un célebre pasaje de 'Sonrisas y lágrimas'.
Son celebraciones de una pieza musical de poco más de tres minutos de duración, de cuyo éxito, al menos en su primera fase, no fueron conscientes sus autores. Joseph Mohr murió a punto de cumplir los 56 años, en el revolucionario 1848, cerca de allí, en Wagrain. Franz Gruber falleció en otra localidad de la región, Hallein, en 1863, con 75 años. Ninguna otra pieza compuesta por ninguno de los dos ha trascendido. Pero les vale con haber firmado el villancico más célebre, que fue catalogado como Patrimonio inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2011. Una obra tan imponente en su sencillez que es un símbolo para creyentes y no creyentes y que supera en popularidad a otra canción navideña escrita, esta sí, por un compositor de primera. Se trata de Irving Berlin y su 'White Christmas'. La pieza del estadounidense de origen ruso cuenta con la ayuda del cine, que la ha usado miles de veces. La de Mohr y Gruber se apoya en la leyenda. Y contra eso no hay quien pueda.
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